«Gracias a Dios solo estuve tres días en la calle buscando trabajo; no quiero ayudas»
A Daniel le echaron de su casa al cumplir los 18 años y ahora vive en un piso de Calor y Café, donde ayuda en el almacén y recibe orientación laboral
I. Gallastegui
Granada
Sábado, 15 de noviembre 2025
Daniel estrenó su mayoría de edad en la calle. Había terminado la ESOy un ciclo de formación profesional básica de Electricidad y Electrónica y estaba ... buscando trabajo cuando su familia lo echó de casa. «Problemas familiares», explica, lacónico. «Gracias a Dios solo estuve tres días en la calle, buscando trabajo. No dormí; algo dentro de mí se negaba. No terminaba de creérmelo», recuerda.
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Durante ocho meses se alojó en la Casa Madre de Dios, de la Fundación Diocesana de Casas de Acogida para personas sin hogar, y desde hace dos años vive en el piso de Calor y Café, donde colabora trabajando en el almacén y en el reparto de alimentos a las familias necesitadas, mientras se forma y busca trabajo sin descanso. La asociación, que ayuda a personas sin hogar, ha hecho una excepción con Daniel –«Es un primor y nos ayuda en todo», dice su responsable– y ha extendido los plazos habituales de acogida en su piso porque el joven está en lista de espera del Centro de Valoración de la Discapacidad para obtener un certificado que le facilitará encontrar un puesto de trabajo.
Daniel sabe que el mercado de la vivienda está complicado y que una habitación en un piso compartido le costaría unos 400 euros al mes. De momento está a gusto en el piso de Calor y Café. Los miércoles, los residentes del piso de acogida –entre tres y cinco, según las épocas– bajan con su 'lista de la compra' y se llevan del almacén alimentos y otros productos donados por supermercados. Se hacen la comida y se turnan con las tareas de la casa.
Si necesitan ropa, la piden al ropero de la asociación, que ofrece también a las personas sin hogar desayunos y meriendas, lavadora y ducha, servicio de enfermería, trabajadora social y orientación laboral.
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Tirando de ahorros
«Encontrar trabajo está complicado», reconoce Daniel, que va tirando de los ahorros que ha hecho en pequeños trabajos temporales en supermercados, colocando placas solares y en la campaña de la aceituna en Córdoba. Sigue buscando puestos en empresas de limpieza, como carretillero o mozo de almacén y en el sector de la electricidad. «Estoy dispuesto a aprender», afirma.
No cobra ninguna ayuda –«Me gusta ganarme las cosas. Quiero trabajar. Que te den un dinero porque sí no me gusta»– y no echa de menos ningún capricho. «No me queda otra hasta que no encuentre trabajo y un estudio o un piso», explica el joven, que reconoce que con los precios actuales de la vivienda y sin trabajo, sus ahorros se agotarían en un par de meses. «Lo único que pido es tener un trabajo estable», concluye.
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