Vecinos al fresco de la fuente del Triunfo en 1974 Torres Molina

Cuando la Fuente del Triunfo reunía a medio Granada al fresco

Entre jardines exóticos y surtidores de colores, la plaza fue durante décadas el salón de verano de la ciudad.

Sábado, 16 de agosto 2025, 23:36

En estos tiempos de aire acondicionado y piscinas privadas han quedado atrás algunas estampas que hoy nos parecen entrañables. Una de ellas era el paseo ... en las tardes sofocantes de verano, por los jardines del Triunfo: sentarse a tomar el fresco en el borde de la fuente, charlar sin prisa. Madres con sus niños, parejas de novios, abuelos que parecían tener todo el tiempo del mundo… Granada se recogía junto a la fuente como si fuera su salón de verano, y hasta escribía cartas al director de este periódico pidiendo que, en época estival, el agua brotara todos los días de la semana y no solo en fiestas de guardar.

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Un poco de historia

Antes de que los Reyes Católicos arrebataran a Boabdil las llaves de la ciudad, el llamado Campo del Triunfo formaba parte de un extenso cementerio musulmán. Pero avancemos en el tiempo, como si hiciéramos girar el reloj a velocidad de película muda. Tras la conquista, los monarcas cedieron estos terrenos como ejidos que, con los siglos, fueron encogiendo el espacio, hasta que el monumento mariano quedó flanqueado por nuevos y solemnes vecinos.

En el siglo XVI, se construyó el Hospital Real y los Mercedarios Calzados levantaron aquí su casa. En 1559 se sumó la parroquia de San Ildefonso y, ya en el XVII, el antiguo convento de los Capuchinos y, aunque hoy nos suene casi sacrílego, también se edificó una plaza de toros: la Real Maestranza.

La Chata y, junto a la plaza y, aislada, el monumento de la Inmaculada Archivo de IDEAL

Fue en la explanada de la Merced donde, en 1618, se colocó la imagen de la Inmaculada, rodeada por una reja y veinticinco faroles, que cantaba el Lebrijano en su tanguillo. Miraba hacia la puerta de Elvira y, en torno a ella trabajaban herreros cuyo golpeteo de yunques y fraguas dio nombre y carácter al lugar. Sobre todos ellos destacaba la columna de mármol que sostenía la estatua.

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A finales del siglo XIX, el ya conocido Campo del Triunfo era un amplio espacio abierto. Se instalaron factorías militares y un coqueto jardín de inspiración versallesca. En el siglo XX llegaron las casas del grupo 'Reina Victoria', las Escuelas del Ave María, la Normal, los Salesianos, los comedores del Auxilio Social… La Gran Vía ya existía, y la prolongación de la calle, entonces Calvo Sotelo, modificó la fisonomía del barrio. Más tarde, el edificio de Hacienda completó el conjunto.

El monumento de la Inmaculada junto a la cruz que aún se conserva en la plaza de la Libertad Torres Molina

Cinco siglos de historia condensados para entender el contexto de una fuente. Un barrio en constante transformación y un monumento por el que los granadinos sentían una devoción especial… aunque, con el tiempo, aprendió a pasar desapercibido.

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Digna de una Expo

El monumento, que se erigió por acuerdo del municipio en 1621, con traza de Francisco de Potes, maestro de obras en la Alhambra, y escultura de Alonso de Mena, no llegó a su actual emplazamiento sin polémica. Se sucedieron pleitos y reclamaciones hasta que se decirió erigir en el Campo de la Merced. También hubo voces en contra de trasladarla al solar de la vieja plaza de toros. En 1953, un articulista advertía: «Verificar ese traslado sería borrar definitivamente el verdadero carácter y significado que debe tener. Sería reducirlo a un simple exorno».

El 14 de agosto de 1960 estaba listo el proyecto para dotar a la plaza de una majestuosa fuente, pensada como telón de lujo para el monumento. Miguel Olmedo Collantes, arquitecto municipal, firmó una de las reformas más ambiciosas de la ciudad durante la alcaldía de Manuel Sola.

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La fuente, de 70 metros de longitud, fue encargada a Carlos Buigas, el ingeniero catalán responsable de las fuentes luminosas de la Expo de Bruselas y de la Fuente Mágica de Montjuïc

La fuente, de 70 metros de longitud, fue encargada a Carlos Buigas, el ingeniero catalán responsable de las fuentes luminosas de la Expo de Bruselas y de la Fuente Mágica de Montjuïc, protagonista indiscutible de la Exposición de Barcelona de 1929. Para entender el prestigio de Buigas en su época, habría que pensar en un «fichaje galáctico» del urbanismo: un Mbappé del agua y la luz. Muy moderno entonces, aunque, desde la perspectiva de hoy, esos colores puedan parecernos un poco kitsch, tuvo que resolver el proyecto deprisa y optó por una solución sencilla pero elegante.

La obra consistía en un vaso de hormigón armado, con un estanque superior de 70 metros por 5,20 de ancho, del que brotaban los surtidores que escoltaban la imagen de la Inmaculada. El agua caía en cascada a un segundo estanque, algo más estrecho, situado delante. Incluso se pidió al Observatorio Meteorológico de Cartuja un estudio de los vientos para que los paseantes no salieran empapados… solo lo justo para refrescarse y olvidar, por un momento en tener que cruzar los caracolillos de Vélez para ir al mar.

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Imagen del día de inauguración de la fuente Torres Molina

Cincuenta chorros se elevaban hasta 12 metros, formando juegos verticales, parabólicos, entrelazados, con pulverización fina y ocho cambios de color capaces de generar combinaciones infinitas. Se instalaron 600 lámparas de 500 vatios. El espectáculo era tal que, durante los primeros días de juegos de surtidores, la gente aplaudía.

La inauguración llegó el 8 de diciembre de 1960. Los jardines que la rodeaban eran un catálogo botánico: acacias, magnolios, cipreses, olmos, rosales, cedros del Himalaya, membrillo japonés… Plantas cultivadas en la huerta de Fuentenueva, que era el vivero municipal, y que tapizaron la nueva plaza.

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El Campo del Triunfo siempre fue un punto neurálgico de Granada. Allí se celebraban las fiestas de Reyes o el día de la Inmaculada; allí miles de devotos se congregaron en las celebraciones del Congreso Eucarístico y tuvo lugar, en el 61, la coronación de la Virgen del Rosario; allí se levantó el patíbulo en el que ajusticiaron a Mariana Pineda en la piel de Pepa Flores para la televisión; allí Miguel Ríos y otros artistas reunieron a veinte mil personas en el 'Gran Musical de la SER. También ha sido el kilómetro cero de incontables manifestaciones que atraviesan la ciudad.

Celebración del Congreso Eucarístico en 1957 Torres Molina

Y sí, los colorines podían tener un punto hortera, pero tras cuatro años apagada, en 1995 las obras impulsadas por el alcalde Díaz Berbel devolvieron los juegos de agua y luz. Anunció que también habría sonido, recuperando una idea de 1970: el agua se movería al compás de la música. El proyecto de los setenta hablaba del 'Ave María', de 'Granada' y de otras 35 piezas musicales, grabadas en cinta y sincronizadas con los surtidores. Un espectáculo que, visto hoy, sería una delicia de lo más kitsch para cualquier cuenta de Instagram.

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