Alberto Vargas, el mejor profesor

Los estudiantes de segundo de Farmacia aplauden al docente de la UGR que lleva 46 años formando a farmacéuticos y se ha adaptado a la enseñanza on line de forma ejemplar

Jueves, 24 de diciembre 2020, 00:26

«Eres el mejor profesor». Fueron las palabras escritas en varios folios y enseñadas a cámara que emocionaron al catedrático del departamento de Bioquímica ... y Biología Molecular II de la Universidad de Granada (UGR), Alberto Vargas. Quienes agradecían lo mucho que les ha enseñado eran los estudiantes de segundo B de Farmacia. Grabaron el momento, cada uno desde sus casas, en el que al docente se le saltaron las lágrimas. Hubo aplausos y un «muchas gracias» por parte de este maestro que lleva enseñando 46 años. No es la primera vez que le aplauden al terminar el periodo docente. En las aulas del campus de Cartuja también recibió ese reconocimiento, pero este año con la pandemia es especial.

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«Me gusta mucho la docencia», dice al otro lado del teléfono. «Los estudiantes agradecen el esfuerzo», añade. Solo tiene piropos para ellos, porque son muy buenos e inteligentes. Desde el primer momento, este curso y el pasado, tras la declaración del estado de alarma, ha sabido motivar a su alumnado. En marzo lo primero que hizo fue mandarles un vídeo para tranquilizarlos respecto a su formación y decirles que iba a poner todo de su parte para que aprendieran. Este 2020-2021 ha hecho lo mismo.

Carmen Gallegos, la alumna de segundo de Farmacia que publicó el vídeo, resume lo que opina su clase de Alberto Vargas: «Es un buenísimo profesor, pero también, una buenísima persona, y eso se ve reflejado a la hora de dar clase. Es una persona con vocación por lo que hace, que se preocupa por sus alumnos, por si han entendido la lección, que está siempre a nuestra disposición a la hora de responder dudas. Lo que más repetimos por el grupo de clase es: 'es un sol', 'que bueno es', etcétera. Se implica por nosotros y se sacrifica al máximo para dar lo mejor de él y que tengamos el mayor aprendizaje».

A Vargas le queda un año para jubilarse, pero dice que profesor lo será siempre. La situación que está viviendo en esta pandemia no tiene nada que ver con todos los años anteriores de profesión, pero no se ha amedrentado en ningún momento. Tiene fama de estricto, comenta, pero en su caso ha sido muy bien valorada por sus pupilos. Han aprendido mucho con él y aprobado con muy buenas notas.

En la clase de Bioquímica Metabólica, que imparte al grado de Farmacia, están más que contentos con él. Las cámaras de los estudiantes, que están apagadas durante la clase, se encendieron para darle las gracias, que se vieran sus caras y felicitarle las Navidades. «Siempre he trabajado para enseñarlos y siempre los he tratado bien. Sobre todo viéndolos como personas interesadas en su futuro», explica.

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«Vimos que era una idea bonita para agradecer su esfuerzo en estas condiciones de pandemia», cuenta Gallegos. Sostiene que «sin duda alguna, tanto él como su departamento, han sido los que han tenido mejor organización».

Este grupo de estudiantes no olvidarán lo que han aprendido con él y recordarán como anécdota el día que preguntó a su familia –se le olvidó cerrar el micro– si habían comprado jamón o las risas de un día de examen con una alumna que se le fue la luz y solo se veía porque la pantalla se iluminaba y parecía que estaban en una película de miedo. «Alberto Vargas destaca por su naturalidad y sencillez, que es lo que le hace especial», añade.

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Las clases virtuales no son igual que las presenciales, admite este docente, pero él ha tenido la habilidad de saber conectar con el estudiantado. Les graba las explicaciones, hace vídeos y los publica en Youtube y tiene tutorías virtuales. Todos los días de clase les hace un pequeño control de tres preguntas de la lección del día anterior. Cinco minutos y después resuelven todas las dudas. Esos controles representan solo un 10% de la nota final, pero han hecho que los estudiantes estén motivados y pendientes. Después el semestre lo dividen en cuatro partes y tienen cuatro exámenes. En esta asignatura tiene casi cien estudiantes. Vargas ha sabido motivarlos. Los años, tiene 69, no han sido ningún hándicap. «La edad es como todo. Hay quien quiere y hay quien no quiere», zanja.

No pensó cuando terminó su carrera de Biología en 1974 (tercera promoción en la UGR) que se enfrentaría a una pandemia como la de la Covid-19 y que tendría que impartir clases a distancia. Lo hace con la misma pasión y ganas que si estuviera en la Facultad de Farmacia. A sus estudiantes en marzo les dijo que se iba a esforzar y así lo ha hecho. Los del curso pasado se lo reconocieron y los de este también. «La docencia presencial es mucho mejor, pero hemos tenido que adaptarnos todos».

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La casa de Alberto Vargas se ha convertido en aula y despacho virtual en la que imparten docencia a decenas de estudiantes. Su esposa, María del Mar Sola Zapata, también es profesora de la Universidad granadina y se dedica a la docencia «en cuerpo y alma».

Vargas, aunque ha hecho algunas estancias para realizar investigaciones en universidades de Inglaterra y Nueva York, siempre ha estado vinculado a la UGR. Los estudiantes de segundo de Farmacia le aplauden, escriben en sus folios que es el mejor profesor y le dan las gracias, pero no son los únicos. Este hombre ha dejado huella entre los estudiantes a los que ha enseñado durante cuatro décadas.

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En unos tiempos tan duros como los actuales en los que la pandemia ha puesto patas arriba todo, los docentes han sido objeto de críticas, Alberto Vargas, que le quita importancia, es un ejemplo de que enseñar bien tiene una recompensa emocional y, sobre todo, la de formar a buenos profesionales para una sociedad con un mejor futuro.

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