«Antes estaba sola pero podía hacer mandados, ahora ni siquiera eso»
El aislamiento ha traído más soledad para muchos mayores. Unos lo toman «lo mejor que se puede» y otros se declaran «desesperados»
Detrás de cada ventana, en los bloques de pisos que dibujan el horizonte de la capital, y de los pueblos más grandes. Y detrás de ... cada puerta, en los pueblos más pequeños, hay una historia. Una historia que narra una manera u otra de afrontar esta cuarentena forzosa. Unos con más fortaleza y otros con más dificultad. En este último grupo están una buena parte de los mayores, que viven solos, que ya sufren la soledad en circunstancias normales, y que ahora, sin poder siquiera salir a comprar, y sin poder recibir visitas, se ven más solos que nunca.
Antonia García Cubillo tiene 82 años y vive en Mancha Real. «Todo esto lo estoy llevando de la mejor manera que puedo. Antes estaba sola, pero hacía cuatro mandados, ahora no puedo salir siquiera a la compra, solo puedo estar en casa», explica.
Antonia tiene tratamiento con Sintrom y cada semana tiene que ir al hospital a sacarse sangre. «La semana pasada me lo hicieron dentro del coche, no me dejaron ni bajarme», cuenta, y esta semana, a sus familiares les pidieron que le fabricaran una mascarilla con tela, para ella y para su acompañante, para que accedieran al hospital con algo más de protección.
Tiene cinco hijos, de ellos cuatro viven en Mancha Real y una en Barcelona. «La compra me la hacen ellas, yo no quiero que vengan, ni ellas, ni los nietos, ni nadie. Yo se que si estoy bien ellas van a estar bien. La verdad es que están ellas más preocupadas por mi que yo misma. Lo que hacen es que una de ellas me trae la compra, me la deja y se va. Si me pasara algo o me pusiera mala, las llamaría», cuenta Antonia.
«De momento no me aburro, tengo miles de haciendas: hago punto, hago croche, hago la comida. Todo esto tenemos que tomárnoslo con resignación, lo malo son los que han perdido la vida», reflexiona.
Luisa Jiménez Delgado tiene 86 años, y dice abiertamente que está «desesperada» con este aislamiento. Se le junta que no puede salir de casa (antes ya lo hacía con mucha dificultad), que sus hijos no pueden visitarla, y que de un tiempo a esta parte, por sufrir vértigos, ha empezado a usar el andador, incluso dentro de casa. Además «tengo bronquitis asmática», y lleva muchos años sufriendo enfermedades propias y de familiares muy cercanos, que la han dejado 'tocada'. «De ánimo estoy regular, la verdad».
Luisa vive en el Polígono del Valle, en la capital, «en un piso que no es muy grande, pero para mi sola tengo más que suficiente», asegura. En estos últimos días se ha entretenido en limpiar un armario «en el que todavía había cosas de mis hijos. Ya lo he preparado todo para que se lo lleven, así cuando me muera tendrán menos cosas que tirar», dice medio en broma, medio en serio.
Lo positivo es que «mis hijos me llaman todos los días, y el menor me llama dos o tres veces, para que no me aburra».
Manualidades 'on line'
Nani Gutiérrez trabaja desde su casa para tratar de que algunas de esas mujeres mayores, que viven solas, lleven este 'trago' lo mejor posible. Ella es la monitora de un taller de manualidades del centro de pensionistas Maristas II de Jaén, que depende de la Junta de Andalucía, y que se cerró, como todos los centros de esas características cuando comenzó a recrudecerse esta crisis sanitaria.
«En mi taller hay muchas personas muy mayores, que están en el grupo de riesgo, y que viven solas y están mal de ánimo», cuenta Nani, que en este encierro ha aprendido a hacer videollamadas para conseguir mantener el taller de manualidades viv. «Me gusta aprender de todo y yo les he enseñado a ellas. En el taller somos 30 y el otro día hicimos videollamadas de cuatro en cuatro. Lo primero que les dije antes de empezar es que teníamos que pintarnos y ponernos guapas. Lo que quiero es que no se aburran, que tengan una motivación y que estén entretenidas»
Una de las manualidades en la que están trabajando, cada una en su casa, es en la fabricación de mascarillas con papel de pinocho. «Es algo simbólico, ellas las pueden usar si tienen que ir a bajar la basura o algo así». Nani piensa que cuando todo esto termine, todas las que hayan fabricado, las podrán donar a asociaciones o ONG, también como algo simbólico.
En el taller «hacíamos muchas manualidades con material de reciclaje, como botellas de agua, revistas, bolsas de basura, cosas que tienen en casa, así que las animo a que sigan haciéndolo».
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