El mago de 'Verano azul'
Agustín Moreno Fernández
Lunes, 11 de agosto 2025, 23:02
Hasta en el llamado turismo de «sol y playa» cabe ir más allá. En el caso de Nerja, una valiosa opción es, además, para quienes ... la vieron por televisión o la descubren hoy en internet, volver sobre los pasos de 'Verano azul'. Una serie con valores imperecederos, como la amistad, capaz de abordar temas difíciles para un público infantil y juvenil. Y entre las cuestiones espinosas, la más espinosa: la muerte, hablando en primera persona para decir que incluso en la Arcadia y en cualquier paraíso, como en el nerjeño, allí está ella. Acercarse al camposanto de Nerja para recordar el entierro de Chanquete se presenta, sin embargo, una vana empresa porque, sorpresa, no se hallará allí ningún cerro coronado por una cruz, que es lo filmado. Y es que se trataba de una escena grabada en Almuñécar. En el cementerio nerjeño de veras sí hay, en cambio, una tumba, un nicho que mezcla realidad con ficción, que pertenece a quien hizo del mago Masip, el actor vasco Sergio Arteta que, jubilado, se retiró a Nerja.
Apareció en el episodio 12, en medio de una tormenta, porque también las hay en verano, y aguan el día de playa, como en la vida, a veces, se nos aguan las fiestas. El que parecía un episodio de misterio, y también lo es, tenía un trasfondo de realidad cruda que se hace patente. El personaje fantasmagórico de un viejo y elegante casón abandonado, que resulta ser un mago en decadencia, en algún momento de su exitosa carrera, pasó del uso al abuso del alcohol, y luego a la adicción, hasta que ya ambos, simbiotizados, no se dejan. En un memorable monólogo, precedido de «su última función», con destellos del prestigioso ilusionista que fue, y del que quedan no pocos rescoldos y su esencia, se abre a Chanquete y sus amigos. Les deja ver no sólo sus miserias y sombras, sino también sus luces. Sus recuerdos luminosos, con los que quisiera reanudar una biografía truncada, en lucha con una dependencia que aún no le deja hacerlo, pero en cuyo combate nada hay aún dicho y nada nunca estuvo escrito, a no ser que quisiera autoengañarse y declararse rendido, la más funesta e inauténtica de sus ilusiones y prestidigitaciones.
Antonio Mercero no deja aquí en este capítulo el tema del alcoholismo, como tampoco la educación en valores, sin innecesarias truculencias, con delicadeza, pero sin tapujos. Lo vemos asimismo en la escena de Tito y del Piraña, visitando la taberna de Frasco para pedirle no sólo Coca Cola, sino que les venda ginebra y les llene una botella, «porque me lo ha dicho mi padre» –una artimaña de los chavales mayores del grupo, igualmente menores–. Pero al tabernero, que no le engaña nadie, ni la codicia de vender, se le ocurre decirles que no le queda. Y se niega también a servirles ron, advirtiendo, ante la presencia de un cliente bebido en estado lamentable: «no queráis empezar vosotros ya».
En 'Verano azul' se vive; se habla, se escucha y se discute; se disfruta, se experimentan y se muestran dificultades, malestares, la enfermedad y la muerte, que no descansan ni en vacaciones ni en ningún paraíso conocido humanamente. Y todos atienden, se cuestionan, aprenden, con Julia y Chanquete como amigos adultos sirviendo de puente, en una comunidad con lazos y valores inspiradores. El en otro tiempo gran Masip dejó de fabricar ilusiones como mago profesional para afrontar un reto aún mayor: recuperar la ilusión por la vida, superar la ilusión del alcohol, más que refugio, tiranía.
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