La casita azul y blanca cumple 100 años
El carmen donde vivió Falla descubre su historia. Una exposición en el Auditorio y un proyecto para restaurar su jardín marcan el presente de una vivienda emblemática
José Antonio Muñoz
Granada
Miércoles, 8 de diciembre 2021, 01:00
En apenas unos días, se cumplirá el centenario de la llegada de Manuel de Falla al Carmen de la Antequeruela, ya para siempre ligado a ... su figura. Una casa que, tras un siglo, sigue conservando algunos de sus enseres más queridos, incluyendo su piano, y cuya importancia crece aún más, si cabe, merced a la exposición '...Su casita azul y blanca', comisariada por José Vallejo, y que puede verse hasta el próximo 9 de enero en el Auditorio Manuel de Falla. Paralelamente, aprovechando esta misma efemérides, existe interés por parte de Gegsa y del Ayuntamiento de Granada para llevar adelante un proyecto de rehabilitación de los jardines, que devuelvan a estos al estado que refleja la emblemática foto que acompaña estas líneas y cuyo anteproyecto fuera redactado en 2019 por la tristemente fallecida paisajista Ana Ibáñez, Carmen Barrós y Francisco del Corral, estos dos últimos profesionales del estudio WaterScales.
Como afirma José Vallejo, la idea de esta exposición partió de Elena García de Paredes Falla, gerente del Archivo. «Adiferencia de otras, basadas más en su vida y obra, esta es mucho más doméstica. Muestra cómo vivía una persona normal y corriente, con las mismas angustias que podemos tener todos», comenta. La exposición se inaugura con una carta de Leopoldo Matos, amigo y 'banquero' de Falla, en la que trata de disuadirle de que se instale en Granada, porque, aunque la ciudad sea bonita, no es el mejor sitio para proyectarse al exterior. Afortunadamente, el músico no le hizo caso, y alquiló la casa tras vivir en la calle Real de la Alhambra. Zuloaga fue quien le sugirió que pintara los muebles de azul y blanco, tarea que hizo Ramón Carazo, y Adolfo Salazar fue quien acuñó la frase que da título a la exposición. Famosa es también la frase de Salazar, publicada en 1930, con la lista de autores que importaban algo en el panorama musical de la época, y que termina con la frase: «... y Falla, desde su casita de la Antequeruela, hace danzar al mundo en torno suyo».
Los propietarios del carmen cuando Falla lo eligió como vivienda eran la familia Porras y Arroyo, parientes de Francisco Ayala. En la exposición puede verse el contrato de alquiler, el traslado de recibos de la luz... Esas pequeñas curiosidades que permiten al visitante acercarse a la figura del maestro desde otra óptica.
La mudanza comenzó el 2 de enero de 1922, un año emblemático para Granada. Así, la primera gran gestión que hizo desde su nueva vivienda fue la organización del Concurso de Cante Jondo. Mientras, la vida seguía, y había que pagar la confección de las cortinas, el carbón para el hogar... Aparece también una de las grandes constantes del carácter de Falla, que es su gran meticulosidad, por ejemplo, en el régimen de comidas, detallado en uno de los documentos expuestos. Igualmente cuidadoso es con sus finanzas, donde refleja pérdidas y ganancias mensuales, y detalla incluso el dinero que destina a limosnas, reflejo de su proverbial generosidad, especialmente para los más desfavorecidos: las Hermanitas de los Pobres, la parroquia...
Esa misma generosidad le lleva a construir un pequeño refugio en el año 1937, ya iniciada la guerra, oficialmente para protegerse de posibles bombas, pero al parecer, con el objetivo de esconder, eventualmente, a amigos perseguidos. Ya pesaba sobre él, sin duda, el asesinato de Lorca, uno de los detonantes de su partida. Especialmente emotivo es el último recibo del alquiler, testimonio de una partida sin retorno.
El carmen sin Falla
Desde ese momento, contado en otro de los documentos de la exposición donde se detalla quiénes estuvieron presentes, se cuenta la historia de la casita sin la presencia física de Falla, pero con su vivo recuerdo. Su íntimo amigo Pedro Borrajo, quien quedó como guardián de sus enseres, aboga, ya cuando el maestro había emprendido el camino de Argentina, por su vuelta, e incluso afirma que «a la actual inquilina se la puede contentar alojándola en un hotel». Tal era el deseo de que el compositor retornara a Granada.
A la muerte de Falla, en el mismo funeral que le organizaron los amigos más íntimos con total discreción, surgió la idea de convertir el carmen en una especie de santuario que recordara el paso del maestro, y todo lo bueno que allí ocurrió. En 1947 comenzó a hablarse de la casa museo, y en los años 60 ya tanto el Ayuntamiento como Maribel Falla empezaron a buscar el modo jurídico de articular un recuerdo que hoy pervive con más fuerza que nunca.
Precisamente, para proteger ese recuerdo y devolver el antiguo esplendor ornamental a la casa, existe el proyecto de recuperación de los jardines. Un estudio concienzudo y completo, razonado, «que respeta de forma escrupulosa el paisaje de Granada». Sería una gran oportunidad, coincidiendo precisamente con el centenario de la vivienda, para realizarlo, recuperando, no solo el aspecto de los jardines, sino las especies originales. José Luis Carmona, director de Gegsa, valora positivamente la idea y afirma que «la apoyamos, y vamos a poner de nuestra parte el máximo interés para que se lleve a efecto en este año tan emblemático para Granada».
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