Trá trá
Cal en los tacos ·
Nuestra eterna insatisfacción se refleja también en el fútbol, donde la pelota no nos deja ser felicesNo nos cae bien nada. Resulta que puede que Rosalía actúe en Granada, en Los Cármenes, y hay quien se queja, a quien no le ... parece bien. Está lo de la mayoría silenciosa, que en granaíno vendría a explicarse como aquello de no callarse ni debajo del agua. Quizás sea la nuestra –tan bella, tan maldita– la ciudad más cainita del país que siempre aspiró a autodestuirse. Que se lo digan a Miguel Ríos con el granadinismo. No se trata de gustos, de filias, sino de decirle a los demás lo que tienen que hacer.
Se desprecia a Rosalía por choni, por apropiación cultural, que no se sabe ya si por el flamenco, por el habla o por tratarse de un concierto en un estadio de fútbol; y hasta por catalana. Hay quien pide a Lola Índigo, como si le llegase a las uñas, o a un revuelto de Los Planetas y los Lori Meyers que nunca sería lo mismo, por más que yo les quiera. Se pierde la perspectiva de lo que va el asunto: de hacer caja para que el Granada se pague sus cosas.
Esta eterna insatisfacción se refleja también en el fútbol, aunque con más excusa. No sabemos ser felices, pero porque la pelota no nos deja. Los hay que hubiesen preferido ver al Granada quedarse eliminado de la Copa del Rey por Hospitalet, Tamaraceite o Badalona antes que soñar con la final y luego quedarse a las puertas. Los equipos ganan un día y a la semana siguiente pierden, porque perder es lo normal en esto.
Ahí el Real Madrid, que creyó ganar la Liga venciendo el Clásico con sudor, sangre y otro gol de rebote de Vinicius hasta que se la pegó con el Betis. No le sirvió de nada. Ahora los béticos son felices, pero a la vuelta irán al Pizjuán. Con todo, vivimos días en los que cualquier partido podría ser el último. Sálvese quien pueda y que el coronavirus nos coja confesados.
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