Un robot de compañía
Relato de verano ·
José Manuel Rodríguez de Haro
Viernes, 23 de agosto 2019, 10:14
Ayer me llegó el nuevo robot de compañía que me han asignado tras la evaluación del Comité Valorativo de la Soledad. Después de dos fracasos ... consecutivos en mis relaciones, los expertos han decidido que lo mejor es que me sea dada una compañera femenina artificial. Yo espero ansioso esta nueva relación, con el convencimiento casi pleno de que esta vez sí que va a funcionar bien, pues todo ha sido minuciosamente te-nido en cuenta para que nada falle. Los cálculos de compatibilidad, hechos según los datos recabados de los tests que me hicieron de personalidad, han sido procesados por uno de los más modernos y potentes ordenadores orgánicos que existen.
Tengo que decir, en honor a la verdad, que antes de llegar a esta solución artifi-cial se precisa haber demostrado que realmente las relaciones humanas no pueden fun-cionar. Yo, sin embargo, solo he tenido dos relaciones estables y duraderas, algo que llamó mucho la atención del Comité. Llegaron incluso a someterme a la máquina de la verdad, pues no se creían lo que les había contado: solo dos relaciones consumadas.En el mundo en el que estamos hay más de nueve mil millones de personas, de las cuales aproximadamente cinco mil millones son mujeres. Yo solo he tenido acceso íntimo a dos de esas féminas. Por eso es por lo que el Comité no podía creerse mi escasa sociabilidad con el otro sexo. Es posible que se deba, como dicen ellos, a que nosotros, el sexo débil, esperamos a que sean ellas las que den el primer paso.
Todos estos son los precedentes que me han llevado a solicitar ayuda psicológica al Comité, tras casi cuatro años de soledad y sequía sentimental y sexual. Ha sido el organordenador el que ha determinado que ya las relaciones humanas no son la solución para mi vida, sino un robot de última generación, de sexo femenino. El problema es su alto precio y la forma de financiarlo, pero, gracias al ultraprotector Estado que cuida de nosotros, he podido acceder a un crédito social financiado por la Asociación Taoísta para la Caridad Sexual.
Me preguntaron que qué aspecto físico deseaba para mi nueva pareja. No lo dudé y les hice llegar sendas fotografías de mis anteriores mujeres. Dejé bien claro que deseaba las curvas de la primera y la estatura y el rostro de la segunda. Me dijeron que solo se me permitía opinar sobre su apariencia física, pues su carácter y condición eran algo que determinaría el cálculo científico que había hecho un superordenador.
Ayer, nada más llegarme el paquete con mi nueva adquisición, lo abrí con cierta ansiedad y precaución, no fuera que lo pudiese dañar con mis torpes dedos nerviosos. Y era tal y como me la había imaginado. Un poco más baja de estatura que yo, con el pelo rubio, los ojos claros pero marrones y unas generosas caderas y un trasero caído para arriba, como los que siempre me han gustado. Aunque venía con un voluminoso libro de instrucciones, ponerla en funcionamiento ha sido sencillísimo. Simplemente apretar el botón de encendido y ya está. Sus primeras palabras han sido:
–Papá, te quiero.
Luego me he dado cuenta de que tenía que haberme parado un poco a leer el manual, pues la muñeca es polivalente y hay que ir recorriendo sus menús para obtener lo que se está buscando.
–Elija la opción que desee: a) Hija, b) Esposa, c) Amiga, d) Vecina del quinto.
(Marco la opción d) Vecina del quinto, a ver adónde me puede llevar).
–a) Se siente atraída sexualmente por usted, b) Solo desea entablar una conversación amigable, c) Requiere de usted simplemente un poco de sal y de perejil, d) Viene a proponerle una salida ocasional de esparcimiento.
(Elijo, naturalmente, la a), pues son muchos los meses de abstinencia).
–Su nueva relación está disponible para interactuar. Queda advertido de que este mo-delo tiene la capacidad de aprender de su entorno y de reaccionar en consecuencia. Si aún no se siente preparado para afrontar esta situación y los riesgos que ello pueda conllevar, le aconsejamos que marque la casilla No te llevaré la contraria en nada y estaré siempre dispuesta a satisfacer todos tus deseos.
Marco la casilla sugerida, la dejo actuar y es entonces cuando empieza un diálogo que en nada me resulta artificial.
–Buenos días, vecino. He llamado a su puerta porque he creído oír un ruido molesto en su dormitorio, como de algo que se resquebraja. Me ha preocupado, le tengo estima y deseo poder ayudarle en lo que pueda. Tengo experiencia con grietas en las paredes, así que, si le parece bien, pasemos al dormitorio para examinar el origen del ruido.
–Está bien –respondo–. Adelante, pues.
Y entonces empieza a agacharse y a dejar entrever unas sabrosas nalgas que me hacen olvidar que se trata de un ente artificial. ¡Dios mío, parece tan humana! Le doy dos pal-madas en el trasero y ella no parece molestarse. Lo que sigue después no lo cuento por si hubiera niños pequeños leyendo este relato.
–Eres mi primer y único hombre en mi vida –me dice con total sinceridad–. Me alegro de haberme reservado para ti, cariño. Vendré a visitarte siempre que lo necesites y me lo pidas.
Le pido entonces que no se vaya, que yo lo que realmente quiero es que sea mi compañera, que me saque de mi sempiterna soledad. Ella pone cara de circunstancias y me sugiere que lea un mensaje escrito que está a punto de proyectar sobre la blanca pa red del dormitorio:
Este requerimiento excede mis posibilidades actuales de programación. te lo hago saber por escrito y no de viva voz para que lo leas cuantas veces creas necesario y lo entiendas bien. el sistema no me permite convivir a diario con humanos, pues la complejidad de las relaciones haría que mis circuitos se recalentaran excesivamente.
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