El corazón artístico del Albaicín fundido a negro
Los alumnos aprendían de manera gratuita especialidades como el vidrio, la cerámica, la reparación de instrumentos o restauración de bienes patrimoniales
CAROLINA RODRÍGUEZ
Lunes, 2 de noviembre 2015, 01:09
Si una persona quería aprender a afinar y armonizar un piano de manera oficial sólo había un centro en España donde podía hacerlo: el Centro ... Albayzín de Granada. Su especialización y distinción en su formación dentro del mundo del arte le valió ser Centro de Referencia Nacional en Artesanía, un galón ofrecido por el Ministerio de Cultura y que le sirvió para acoger en sus aulas a más de 3.000 alumnos desde que abriera sus puertas en el año 2001.
Ahora, el edificio, ubicado en plena Plaza de la Concepción del Bajo Albaicín, está frío, sin alumnos, sin luz literalmente y al entrar sólo se escucha el ruido cercano de una obra y los pasos de la mermada plantilla trabajadores que lo vieron nacer y que lo están viendo morir. Son ellos los que están llevando a cabo una de las luchas administrativas más duras y largas de los últimos tiempos por intentar recuperar lo que un día fue. Ellos, que son los que conocen el centro artesano palmo a palmo y que saben de su valía, reivindican la importancia de su docencia, su labor social y el importante papel en la formación para el empleo que ha tenido durante estos años.
Para muestra un botón. Puede que nadie lo sepa, pero de las manos de los alumnos del Centro Albayzín han salido trabajos tan destacados como la restauración y limpieza de portadas como la de la Casa Agreda, la del Convento de San Antonio, el de la Concha, la restauración de la fachada de la Iglesia de la calle San Antón o la limpieza y restauración de tapices tan valiosos como el que cuelga en la Facultad de Derecho de Granada. Hay más. Sus alumnos también trabajaron en la restauración de la fachada de la facultad de Traductores o en la recuperación de la sillería del coro del convento de la Concepción. «Intervenciones únicas», como explican los propios profesores y que, hasta el momento, sólo se impartían en este pulmón artesano.
El problema es que cuando la burocracia y las normativas se cruzan con el arte, normalmente, este último sale muy mal parado y después de una década de gloria en la que las clases estaban llenas de alumnos, los trabajos se multiplicaban y Granada se convertía en el punto neurálgico de la artesanía todo empezó a ensombrecerse.
«¿Quién nos repone la salud?»
El problema de todo este conflicto que ha implicado la disolución del consorcio que gestionaba el centro, su traspaso a una agencia educativa de la administración y posteriormente a una situación actual de stand by preocupante, es que hay una decena de familias que lleva un peso que ya no pueden soportar. 16 nóminas impagadas, una situación de empleo que no es tal -porque acuden a diario a un trabajo donde no hay trabajo, ni se les paga- y un desgaste personal que está afectando no sólo a ellos, sino a sus familias.
Luis Ramírez es historiador de arte y uno de los mejores profesionales que trabaja la madera. No es cuestión de dramatizar pero cuenta que la situación que lleva viviendo desde 2003 le ha dejado en 65 kilos, volver al tabaco y hasta a comerse las uñas. «Nadie de los que hemos estado trabajando aquí somos culpables de nada y me parece que lo que la Junta está haciendo con nosotros es de una crueldad extrema». ¿Piensa que harías si estuvieras 16 meses trabajando y sin cobrar?, pregunta con impotencia. Probablemente todo lo que están haciendo ellos porque reuniones con la administración, protestas, encierros y todo lo que ha estado en su mano es lo que han hecho. «Yo he tenido que coger la hucha de mis hijas», con eso te lo digo todo.
Susana Rodríguez, jefa de estudios y profesora de restauración, habla con una mezcla de rabia, resignación y esperanza cuando habla de sus historias. «Somos unos enamorados de nuestros trabajos, sino no estaríamos aquí». Con una familia a la que mantener, asegura que su problema ya no es suyo: «Es también de mis hijas que se están haciendo grandes muy de prisa y que se están preocupando de temas que no son propios de su edad». Susana recuerda a todos los compañeros que durante todo este tiempo se han quedado en el camino. «Aquí estamos nosotros que hemos optado por aguantar con la esperanza de recuperar nuestro proyecto, pero hay otros compañeros que directamente han tenido que rescindir sus contratos vía judicial porque no les quedaba otra que irse al paro y cobrar el desempleo», explica.
Silvia también se emociona cuando cuenta su historia y la de sus compañeros. «Sólo queremos cobrar y que esto se solucione». Con contundencia recuerda toda las veces que desde la Junta les han prometido el punto final a esta historia «y por ahora nada». La trabajadora sólo piensa en el disfraz que se querían poner sus hijas para estos días festivos y que no les ha podido comprar. «Lo que estamos viviendo es una pesadilla. Somos el buque insignia de la Junta y sólo tienen que hacer un trámite y no hacen nada. Esto no pasa en balde».
La delicada situación por la que atraviesa el Centro Albayzín es extensible a otros centros de referencia andaluces (11) y unas 160 profesionales en toda la comunidad que esperan una solución a este conflicto laboral. La próxima cita será el 6 de noviembre en Almería, donde los representantes de los trabajadores se reunirán con la presidenta de la Junta, Susana Díaz. «Si entonces no nos da una solución definitiva, en el mitin que tiene al día siguiente nos va a ver con las pancartas y después encerrados donde haga falta. No tenemos nada que perder porque ya lo hemos perdido prácticamente todo», apostilla Silvia.
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