Un juez confirma que el meteorito de Colomera es propiedad de un particular
La dueña de la roca extraterrestre está abierta a cederla o alquilarla al Museo de Ciencias Naturales de Madrid, donde estuvo 80 años, o al Parque de las Ciencias de Granada
Inés Gallastegui
Granada
Domingo, 19 de octubre 2025, 00:15
Una sentencia judicial ha cegado el último intento de que el meteorito de Colomera, uno de los más importantes de España, regrese al Museo de ... Ciencias Naturales de Madrid, donde estuvo expuesto durante ochenta años. El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Almuñécar ha desestimado la demanda de siete de los nietos del descubridor de la piedra extraterrestre, Miguel Pontes Márquez, contra la nieta que detenta la propiedad y lo guarda en un lugar secreto desde 2015, y les ha condenado a pagar las costas del proceso.
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La historia del meteorito de Colomera es una mezcla entre la apasionante crónica de un viaje por el Sistema Solar y un culebrón familiar. En el año 1912 o 1913, no está clara la fecha, unas lluvias torrenciales inundaron una vivienda de la calle Arco del Horno de Colomera, propiedad del boticario del pueblo, Miguel Pontes, y su mujer, María Luisa Vilches. En las obras de reparación se encontró enterrada, a un metro y medio de profundidad, una piedra enorme, oscura, que no parecía de este mundo.
Durante más de veinte años el enigmático «pedrusco» estuvo en una calle de Colomera y se convirtió en un entretenimiento para los mozos de los alrededores, que intentaban levantar sus 134 kilos de peso para medir fuerzas.
En 1934, tras estudiar muestras del mineral, dos profesores de Química de la Universidad de Granada, José Dorronsoro y Francisco Moreno, ayudados por el estudiante Julio Mateos, determinaron su naturaleza galáctica.
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Fragmentos viajeros
Solo un año después, el virtual propietario del meteorito, Antonio Pontes Vilches –el primogénito de Miguel, que había muerto en 1928–, lo cedió al Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN)de Madrid –actualmente dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)–para su exhibición. Y allí estuvo durante 80 años, se fragmentó para su estudio –ahora pesa 106 kilos– y algunos trozos viajaron a diferentes laboratorios, incluido el de la NASAen California, que entonces estaba preparando el primer viaje a la Luna.
El Ayuntamiento de Colomera reclamó durante años 'su' meteorito, hasta que en el año 2008 sus gestiones dieron fruto y el MNCN accedió a cederlo para una exhibición temporal en el pueblo.
Aquel viaje supuso un cambio radical en la trayectoria del meteorito, más aún que su accidentado paso por la atmósfera hace miles de años. Junto al mineral se exhibió el documento donde el que fuera director del museo en 1935 señalaba que su propietario lo había cedido «en calidad de depósito, pero siempre a disposición de su dueño, que podrá retirarlo cuando lo estime conveniente».
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Amparo, la única hija de Antonio Pontes –que era practicante en Almuñécar y había muerto diez años antes–, vio aquel papel y decidió reclamar la devolución de la piedra. Pidió una compensación económica basada en el seguro que el museo suscribía cuando cedía la pieza –5,66 euros el gramo, es decir, 755.440 euros en total, según publicó en su día El País– y, ante la falta de acuerdo con elCSIC, la Audiencia de Madrid ordenó en 2015 su restitución y el pago de una indemnización de 50.000 euros por los fragmentos dispersados en colecciones y museos de todo el mundo.
Demanda en Almuñécar
En 2021, siete nietos de Miguel Pontes –varios de ellos residentes en Almuñécar– acudieron a la Justicia para reclamar que el meteorito, que no aparecía en el testamento del abuelo Miguel, fuese añadido en una nueva partición de la herencia, con la intención de devolverlo al museo.
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La Justicia tiene su propio ritmo –no precisamenbte meteórico– y el juicio no se celebró hasta febrero de este año. En abril, el Juzgado Mixto número 1 de Almuñécar dictó una sentencia desestimando la demanda, declarando la propiedad exclusiva de Amparo Pontes sobre el aerolito y condenando a los nietos demandantes a pagar las costas. Estos han renunciado a recurrir.
En su sentencia, el juez argumenta que, aunque el documento del director del museo no es un título de propiedad, sí es significativo que en su momento «ninguna reclamación se llevara a cabo para rectificar esa declaración». También recuerda que durante varios años tras el hallazgo no se dio ningún valor al meteorito y no existía una legislación que lo protegiera como bien público, por lo que formaba parte del «caudal hereditario».
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El juzgado añade que en la partición de la herencia de Miguel Pontes, otorgada en julio de 1934 por su viuda y sus cinco hijos, «los únicos bienes que fueron inventariados, divididos y adjudicados son los inmuebles: ni dinero, ni el negocio farmacéutico, ni bienes muebles, lo que es claramente indicativo de que el reparto de este otro tipo de bienes ya se había producido previamente».
«Todo lo anteriormente expuesto nos conduce sin ningún género de dudas a concluir que el meteorito de Colomera no fue omitido de la herencia de los abuelos de los litigantes; no se incluyó debido a un olvido y omisión (sic), sino porque el mismo fue transmitido a Antonio (...)», finaliza la sentencia.
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Abiertos a negociar
Gonzalo Fernández Pontes habla con esta redacción en nombre de su madre, Amparo Pontes, de 85 años, para puntualizar que ella siempre se ha mostrado «abierta» a ceder el meteorito mediante alguna fórmula con alguna contraprestación económica –«cesión o alquiler con opción a compra»–, como se hace habitualmente con objetos patrimoniales que han terminado en manos privadas.
Fernández Pontes es un experto en la materia porque lleva más de treinta años al frente de su librería anticuaria en Madrid, especializada en atlas, mapas, grabados y manuscritos. «He recuperado piezas del patrimonio español que han vuelto a España y he vendido piezas a la Administración. Y desgraciadamente, la tónica general, con todos los gobiernos, es la desidia, la falta de interés, la incapacidad para valorar las cosas», afirma. Y eso ocurrió con sus ofertas de negociación al museo: «Silencio administrativo». Ni siquiera llegaron a hacer la réplica que habían anunciado, subraya, tras realizar un molde sin su permiso.
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Cree que los primos de su madre pleiteraron «inducidos» por el museo, aunque asegura que al final la mayoría se desentendieron del caso y «dejaron sola» a una de las nietas, quien adoptó una actitud tan chocante en el juicio que acabó expulsada de la sala por el juez.
Prueba de su disposición, afirma, es que hace unos años, en vista de la falta de interés del museo madrileño, escribió al Parque de las Ciencias de Granada –que en 1999 había organizado una exposición con los meteoritos del MNCN, incluido el de Colomera– para negociar la posibilidad de quedarse con él. Tampoco obtuvo respuesta, asegura.
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Sobre el paradero del meteorito, mutismo absoluto. Ni en qué ciudad se encuentra. «Solo puedo decir que está en una caja metálica en un lugar custodiado, con seguridad», zanja.
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