Las medianerías vergonzantes de Puerta Real
Bajando por la calle Reyes Católicos, lo primero que salta a la vista, en uno de los vértices viarios más emblemáticos de la ciudad
CARLOS ASENJO SEDANO
Viernes, 26 de julio 2019, 23:25
Hoy día, más que de Puerta Real, el topónimo, absorbente es la Fuente de las Batallas, aunque no sé a qué batallas se refiere la ... hermosa Fuente traída ahí desde la Plaza de los Lobos, tampoco sé nada de este apellido. De cualquier manera, el hecho es que la explanada señoreada por esa fuente se ha convertido en el centro neurálgico de Granada, su plaza más emblemática y más visitada dentro del casco urbano, y mérito ha sido de los ayuntamientos de los últimos cien años domesticar al río que la transita para, tras diversos proyectos, acabar por darle la configuración actual, la auténtica marca Granada, aunque la instalación en su centro de una escultura de un hombre desnudo no sé qué pinta ahí, a no ser que pretenda bañarse en la fuente; no juega la imagen en una plaza tan burguesa, s.XX.. Quién no ha estado junto a la Fuente de las Batallas no ha estado en Granada, y, por hoy, que nos perdone la Alhambra más al margen, más selectiva, más en otro ámbito.
Pero lo mucho, casi perfecto, logrado en esa explanada, los alarifes o similares, obviamente con el permiso de la autoridad competente, no lo han conseguido los diseñadores de los edificios que rodean esta plaza. No sólo no lo han conseguido sino que lo han estropeado.
Así, bajando por la calle Reyes Católicos, lo primero que salta a la vista, en uno de los vértices viarios más emblemáticos de la ciudad, es el Hotel Victoria. Y no se comprende como en su reciente restauración no le han intercalado una planta más que subiera su preciosa cúpula lo suficiente para quitar de la vista del paseante las posteriores medianerías que afean esa estampa urbana, a la vez que asemejan sumergir al hotel, entre los edificios que lo rodean, en un panorama semejante al barco que se hunde en lontananza. Era el momento propicio para enmendar tal entuerto. ¿No lo apreciaban así los restauradores?
Y ya en la explanada de Puerta Real o de la Fuente de las Batallas, siguiendo el curso de la Acera del Darro, hete ahí una serie de edificios, codo con codo, apretujados al máximo, todos de factura visual - que es de lo que escribo-, anacrónica, polifacética, multicolor y de tan variados estilos, gustos y composiciones pintorescas en sus fachadas, que parece, a la vista, que uno estuviera contemplando el purgatorio de las mil desarmonías, de los mil contra pareceres, de las mil enemistades..., en competencias todas ellas para ver cuál disiente más de la vecina, y cuál es más enemiga del estilo de la colindante a ambos costados, en una muestra bien clara de la diversidad de pareceres, tan individual, bien al estilo de lo hispánico.
Pero con ser esto una muestra visual de lo horrendo de su diseño y de lo encontradizo de la armonía de cada fachada con la contigua a su vera, lo mismo a derechas que a izquierdas, como digo, no es esto lo que más desconcierta al paseante curioso sino la disparidad de alturas, a estilo de don Quijote y Sancho, a los que parecen querer imitar, sino que tal composición, por su diferentes alturas, al alza o a la baja, dejan ver las desvergonzadas planicies desnudas, blanquecinas, de las medianerías del vecino, tal como si ese vecino se mostrara a la gente en ropas menores... ¿Cómo no hubo una autoridad competente que evitara ese alarde de deshonestidad?...
Y de ahí saltamos o nos fijamos en el otro vértice viario más privilegiado del sector y quizá de toda la ciudad, entre la Acera del Darro y la Carrera de la Virgen, hace pocos años ocupado por una modesta edificación, recientemente derribada, para edificar en ese vértice la mansión de una entidad financiera, que, se supone, con dineros suficientes para haber levantado ahí un palacete semejante a las dos esquinas que dan a la Gran Vía granadina, o al vértice, en Madrid (salvando las distancias ) entre las calles Gran Vía y Alcalá. Pero no. Ahí han levantado un edificio chato que quiere imitar un castillo medieval con dos torres cúbicas laterales que enmarcan un paño intrascendente. Tal edificio no se sabe qué quiere imitar o con qué quiere armonizar. Lo que sí deja claro es que se da de patadas con todo su entorno, especialmente con su vecino palacio de Bibataubín y su entorno. Y desde luego no quiere traer ahí recuerdos de la Alhambra, y sí sólo romper la fisonomía del siglo XX esencialmente burgués, completamente ajeno al urbanismo alhambreño e incluso al tan diferente del Albaicín. Y encima, para adorno, las maléficas medianerías. ¿Es que nunca hay alguien con autoridad para evitar tales salidas de tono más allá de las protestas inútiles del peatón?...
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