Qué verano más verano
José María Guadalupe
Lunes, 11 de agosto 2025, 23:02
Es que no se puede decir de forma más explícita. El verano siempre ha sido verano con sus calores, con sus sofocos, con sus insectos, ... con sus sudores, con sus pipirranas, con sus gazpachos, con sus tortillas de patatas, sus filetes empanados y las ensaladas de pimientos rojos asados. Anda. En el frutero lucían las peritas de San Juan, las cerezas de Güéjar Sierra o aquellos melones «dulces como el almíbar» que venían de Villa Conejos. Y para beber, del pipo, botijo o búcaro que hacía el agua fresquita. Mi padre solía acompañar la comida con vino blanco Pasto, que decía el admirable abogado Martínez Dueñas que tenía diez grados menos que el agua. Retrocedo para añadir a la ensalada de pimientos rojos cebolleta, huevos cocidos y una fritura de morralla, hoy prohibida. Era una sinfonía de sabores –que diría algún cursi gastrónomo– aquel pescadito en su más tierna infancia.
Cuando no había morralla en la pescadería, porque era, generalmente despreciada por los pescadores, se recurría al chanquete, que también hoy está prohibido, y entremezclado con el pimiento asado y aditamentos, igualmente era un excelente plato veraniego susceptible de otorgarle más de una estrella Michelin y, si me apuran, la Estrella de Oriente. Mi madre, que fue madre en las cuatro estaciones del año en la salud y en la enfermedad, compró una heladera que se activaba manualmente y nos hacía para postre un helado artesano de crema tostada que nos facilitaba dormir la siesta como Camilo J. Cela. Aquello tuvo mucho acierto por su parte porque pudimos descansar, pese a las «olas de calor», sin aire acondicionado. Ahora, noto al personal «inconvenientoso»; la generación de cristal es excesivamente exigente y quiere vivir el estío en la Antártida para no sudar la gota gorda. Leo que faltan albañiles, mecánicos… hasta espeteros en la Costa del Sol. No me explico el paro. O sí. En estos meses vacacionales los chaveas solíamos inundar las calles para jugar desenfrenadamente a lo que fuese y cuando cerraba el comercio, en las plazas, se jugaba al fútbol que era el deporte que entusiasmaba a los jóvenes. El entusiasmo, frecuentemente, se desvanecía ante la presencia de un guardia municipal que solía despejar «el campo» con la porra reglamentaria, que en más de una ocasión, determinaban lanzarla directamente al que se había hecho con la pelota. Si el municipal alcanzaba su objetivo, sacaba de su bolsillo una navaja y ante la impotencia de «los jugadores», rajaba el esférico que habitualmente era de goma. Pese a la dictadura del innombrable no nos amedrentábamos y nuestra venganza libertaria y activista era gritar los motes que les poníamos a los «gurís» como 'Chérif', 'Pasos Lentos' o 'Huevos duros'. Se sudaba en el «campo» y en los «vestuarios». Las calles de las ciudades no estaban tan desiertas como ahora, la mayoría de la parroquia no podía costearse el viajar o veranear junto al mar por el bajo poder adquisitivo. Los que hacían su 'agosto' eran los vendedores callejeros de chumbos, polos, altramuces o chufas. La heladería Los Italianos cuando abrió sus puertas en Granada prometió, y aún lo sigue haciendo, elaborar sus productos con materias de primera calidad y así les va. Hay que reconocer que un buen helado no rebaja la temperatura corporal pero produce la sensación de ser un esquimal degustando algo muy natural y sabrosón en La Gran Vía a 40 grados.
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