«¿Verdaderamente sabes lo que compras?», reta Yuka, que es una aplicación móvil francesa que descifra las etiquetas de alimentos y cosméticos y, en función ... de los ingredientes que contengan, los clasifica según en categorías que van del excelente al malo, pasando por el bueno y el mediocre. Es muy fácil de usar: se coloca el código de barras del producto en cuestión frente al móvil, le damos a escanear, y aparece toda la información. Llevo con la app un par de meses y, sobre todo los primeros días, parecía una cajera más del supermercado, venga a escanear códigos de barras. Como los datos se van quedando en el historial, y siempre solemos comprar más o menos lo mismo, llega un momento en el que no es necesario usarla tan a menudo.
¿Verdaderamente sabemos lo que compramos?, me pregunto, parafraseando a Yuka. Me temo que no. Sabemos lo bueno de lo que adquirimos, de eso ya se encargan las marcas, de que las bondades nos salten a los ojos como Gremlins cabreaos. Lo menos bueno también está, la Ley obliga, pero en letra tan pequeña, y con unos términos tan técnicos, que a ver quién se entera. Cuando empecé a escanear productos, algunos resultados me sorprendieron, otros no, y otros corroboraron sospechas. A ver, no necesito la app para saber cómo de malo es un refresco, o cómo de menos bueno es un yogur azucarado respecto a uno blanco natural. Pero no tenía ni idea de que los pepinillos en vinagre que compro habitualmente, además del exceso de sal, incorporan dos aditivos a evitar. Así que los he cambiado por otros que no llevan aditivos, también de marca blanca. Porque otra cosa que me gusta de Yuka es que ofrece alternativas más saludables.
Si el aceite de oliva está penalizado en el semáforo nutricional Nutri-Score, por su alto aporte calórico, Yuka lo califica de «excelente»: su único 'problema' es ser «demasiado calórico». Y, sorpresa, la crema de cacahuetes que compra mi pareja, porque a mí eso de la crema de cacahuetes me suena a película estadounidenses y a oso Yogui, es baja en azúcar, una excelente fuente de fibras, y sin aditivos. Nada que ver con la Nocilla, Nutella y similares.
Mi mayor curiosidad al bajarme la aplicación era comprobar cómo de estupendas (o no) eran las cremas bio de marca blanca. Solo he mirado la hidratante para la cara de un supermercado (no voy a decir el nombre), y... decepción, no pasa de mediocre, al contener dos ingredientes de riesgo medio (alergénicos, y potencial disruptor endocrino uno de ellos). Seguiré buscando, pero lo cierto es que aplicaciones como éstas nos ponen también a los consumidores ante el espejo, porque, al menos a mí me pasa, aunque intento que cada vez menos, hay veces en las que prefiero no saber, y permanecer conscientemente desinformada. No nos engañemos, resulta mucho más sencillo y satisfactorio. Si no vas más allá de la etiqueta del bio, o de la que gama «Solo ingredientes naturales», o «Apto para veganos», desde el envase, desde luego que eres más feliz. Pero hay que conocer la letra pequeña, y luego consumir o no, pero bien informados.
Al principio me daba un poco de vergüenza ir con el móvil escaneando como una loca, pero después me fui fijando, y no era la única que lo hacía. Eso de que los consumidores actuales estamos mejor informados va a ser cierto, después de todo. ¿Verdaderamente sabemos lo que compramos? Espero que, cada vez más, sí.
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