El romance de Pedro e Isabel
Ábalos, Aldama y Koldo. Dudo en qué orden riman mejor para el título de una película
Manuel Pedreira Romero
Viernes, 13 de diciembre 2024
Larga ha sido la espera y el resultado, decepcionante. Diez meses después del estallido, Ábalos comparece ante el juez y cae en la ramplonería de ... asegurar que no hubo ninguna comisión. Así resumió sus tres horas de declaración en el Tribunal Supremo: «No hubo ninguna comisión. Como ya he dicho muchas veces». Y se quedó tan pancho, algo que no se antoja difícil para alguien que siempre aparentó vivir en la panchitud. Emprende de esta manera un camino de vulgaridad que no sabemos adonde le llevará a él. Nosotros sí sabemos que con respuestas de ese calibre solo nos espera un aburrimiento sórdido y tenaz.
Ábalos, Aldama, Koldo. Dudo en qué orden riman mejor los nombres del trío para el título de una película, o como nombre de un grupo de música folk, o incluso para encabezar un sumario judicial. De momento andan los tres como ratones ciegos en un laberinto mientras desde arriba los contempla la mirada gélida y tronada del presidente, igual que Jack Torrance vigilaba el paseo de Wendy y Danny en la película de Kubrick. La diferencia, y no es menor, es que Jack blandió su hacha contra una madre enloquecida de miedo y aquí Pedro lo hace contra uno de los poderes del Estado.
Ábalos declaró el jueves, Aldama lo hará pasado mañana y Koldo cerrará la ronda el martes. Del asistente pastueño y todavía imprevisible no espero tanto como del conseguidor, que de momento está consiguiendo poner muy nervioso a la Moncloa, y a los periódicos y las webs perdidos de titulares. Ábalos, insisto, nos ha defraudado con su negativa simplona y previsible. El antiguo compadre del presidente habría saltado la banca e ingresado en nuestro olimpo de héroes malditos si al salir del Supremo hubiese proclamado ufano que sí, que trincó pasta de las mascarillas, que disfrutó de un chalet en Cádiz a cuenta de Aldama, que el mismo tipo costeaba el carísimo apartamento donde Jessica le esperaba cepillándose las crines en el tocador, que también firmó el arrendamiento de un pisazo en la Castellana facilitado por el mismo 'nexo corruptor' y que, finalmente, fueros ambos quienes acudieron una noche a Barajas a recibir a Delcy y, ya puestos, sus lingotes de oro.
Nada de eso ha ocurrido. Su medida estrategia es la de minimizar daños, dejar las mantas en paz y confiar en un eventual indulto como a Griñán y los demás. La de Aldama es confesar lo suyo y lo de todos los demás para amarrar una condena potable con la fiscalía. Y la de Koldo, adelgazar en la trena y convertirse en coach de asesores ministeriales hasta que salga su serie en Netflix. La nuestra, que es la que me importa, combatir el sopor mientras aguardamos un nuevo episodio del romance de Pedro e Isabel.
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