Inteligencia nacional
Es una cualidad cervantina que el Gobierno y sus críticos quizá se atribuyan con demasiada facilidad
No hay quien se lo crea. Nada de esto es razonable. Y aguantamos, por paciencia o por apatía, vaya si aguantamos. Es un rasgo de ... carácter. El estoicismo es nuestra insignia desde hace siglos. Excepto en los territorios de la excepcionalidad informativa, la mayoría ciudadana quiere elecciones para superar el colapso democrático. Y si no, no se van a echar a la calle. No es su estilo. Precipitarse, como les dice el sentido común, sería contraproducente.
La inteligencia nunca ha sido el valor más fomentado en España. Su cultivo es secreto, clandestino incluso, discreto siempre. Un método de supervivencia acreditado y reconocido por las más altas instancias. De hecho, nuestro escritor más inteligente, cuatro siglos después, para qué engañarnos, sigue siendo Cervantes. Este dato ya lo dice todo. Cuando los tertulianos más críticos piden a Sánchez que no insulte su inteligencia, sería bueno conocer si todos entienden por tal la misma facultad. Supuesta inteligencia o inteligencia supuesta, nadie sabe. La petulancia tertuliana no tiene límites.
En cualquier caso, la actitud de Sánchez respecto de los encarcelamientos y juicios de su entorno raya en la tomadura de pelo, o en la construcción de una realidad alternativa de sesgo propagandístico, como diría un politólogo de guardia constitucional. Los politólogos de vanguardia hablarían directamente de ofensa flagrante a la racionalidad de los votantes y la opinión pública. Y no se alarmarían por el obsceno espectáculo de los turiferarios televisivos del sanchismo en caída libre defendiendo lo indefendible. La ley de la gravedad no se aplica, al parecer, en estos casos.
Que Sánchez no se resigne a su fracaso y se ponga la medalla de la resistencia numantina frente a la conspiración de la derecha y la ultraderecha es otro signo triste de la triste historia española y de la degradación política y social del presente. Los historiadores del futuro nos contarán la verdad cuando esta ya no sirva para nada. No nos merecemos el esperpento que los ministros y secretarios cesados del PSOE están ofreciendo en riguroso directo. Solo por esto, quien confió en ellos debería dimitir.
Qué suerte que Sánchez no sea más inteligente que los ciudadanos y sus infundios sean del género insostenible. Cervantes demostró hace siglos que los espejismos de la mente son peligrosos para todos, sin duda, pero especialmente para quien los genera. Esta inteligencia cervantina es patrimonio nacional. Con la inteligencia hemos dado, amigo Sánchez.
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