Cine, con minúsculas
Cinco directores de cortos seleccionados en el Festival Ópera Prima narran su experiencia como realizadores
Inés Gallastegui
Lunes, 2 de junio 2014, 00:12
La más joven tiene 25 años y el mayor cumplió ayer 44. Unos tienen en su currículum un único trabajo y otros, un montón. Los ... hay licenciados y autodidactas, dibujantes y especialistas en audiovisual. Pero todos tienen algo en común: son directores de cortometrajes y ayer presentaron sus criaturas en el Festival Internacional de Cine Ópera Prima en el Teatro Alhambra de Granada, sección no competitiva. Sentados alrededor de una mesa, debaten sobre su presente y su futuro, pero todos coinciden en que la cosa está difícil: se ha juntado un Gobierno poco interesado en la cultura con la crisis económica, pero además ellos se mueven en un sector en el que el retorno económico es dudoso, si no inexistente. Todos sueñan con hacer una película larga, pero, de momento, se contentarían con que sus cortos llegasen al público y ganasen algún premio.
Miguel Angel Sánchez Cogolludo y Santiago Hernández, los veteranos de grupo, firman The Holo Xperience, un fanfilm de La Guerra de las Galaxias que empezaron a preparar hace casi diez años y se estrenó el otoño pasado en el Festival de Jóvenes Realizadores. Los dos son autodidactas y han volcado su saber hacer en este ambicioso proyecto, donde lo han hecho todo, desde los efectos especiales hasta los uniformes, sin olvidar la moto-jet de los exploradores imperiales. Y los dos están en paro. Miguel Ángel ha estado 14 años trabajando en la productora de animación granadina Kandor Graphics, hasta que el EREle dejó en la calle. Así que el corto, admite, es como su carta de presentación.
Óscar Girón, que forma parte del equipo organizador del Festival Ópera Prima, ha recibido varios premios por Neorrealismo, un corto de 2 minutos en el que dos africanos hablan en su propio idioma sobre cine español mientras comen. Formado en un módulo de Audiovisual en los Salesianos, Óscar se ha buscado la vida en Madrid durante años y ahora, de vuelta a Granada, sobrevive gracias a los encargos de su productora, Dos Alemanas.
David Pavón se cubrió de gloria con su primer corto, Origami, su trabajo de fin de curso para la Escuela Superior de Dibujo Profesional de Madrid, donde se marchó a estudiar animación tras acabar Bellas Artes en Granada. Ópera Prima es el festival número 87 al que acude, incluido el de Jóvenes Realizadores de Granada, donde se llevó el premio local.
La benjamina es Clara Serrano,que estudió Magisterio en Educación Infantil y Fotografía y ahora cursa el primer año en Filmosofía. Aficionada al cine y la literatura desde niña, se dio cuenta enseguida de que enfrentarse a un guion no tiene nada que ver con escribir un relato.
Todos coinciden en que hacer cortos es una forma de aprender, aunque, puestos a soñar, su aspiración es hacer cine con mayúsculas. «Es un campo para experimentar y aprender, pero también suele ser una tarjeta de presentación para llegar a hacer un largometraje», asegura Óscar.
La formación puede ser el primer problema. En Granada solo se ofertan dos titulaciones con alguna relación con el audiovisual en la enseñanza pública: la formación profesional en Imagen y Sonido y la Facultad de Bellas Artes. Para especializarse hace falta ir a un centro privado ESCO-ESCAV, Estación Diseño, Filmosofía o salir; la mayoría opta por Madrid o Barcelona.
Clara, que está encantada con su escuela, admite que «hay muchas vías para llegar al cine». Miguel Ángel aprendió todo lo que sabe en libros, DVDs y en internet, donde pueden encontrarse cursos, blogs y making-ofs de gran utilidad. «Pero es un proceso largo. La ventaja de ir a una escuela es que aprendes en un tiempo muy concentrado», asegura.
«Además estás con un grupo de gente afín con la que puedes formar equipo», apostilla Óscar, quien recuerda que, en el fondo, «todo lo que necesitas saber sobre cine se aprende en 20 minutos». «La mejor escuela es rodar», coinciden todos.
Rodar sin dinero
Y aquí se encuentran los mayores obstáculos. Es verdad que con la revolución digital, cualquiera puede hacer un corto con su propio móvil o con una cámara relativamente barata. «Yo nunca he necesitado dinero para rodar. Todo lo que necesitas es una camara y una idea asegura Óscar Girón. Cuando escribo soy consciente de las posibilidades que tengo: me gustaría hacer El Imperio contraataca 2, pero sé que no puedo».
«Hay que trabajar pensando en cómo no gastar dinero ni pagar a nadie: al final te lo curras tu todo. Eres el director, el productor, el guionista, el actor y el relaciones públicas. Tu te lo guisas, tu te lo comes», explica Santiago Hernández. En el mundo del cortometraje casi siempre se da por hecho que nadie cobra: se pide ayuda a amigos y colegas. Hoy por ti, mañana por mí.
«Yo Origami lo hice mudo para no tener que pagar a ningún actor ni el estudio de sonido», explica David. «La gente trabaja porque estamos todos en el mismo barco. Yo hice Neorrealismo sin actores, con dos senegaleses que son porteros de discoteca», añade Óscar.
Como sus colegas, este director ve «maravillosa» la democratización de la tecnología. «Lo negativo es que hay una gran cantidad de material. Se multiplica lo bueno... y lo malo», recuerda Miguel Ángel.
Y, claro, lograr que el material de uno destaque es complicado. Internet está «saturado» con este tipo de trabajos. «Esto es la jungla», afirmaGirón. Las redes sociales, una vez superada la novedad del principio, se han convertido en una vía de promoción y marketing como cualquier otra. «Te obligan a estar encima y actualizarlas continuamente; si quieres estar ahí tienes que dedicarles una hora al día», explica Clara.
El quid de la cuestión es que los cortometrajes salvo excepciones, como la de Pixar no se proyectan en los cines; ni siquiera pueden aspirar a la difícil situación de los largometrajes, por los que, aunque sean cada vez menos, los espectadores pagan una entrada. «Antes era normal que se proyectara un corto antes de cada sesión de cine», recuerda Clara, que se hizo cinéfila gracias a sus padres. Las televisiones en España, salvo la honrosa excepción de Canal Plus, no emiten cortos.
«No hay muchos circuitos comerciales en los que explotar un corto: es muy dificil darles salida. Y con la crisis es aún peor», explica Sánchez Cogolludo. The Holo Xperience, al ser un fanfilm de la famosa saga, ni siquiera puede aspirar a ser explotado comercialmente.
Así que a los realizadores de cine en miniatura solo les queda la posibilidad de ser seleccionados y ganar premios en festivales. Una tarea que también cuesta dinero. David Pavón envió Origami a 400 festivales de todo el mundo. A algunos solo se puede acceder a través de determinadas plataformas que cobran unas tasas solo por el derecho a enviar el trabajo, sin garantía de ser seleccionado.
El ejemplo de Francia
En España hay un circuito, aunque los premios son cada vez más magros. En todo caso, nada que ver con la gran afición del país vecino. «En Francia antes había un festival en cada pueblo», recuerda Óscar, quien cita el ejemplo del encuentro de Clermont-Ferrand, el mayor escaparate del mundo para este género.
«Cada vez es más difícil pasar del corto al largo», reconoce el realizador, quien cita como las últimas historias de éxito en este terreno las de Nacho Vigalondo cuyo corto 7.35 de la mañana estuvo nominado a los Oscar, Borja Cobeaga coguionista de Ocho apellidos vascos o Eduardo Chapero-Jackson que se pasó al largometraje con Verbo. «Hacer el primer corto no es difícil: tienes el apoyo de la escuela, te dan los medios... En el segundo, nadie quiere saber nada; solo yo», resume David Pavón.
Hacer películas enEspaña, aseguran todos, siempre ha sido difícil. Hacerlo bajo un Gobierno de derechas cuya prioridad no es la cultura y que no tiene especial simpatía por el mundo del cine es casi un milagro. «Es que no hay una industria del cine;esto es una aventura solitaria», afirma Girón, quien recuerda que, en Francia, la derecha y la izquierda están de acuerdo en que el cine es importante. «Aquí parece que siguen vivos los fantasmas de la Guerra Civil y el cine es una cosa de rojos», lamenta.
David Pavón explica que el Libro blanco de la animación en España, realizado por un grupo de empresarios, ofrecía una imagen triunfalista del sector que no se corresponde con la realidad ni refleja la precariedad laboral que hay en muchas de estas compañías. «Tadeo Jones funcionó, pero el éxito no es una película o dos», recuerda el joven animador, que contrapone a ese título los de Planet 51 o Justin y la espada del valor el último largometraje de Kandor Graphics, que no alcanzaron los resultados esperados en taquilla.
Tampoco el micromecenazgo es la panacea. «Los primeros que lo hicieron llamaron la atención; ya no», asegura Miguel Ángel. «Terry Gilliam dijo que prefería atracar un banco que hacer un crowdfundin, y yo estoy de acuerdo», zanja Óscar.
Menos trabas
Estos realizadores, sin embargo, ni siquiera piden ayuda económica o subvenciones;se conformarían con que no les pusieran trabas. «Si quieres financiación, necesitas ser una productora. Y montar una productora es imposible», afirma David Pavón. «Lo que es imposible es ser legal puntualiza Óscar Girón. Para pagar la cuota de autónomos necesitas tener todos los meses unos ingresos que te lleguen para eso y para vivir».
Por ejemplo, consideran injusto que las autoridades saquen la alfombra roja ante la posibilidad de que Juego de tronos se ruede en Andalucía y, en cambio, pongan todo tipo de trabas a los realizadores locales.
«Estuvimos buscando localizaciones porque toda la acción transcurre en unos bosques recuerda Santiago sobre la preproducción de su corto de homenaje a Star Wars. Basta que estés haciendo unas pruebas con la cámara para que aparezca la Guarda Civil. Hay que estar escondiéndose. Al final lo hicimos todo en una nave industrial y con fondo azul (croma)». «Todo el mundo conoce Nueva York aunque no haya estado allí, y eso se consigue dando facilidades a los rodajes. El cine fomenta el turismo», recuerda su compañero de fatigas.
Para Clara, la clave está en la educación: «Hay que crear en la gente la conciencia de que la cultura es necesaria para el ser humano».
Por lo menos, para algunos seres humanos. «Si te dedicas al cine es porque realmente lo necesitas en tu vida», asegura la joven. «Cuando alquien me pregunta qué hago, nunca digo que cortometrajes; me tomarían por loco. Digo que esto es un hobby para pasar el rato», admite Santiago. Lo resume muy bien Óscar Girón: «Dedicarse a esto es un acto de fe».
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