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Relatos de verano

El payaso y la trapecista

josé vaquero sánchez

Jueves, 28 de julio 2022, 00:06

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Ya no escucho la ovación del público en las gradas ni el eco de las fanfarrias. Viejo y cansado, acompañado de mi ajada y descolorida ... maleta, he llegado, a media mañana, a la aldea marinera de mi amada esposa. Me apeo del viejo autobús y me dirijo al único alojamiento de la pequeña localidad. En la cama de la habitación que me han asignado dejo mi maleta, salgo de la fonda y camino a la eterna morada de mi cónyuge. De las dos vías que tiene el pueblo para acceder al camposanto, elijo la del litoral. Solo se puede recorrer a pie, pero es un espectáculo hacerlo. Camino por un sendero cuajado de acacias a un lado y otro del mismo. Una brisa fresca mece sus hojas y unos llamativos jilgueros gorjean saltando de rama en rama. La melodía compuesta por sus trinos me produce un placer inefable. Dejo el sendero y sigo andando por la arena de la playa. Las aguas destellan y danzan bajo la caricia del sol. Y gaviotas de alas blancas descienden hasta rozar su superficie. Ya veo el cementerio en un altiplano próximo. Un pequeño pedazo de tierra, resguardado por hortensias y camelias, que mira eternamente al mar. Asciendo por la vereda que conduce a él. Entro y me acerco a la tumba de mi esposa. Lloro y rezo por su alma. Luego, regreso a la pensión. Allí moraré hasta que la Parca me lleve y me entierren junto a ella. Subo a mi habitación y deshago mi maleta. Es un equipaje ligero, pero en él va mi vida. Al explorarlo, he recordado los hechos más significativos de ella:

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