«Se juntaron muchas emociones y con un final que ni en mi mejores sueños podría haber sido así»
El último diestro surgido de la Escuela Municipal Taurina de Almería habla sobre lo vivido el día de su alternativa
Tiene sólo 23 años, pero parece como si el hecho de jugarse la vida cada tarde le haya hecho madurar y tener bastantes más años ... que los que muestra su DNI. Jorge Martínez vivió el pasado lunes, sin ambages, el mejor día de su vida, puede que de un modo tan rápido que contrasta con la parsimonia y pasividad con la que se expresa ante las situaciones difíciles que le plantea un toro en ese cara a cara jugando con la vida, con la muerte merodeando, y es que ni en la vida ni en el toro las prisas son buenas consejeras. Torear es su vida desde temprana edad, una máxima en sus formas y consciente, desde entonces, de que la convicción en lo que persigue es el primer paso para conseguir los sueños. No se define como persona supersticiosa. Conscientemente no hace las mismas cosas cada día porque también se basa en la conciencia para advertir de que su trabajo lo hace ante un animal en movimiento que no atiende a órdenes, del mismo modo que no sale a la plaza con una faena premeditada. Siempre se ha dicho que en la tauromaquia, el torero propone y luego llega el toro y lo descompone. Sí es cierto que tiene esa magia en la cabeza y en las manos que le permiten adaptarse a los imponderables.
Jorge Martínez tomó la alternativa el pasado lunes y lo hizo dando un golpe en la mesa. Su toreo no tiene estridencias, es pausado en la plaza del mismo modo que se expresa tomando un café. Habla con exquisitez, mostrando en la calle la misma madurez con la que se expresa en el ruedo. Inconscientemente mide las palabras a la hora de hacer una entrevista como mide la distancia a la que debe poner una muleta para sentirse dominador, sin parecer que lo es. Puede que haya tomado la alternativa en el momento oportuno, justo cuando el toreo empieza a quedarse huérfano de figuras. Y él puede, porque su expresión con percal y franela ayuda a pensar que no es casual que haya pisado el albero de plazas difíciles que examinan al detalle como una calculadora cada 'cuenta', cada pase, cada lance para dictar sentencia, si no gusta queda avisado, pero si gusta… ¡ay! si gusta… Madrid le concedió dos premios como novillero en mayo y al final de temporada. Jorge era, sin error a equívocos, el mejor novillero que pasó por Las Ventas. La Maestranza le repitió, toreó en Vista Alegre en Bilbao donde los novilleros se enfrentan a novillos que son toros en cualquier plaza de segunda, o en Pamplona. Su futuro está en sus manos. No se triunfa sin esas particulares formas, con tanta clase como lo demostró en Almería, su casa, donde ha crecido como torero y también como persona. No es posible el triunfo en la plaza si en la vida eres esquivo a no coger el toro por los cuernos.
–Ha pasado poco de un día que me figuro que para ti habrá sido el más feliz de tu vida.
––Podríamos decir que sí, que fue un día que se juntaron muchas emociones, muchos sueños cumplidos y con un final que yo creo que ni en mi mejores sueños podría haber sido así.
–¿Y cómo te preparaste para ese día tan especial?
–Bueno, la preparación la afronté de la misma manera que cualquier otro festejo. No quise meterme mayor presión de la que ya de por sí llevaba. Entonces lo encaré con la misma responsabilidad, con la misma mentalización, la misma preparación física que si fuese otro festejo..
–Pero me figuro que el día de antes sí querría estar solo, por lo menos las horas previas al festejo.
–Bueno, como siempre he estado. Siempre he tratado de llevar la misma rutina y una vez que como, es verdad que me gustaría subirme a la habitación, estar solo, pensar en lo que tiene que suceder esa tarde, pero ya no porque fuese la alternativa, sino porque cada vez que toreo me gusta hacerlo así.
–¿Viste la faena antes de salir a la plaza?
–Uno siempre sueña, se imagina 20.000 veces la faena, pero nunca es al final como uno quiere porque dependes de un animal que es el que te tiene que guiar por dónde tienes que ir y entonces llevar una faena preconcebida a la plaza no sirve de nada porque al final llega el toro y te rompe todos los esquemas.
–Fue una tarde difícil porque empezó con la cruz en el primer toro, a pesar de que lo dominaste, le hiciste la faena que el toro precisaba, en un lugar tan difícil como en su terreno, en las tablas, y sobre todo una tanda de naturales brillante.
–Pues lo que es torear disfruté mucho ese primer toro.
–¿Más que el segundo?
–Sí, lo que es el toreo sí, me dejó sentirlo más porque el ritmo con el que me vestía, la despaciosidad, lo bien que colocaba la cara, las dos primeras tandas de naturales sobre todo fueron de dulce. Tenía una embestida de muchísima clase y me permitió conseguir muletazos que entreno todos los días por si algún día en la plaza puede salir. Y entonces con ese toro mientras duró en los medios y me aguantó lo disfruté mucho. Cuando ya se rajó no me quedaba otra que llegar a donde él quería y plantarle cara porque soy un torero que está empezando, el toro de mi alternativa, y no podía guardarme nada.
–El hecho de fallar con la espada ¿te metió más presión para encarar al segundo toro?
–Bueno, no, la verdad es que no fue algo que me presionase más. Tenía claro que tenía que triunfar, hubiera cortado en el primero una o dos, ninguna, como fue en este caso. Yo sabía que en el segundo tenía que salir con la intención de triunfar, de cortar las orejas y, bueno, así fue.
–La del segundo toro fue una faena también para tenerla siempre en la memoria.
–Sí, porque se juntaron tantas emociones, como escuchar a la plaza rugir con mi toreo, cómo llegó la emoción que yo sentí en ese momento, llegó al público, pues me llenó mucho. Y cuando le pegué la estocada y escuché a la plaza toda en pie y pidiendo las orejas son momentos que se guardan en la memoria y nunca voy a olvidar.
–¿Lo habías visto algo así alguna vez, en Almería por ejemplo?
–Bueno, recuerdo un delirio que se creó con Talavante en una faena en el 2015, que aquello fue apoteósico, incluso superior a lo que pasó conmigo. Pero cuando lo vives tú en tu propia persona y lo vives siendo tú el protagonista en el ruedo, pues se te pone la piel de gallina y no te cambias por nadie en ese momento.
–Esa tarde tú eras toricantano, fue la primera vez que toreaba un toro, pero es que también Juan Ortega era padrino por primera vez. ¿Qué te dijo Juan?
–Las palabras exactas van a quedar un poco para mi intimidad, pero sobre todo que me deseó toda la suerte del mundo y que cualquier decisión que tomase en mi carrera que la tomase con todas las consecuencias y con la mayor verdad posible.
–¿Y Roca Rey te dijo algo?
–Cuando llegó al patio cuadrillas se acercó a mí para desearme suerte y me dijo: 'yo no digo ninguna palabra en la ceremonia, pero te deseo que disfrutes la tarde, sobre todo eso, que disfrutes y que tengas mucha suerte'».
–¿Y quién disfrutó más, tú o la familia que estaba en el tendido?
–Bueno, yo creo que la familia disfrutaría cuando ya me viese dando la vuelta al ruedo con las dos orejas. Yo creo que en ese momento es cuando empezaron a disfrutar.
–Y me figuro que también con la puerta grande porque atravesar esa puerta por la que has entrado tantas veces a pie para entrenar, abrirla para salir a hombros es algo que es difícil de explicar.
–No hay palabras para describirlo, porque cruzar una puerta grande conlleva mucho esfuerzo, mucho sacrificio y cuando se consigue y ves la salida, cómo estaba repleta de gente la puerta grande, con el cariño con el que me trataron, pues es inexplicable.
–Las dos orejas las coges y miras al cielo, ¿por algún motivo especial?
–No. Fue simplemente como decir lo he conseguido. He llegado hasta este punto, he conseguido mi sueño de ser matador de toros, mi primera puerta grande como matador. Un simple gesto de decir lo he logrado.
–Hay un camino largo por delante, pero también hay un camino largo por detrás. En ese camino largo, mucha gente te ha apoyado. Especialmente para ti, ¿quién tiene más culpa de este éxito y de los éxitos que pueden venir?
–Bueno, me ha ayudado infinidad de personas. Seguramente me dejo muchísimas en el camino sin nombrar. Pero me quedo principalmente con mi familia, con mi madre, siempre me ha apoyado desde el primer día que le dije que quería intentar ser torero y, por supuesto, como no, Ruiz Manuel. Empezó siendo mi profesor en la escuela, ahora mismo me ha apoderado y es la persona que tiene gran parte de culpa de que el día 21 cumpliese el sueño de ser matador de toros.
–¿Sueñas con otro capote?
–Cada vez que uno se anuncia en una feria como la de Almería y sabiendo que ese premio esta ahí, sueña con ganar el capote.
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