El manantial de los poetas en Granada
En el Valle del Darro, con privilegiadas vistas al Sacromonte, mana la Fuente del Avellano, refugio de poetas, escenario de leyendas y emblema de la Granada más literaria
Ginés Pérez de Hita, soldado y poeta del Siglo de Oro, es recordado por su libro 'Las guerras de Granada' con el que inaugura de forma brillante el género de novela histórica. Aunque su nombre hoy no goza de la popularidad que merece, influyó notablemente en autores como Calderón, Martínez de la Rosa y Pedro Antonio de Alarcón. Incluso escritores de la talla de Chateaubriand o Washington Irving se dejaron influir por su imaginario cargado de exotismo árabe.
Veterano de las campañas contra los moriscos, Pérez de Hita se lanzó con éxito a la narrativa histórica en la 'Historia de los bandos de Abencerrajes y Zegríes', publicada en 1595. En ella recrea la leyenda de la matanza de los caballeros abencerrajes, a manos del rey Boabdil, en uno de los aposentos de la Alhambra. Según cuenta, la traición se fraguó una tarde en un carmen, bajo una espesa arboleda de avellanos, en torno a un manantial oculto entre las piedras.
Ese manantial, envuelto en literatura y leyenda, no era otro que la fuente del Avellano que siglos más tarde inmortalizaría Ángel Ganivet con su famosa Cofradía.
Agua, poesía y tertulias
La Fuente del Avellano es una de las más pintorescas de Granada, y el paseo hasta ella, siguiendo el curso del Darro, es una experiencia casi lírica. Como otras fuentes del entorno, aprovecha las aguas que se filtran desde los conglomerados de la formación geológica Alhambra. A primera vista, es un sencillo pilar adosado a un aljibe de ladrillo, pero un azulejo lo transforma en lugar de memoria: «En recuerdo de Ángel Ganivet, genial escritor granadino, fundador de la Cofradía del Avellano que ensalzó la belleza de este paraje».
El agua cae con cadencia sobre la piedra de la taza, y su sonido evoca las tertulias literarias que allí se celebraban a finales del XIX. No es la única leyenda que fluye de esta fuente: se decía que sus aguas eran dulces en ocasiones y saladas en otras, como si el manantial cambiara de estado de ánimo.
En tiempos no tan lejanos, los granadinos pedían en los quioscos su líquido que endulzaban con azucarillos, y los aguadores recorrían la ciudad pregonando: «¡Agua fresca del Avellano!»
El club de los poetas granadinos
Pero el esplendor del lugar quedó para siempre asociado a la Cofradía del Avellano, aquel círculo literario encabezado por Ángel Ganivet y al que pertenecieron Joaquín Afán de Ribera, Melchor Fernández Almagro, Luis y Paco Seco de Lucena, Nicolás María López, o José Ruiz de Almodóvar, entre otros.
Se reunían al arrullo del agua, con las letras por compañeras y el paisaje como escenario. Partían del café Colón, recorrían la Carrera del Darro envuelta en luces de ocaso, y subían por el angosto camino que lleva al manantial. Allí, sentados en el muro de piedra, comenzaba la tertulia. Se leían versos de Afán de Rivera, se discutían novelas esbozadas por Matas Méndez. Cuando Ganivet tomaba la palabra, todos guardaban silencio.
Frente a ellos, Valparaíso, las cuevas de friso blanco, y el eco lejano de la zambra. Volvían a la ciudad entrada la noche, con la sensación de haber compartido algo sagrado.
El Avellano sigue manando
Pintores, poetas y viajeros cantaron las delicias de esta fuente. Hasta Antonio Molina le cantó unos versos:
Que baja como la nieve, cristalina y con anises. Fresquita, no hay quien la pruebe, el agua del Avellano
Los granadinos nunca han dejado de velar por su conservación. En los años cincuenta, siendo concejal de Cultura Gallego Morell, se promovió su recuperación, cuando ya el agua solo brotaba por uno de sus caños. En 1991, Antonio Jara abrió la Cuesta de los Chinos como acceso peatonal a la Alhambra en una intervención que incluyó la rehabilitación del camino hasta la fuente. Tras años de abandono, volvió a ser recuperado en 2003. Hoy, junto al murmullo de su agua, resuenan los versos de Antonio Carvajal, Rafael Alberti, Ángeles Mora, José Carlos Rosales o Luis García Montero.
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