Llegada del cadáver de Ángel Ganivet a Granada en 1925 Archivo de IDEAL

Fuentes de Granada

La memoria en bronce de Ángel Ganivet

El homenaje al escritor y diplomático granadino tardó más de diez años en hacerse realidad y fue objeto de debate desde el primer día. Hoy, un siglo después, su historia sigue fascinando.

Domingo, 24 de agosto 2025, 01:06

Entre el rumor del agua y la sombra de los árboles, en el corazón del bosque de la Alhambra, hay un rincón con nombre de ... ingredientes de un gazpacho: la fuente del Tomate, que, cuentan por Google, debe su nombre al albañil que la construyó, y la fuente del Pimiento. Allí, en una pequeña plaza donde reina el silencio, se alza un monumento singular dedicado a uno de los grandes intelectuales granadinos: Ángel Ganivet.

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Fuente del Tomate y monumento en memoria de Ángel Ganivet IDEAL

Un homenaje que, como tantas cosas en Granada, nunca estuvo libre de polémica. Ni su diseño, ni su ubicación, ni siquiera su sentido lograron consenso. Y, como lo que más nos apetece en esta sección es contar un buen chascarrillo histórico, aquí va la historia del monumento dedicado al fundador de la Cofradía del Avellano.

Una cosa antes de continuar. Si tiene la suerte de pasear por el bosque de la Alhambra en este momento, siéntese en uno de los bancos de la tranquila placita que rodea la fuente y deténgase unos minutos a leer este apunte histórico que termina, exactamente, hace un siglo.

Diez años para un pedestal

Tuvieron que pasar más de diez años desde la muerte del escritor para que un grupo de intelectuales locales, aunque algunos desde Madrid, entre ellos Melchor Fernández Almagro, Natalio Rivas, Gallego Burín o Ruiz Carnero (y no hay constancia de que el ilustre periodista inspirara al escultor para incluir el singular animal en la alegoría de bronce), comenzaran a rumiar (y hasta aquí la broma, pero reconozcan que el apellido da mucho juego) la idea de levantar un monumento en su memoria.

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Finalmente, en 1918, Natalio Rivas aportó la cantidad necesaria para iniciar el proyecto. A partir de ahí comenzaron los debates. El primero: la ubicación. Los más jóvenes preferían el Paseo de los Tristes o el Camino del Avellano, donde Ganivet organizaba sus famosas tertulias literarias. Los veteranos, en cambio, optaban por un rincón apartado y sereno en el camino que sube a la Alhambra; como quienes pagaron el monumento y el propio autor compartían esta opinión, ahí se quedó.

La escena simboliza el triunfo de la inteligencia sobre la irracionalidad, pero pocos lo entendieron

La obra fue encargada a Juan Cristóbal González, escultor almeriense de Ohanes formado en Granada, quien se consideraba casi artista local: pasó aquí su adolescencia, estudió en el taller de Nicolás Prado Benítez y en la Escuela de Artes y Oficios. Después se trasladó a Madrid, donde trabajó como aprendiz en el taller de Mariano Benlliure, quien recomendó su nombre para este encargo. Juan Cristóbal alcanzaría fama nacional: son suyos monumentos tan reconocidos como el del Cid Campeador de Burgos o el dedicado a Julio Romero de Torres en Córdoba.

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El escultor almeriense Juan Cristóbal Archivo de IDEAL

Un monumento que nadie entendió

Otra polémica fue el diseño: un hombre desnudo, de rostro clásico y torso atlético, que sujeta por los cuernos a un macho cabrío. De la boca del animal brota un chorro de agua que cae en una alberca. Según el autor, la escena simboliza el triunfo de la inteligencia sobre la irracionalidad. El busto que corona el pedestal, donde se lee simplemente «A Ganivet», se inspiró en un dibujo de Manuel Ángeles Ortiz.

Pocos entendieron el mensaje. La modernidad del diseño desconcertó, y la presencia de una alberca en un monumento dedicado a un escritor que murió ahogado no ayudó a mejorar la opinión pública. El proyecto, que en principio debía financiarse por suscripción popular, terminó costeándose gracias al Centro Artístico y a la aportación personal de Natalio Rivas.

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Finalmente, el monumento se inauguró el 3 de octubre de 1921. Aquel día compartió portada con otros grandes acontecimientos: la entrega al Gobierno del Generalife y la Casa de los Tiros por el marqués de Campotéjar y la procesión de la Virgen de las Angustias. Fue un acto sobrio, aunque asistió la élite cultural granadina, con un entusiasta Gallego Burín, entonces director del Museo Arqueológico, que dedicó unas emotivas palabras al poeta.

¿Y el cuerpo de Ganivet?

Mientras tanto, ¿dónde estaba el cuerpo del escritor? La respuesta daría para una serie de HBO. Ángel Ganivet trabajaba como diplomático en el consulado español en Riga cuando, el 29 de noviembre de 1898, se suicidó arrojándose a las aguas heladas del río Dvina. Allí fue enterrado hasta que, años más tarde, un periodista de El Imparcial, atrapado en la capital letona por la revolución rusa, reavivó su memoria con una serie de reportajes.

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En Granada, la reacción fue inmediata: había que repatriar sus restos. El 28 de marzo de 1925, el féretro llegó a la ciudad. Miles de granadinos acudieron a la antigua Estación del Sur para recibirlo. El cortejo se detuvo en el Ayuntamiento, donde se instaló la capilla ardiente, y al día siguiente ascendió por la Cuesta de Gomérez hasta la Alhambra. Allí, ante el monumento junto al que usted está sentado ahora, se rindió un multitudinario homenaje con discursos y lectura de poemas.

Ángel Ganivet por Hernández Quero

Hoy, Ángel Ganivet descansa en el cementerio de San José, donde fue enterrado aquel 29 de marzo, hace cien años

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