Constitución erosionada
La extrema polarización que atenaza cualquier pacto de Estado añade el riesgo de minusvalorar el paraguas compartido de derechos y libertades
Sábado, 6 de diciembre 2025, 22:56
El Congreso fue escenario ayer, 6 de diciembre, del aniversario anual de la aprobación en referéndum por la ciudadanía española de la Constitución de 1978, ... la ley de leyes que, junto a los estatutos de autonomía, ha definido la convivencia progresivamente normalizada del país desde la instauración de la democracia. La conmemoración oficial este 2025 del medio siglo transcurrido desde la muerte del dictador Francisco Franco debería haber servido no solo para recordar el período más lúgubre en la historia reciente de España, sino también –o sobre todo– para enfatizar el valor colectivo que representa contar con una Norma Fundamental que garantiza nuestros derechos y libertades básicos como integrantes de una misma comunidad cívica. Por más que la Carta Magna sea perfectible; que sus costuras se tensen ante reformas pendientes como las que atañen a la corresponsabilidad competencial entre el Estado y los autogobiernos de las comunidades que lo forman; o que sea preciso adecuarla a los cambios dinámicos que se van operando en nuestra sociedad, como el que motivó el último reajuste, el consensuado en 2024, para algo que hoy resulta tan evidente como la necesidad de eliminar el inaceptable término de «disminuidos» para sustituirlo por «personas con discapacidad».Que en 47 años de andadura constitucional solo se hayan consumado tres reformas evidencia hasta qué punto ha escaseado el entendimiento entre los dos partido mayoritarios, el PSOE y el PP, en torno a asuntos nucleares. Ahora, la extrema polarización que atenaza cualquier pacto en clave de Estado, con las posiciones más dogmáticas exhibiendo su ausencia en los actos de ayer en la Cámara baja, añade el riesgo de que se minusvalore lo que significa contar con ese imprescindible paraguas compartido de derechos y libertades. El presidente del Gobierno blandió ayer la Carta Magna como parapeto frente a «los nostálgicos» del franquismo, sus «herederos» y quienes «pactan con ellos» y, más allá, frente a «la internacional ultraderechista» en un momento en el que Donald Trump alienta el sectarismo populista frente a una Europa en decadencia. Pero él mismo no puede obviar la erosión que han representado sus pactos con el soberanismo que tiende a despreciar la Constitución y lo que encarna. Y respetarla también implica, entre otras cosas, combatir la corrupción y desigualdades tan flagrantes como la que evidencian las denuncias por acoso a mujeres que le interpelan.
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