El Convento de las Vistillas de Granada será un templo budista
La orden Nueva Tradición Kadampa compra por 2,5 millones de euros el inmueble, que contará con centro de meditación, cafetería y jardines abiertos a la ciudad
Sólo un puñado de personas sabía que el venerable monje tibetano Gueshe Kelsang Gyatso Rimpoché eligió una humilde casa de Granada para vivir sus últimos ... años. Kelsang inició a finales de los 70, en Londres, la Nueva Tradición Kadampa (NKT), una ramificación del budismo que se oficializó en 1992 y que hoy cuenta con más de mil centros repartidos por el mundo, veinte de ellos en España. En 2021, el monje pidió a la orden que encontrara un sitio especial, un lugar que devolviera la enorme generosidad que había recibido de la gente de Granada. ¿Qué es un lugar especial?, le preguntaban sus alumnos mientras buscaban por todas partes. Gueshe Kelsang falleció el 17 de septiembre de 2022, tenía 91 años. Unos meses después, sus discípulos encontraron el Convento de las Vistillas, en el Realejo, y supieron que ese era el lugar. Lo compraron por 2,5 millones de euros.
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El Convento de las Vistillas se vació en febrero de 2018, tras 500 años ejerciendo como vecino ilustre de la calle Molinos. Sus últimas inquilinas fueron las monjas de las Madres Clarisas, que vivieron allí, en clausura, hasta que ellas mismas cerraron sus puertas. En 2019, un grupo inversor de Granada compró el inmueble de más de 3.000 metros cuadrados construidos en tres plantas, con 37 habitaciones –celdas–, cocina, comedor, campanario, capilla y varios jardines envidiables a pie de la Alhambra, sobre el río Genil, mirando a Sierra Nevada. «Este lugar nos enamoró. Está en plena ciudad, pero aquí, con estas vistas y este silencio tan impensable, parece que estamos de retiro en la montaña».
Tania Sanz (San Sebastián, 45 años) es la representante en nuestro país de la NKT, presidenta de la Federación de Budismo Kadampa de España (FBKE), directora del Centro de Meditación Kadampa de Alhaurín el Grande y, desde hace nada, la responsable del proyecto del Centro de Meditación Kadampa que se instalará en el viejo Convento de las Vistillas. «La compra de esto –Sanz abarca con sus brazos el enorme ancho del edificio– no es normal. Los beneficios de todos los centros del mundo van a un fondo común, el Proyecto Internacional de Templos. A través de ese fondo hemos adquirido el lugar y vamos a financiar la reforma de la planta baja y de la primera».
El maestro Gueshe Kelsang Gyatso Rimpoché pidió, antes de morir, que encontraran «un lugar especial» en Granada
Sanz y su equipo supo, nada más pisar el convento, que no encontrarían «un lugar más especial». «Tenemos la inmensa fortuna de que esto era un sitio religioso y nosotros somos una entidad religiosa. Realmente las cosas están como nosotros las habríamos puesto». Así, la iglesia será su sala de meditación y la sacristía, el espacio para que los maestros preparen sus ofrendas. «Y la distribución física es ideal, dudo que el Ayuntamiento pudiera encontrar un proyecto menos invasivo, lo único que queremos es traer el siglo XXI al lugar: instalaciones eléctricas, fontanería… del resto no vamos a cambiar prácticamente nada».
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El plan de la Nueva Tradición Kadampa es abrir de par en par las Vistillas. «Aquí no preguntamos a nadie qué es o qué cree. Estamos abiertos al público y lo que ofrecemos es para todos», indica Sanz. El centro dará clases de meditación gratuitas y, también, cursos dirigidos de pago. Habrá una cafetería con horario comercial que dará acceso a los jardínes. «El que lo desee podrá venir, tomar un café, hacer una ruta por el edificio y disfrutar de las vistas sin necesidad de entrar a las meditaciones u oraciones. Va a ser un sitio estupendo», sonríe la directora.
El proyecto arquitectónico
Sanz espera en el recibidor del convento, junto a la gruesa puerta de madera. «Los granadinos no han estado aquí dentro. No saben lo que les espera y creo que les gustará descubrirlo». En ese momento, suenan las campanas y aparece el arquitecto granadino Luis Manuel Martín-Ferrer, del estudio Guía Consulting. «Un edificio tan emblemático como este, a nivel de rehabilitación, no sé si vendrá algo mejor en el futuro… pero a día de hoy es el proyecto de nuestra vida».
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Martín-Ferrer fue el arquitecto del templo de Alhaurín el Granada, nada menos que el mayor templo budista de Europa, una obra colosal por la que recibió de las manos de los Reyes de España el Premio de Arquitectura Macael Europa 2022. «Aquello fue un reto enorme, pero este será un reto doble porque aquí están nuestras raíces», dice Martín-Ferrer mientras camina por los largos pasillos del convento. «Es un edificio de una dimensión importante, con más de 3.000 metros cuadrados construidos. La parte histórica, la crujía paralela a calle Molinos, data de principios del siglo XVI y se conserva muy bien. Es uno de los edificios más históricos de Granada, lo que le dota de una catalogación y una protección especial a la que seremos indiscutiblemente sensibles».
El estudio de Martín-Ferrer está reconstruyendo la historia del viejo convento y cómo se ha ido transformando a lo largo de los siglos. «Fue hasta un edificio de uso industrial», indica. «Mantiene los patios y los jardínes posteriores que lindan con la muralla antigua de la ciudad, por la Acequia Gorda, con vistas preciosas hacia el río Genil. Y hay un silencio que sorprende con una orientación sur que lo hace espectacular; es un punto especialmente privilegiado».
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La filosofía del proyecto arquitectónico, que se presentará antes de que acabe el año en el Ayuntamiento, es «adaptar las necesidades al edificio y no al contrario», destaca Martín-Ferrer. «Será una intervención desde el máximo respeto al edificio». «Sin embargo –añade–, vamos a recuperar elementos distorsionados, pequeñas intervenciones que las religiosas hicieron para cubrir necesidades concretas y que son, quizás, las obras más desafortunadas».
Si todo sigue su cauce –tramitaciones, comisiones de patrimonio, informes favorables, estudios arqueológicos...–, el estudio calcula que será una obra que rondará los dos o tres años. «Ojalá para 2026».
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Un lugar espiritual
Hay algo ciertamente especial en atravesar las puertas del convento, en pasear por el otro lado del torno, por el comedor, junto a las criptas y, claro, por la iglesia, ya desacralizada. Una iglesa muy querida por los vecinos del Realejo, desde donde partía la procesión de la Virgen de los Ángeles, patrona del barrio. Allí, rodeados por ese silencio tan característico de los lugares de culto, los estantes están vacíos de altares e imágenes católicas.
«Nunca sabes cómo va a respirar alguien que tuviera un aferramiento especial a este lugar y que pensara que no pudiera ser otra cosa. Solo puedo decir que este sitio va a ser abierto, súper respetuoso y, si se le tenía aprecio al lugar, nosotros lo vamos a cuidar muy bien –reflexiona Sanz–. Aquí se va a meditar y a rezar por la paz en el mundo, que es lo que se hacía antes pero desde otra tradición. Seguirá siendo un lugar dedicado a la espiritualidad».
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No obstante, son conscientes del temor, de los posibles prejuicios que pueda provocar la noticia del nuevo centro budista. «Somos personas muy normales, nuestro maestro fundador, Gueshe Kelsang, tenía una mente extraordinaria. Él se preguntó cómo era la sociedad y qué podíamos hacer para ayudar. No venía a cambiar a nadie. No habrá gente cantando en la puerta, somos lo más normal del mundo. La inmensa mayoría de los miembros de la NKT son personas laicas con familia, con un bagaje cristiano pero que han conocido la meditación y les ha gustado. No es gente distinta a tus vecinos».
«Va a ser abierto, súper respetuoso y, si se le tenía aprecio al lugar, nosotros lo vamos a cuidar muy bien»
Sanz y Martín-Ferrer ascienden por las escaleras hasta una habitación ubicada sobre la iglesia, con vistas a lo que era el altar. En la pared hay un retrato del monje tibetano fundador de la Nueva Tradición Kadampa. «Esta será la habitación dedicada a Gueshe Kelsang. Traeremos aquí sus cosas:su sillón, sus libros, sus muebles...». Luego, arquitecto y directora continúan su ascenso hasta lo más alto del edificio, el impresionante campanario desde el que se aprecia a las mil maravillas las entrañas de la cúpula de la iglesia. «Este es un lugar especial», dice Martín-Ferrer. «No se me ocurre qué puede ser más especial que esto», termina Sanz.
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