«A mí me engañaron desde el inicio»
Tras 17 años de lucha, Susana Ruz se ha visto obligada a cancelar su hipoteca por no poder pagarla y la vivienda en la que residía en Santa Fe ha quedado en manos del banco
Sara Bárcena
Sábado, 11 de noviembre 2023, 00:35
El caso de Susana Ruz es solo uno más de los muchos que podemos encontrar en la provincia de Granada, donde cada vez más personas ... se ven condicionadas por los altos tipos de interés y no tienen más remedio que cancelar la hipoteca de sus viviendas. Ella, aunque nacida en Barcelona, lleva toda su vida residiendo aquí. Hace 17 años, se aventuró a firmar las escrituras de un piso en Santa Fe, una decisión que le ha llevado «por el camino de la amargura».
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«A mí me engañaron desde el inicio. Pasa mucho, sobre todo cuando es la primera vez que lo haces, eres joven y tienes menos experiencia», cuenta Susana. En 2006, encontró un piso a estrenar en Santa Fe y decidió comprarlo a través de una hipoteca cuya cuota no debía superar los 400 euros. La sorpresa no tardó en llegar. El primer mes a pagar le dijeron que faltaba dinero, que por un préstamo personal no le daban el total de la hipoteca. Susana empezó pagando casi 700 euros por su hipoteca incluso habiendo acordado una carencia. Casi todo eran intereses, nada de capital.
Según ella, en aquel entonces, «el notario leía los papeles a todo correr, no como ahora que puedes tener las escrituras diez días». «Empecé a trancas y barrancas. Aguanté dos o tres años, vino el boom del ladrillo, la crisis gorda de 2008, y pasé de trabajar en tres sitios a no tener trabajo, con lo cual los 700 euros de hipoteca se convirtieron en imposible», señala. Entonces, peleó un real decreto ley que le permitió revisar la hipoteca y el préstamo personal cada seis meses durante cinco años. Gracias a eso, hubo meses en los que no tuvo que pagar nada y otros en los que la cuota fue de treinta euros.
Cuando acabó el periodo establecido, el banco siguió pasando los recibos, pero ella dejó de pagar. «Les llamé para intentar llegar a un acuerdo, pero no me escuchaban. He estado dos años sin pagar la vivienda, pero viviendo en ella», subraya. Tras esos dos años, el banco respondió y ella propuso una dación en pago total de la deuda. Es decir, el banco se quedaría con su piso de Santa Fe y, a cambio, ella «sería libre». Susana no tenía «ningún tipo de querencia» hacia su casa porque «si no vives en un sitio, vives en otro». «Solo quería vivir, poder vivir».
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Pasó mucho tiempo hasta que el banco aceptó el acuerdo y notificó el embargo. Tenía quince días para responder, sacar sus pertenencias del piso y encontrar dónde vivir. Enseguida presentó los papeles de la dación de pago que anulaba totalmente su deuda. Se sintió «aliviada», sobre todo por no haber incluido a nadie más en su hipoteca que pudiera salir perjudicado, como sus padres. Desde entonces, Susana vive de alquiler en Cájar; no le importa «para nada» no tener casa propia. Ahora, puede decidir dónde y cómo vivir, y cuánto pagar. «No tengo deuda, soy libre -repite-. Para mí, con esto he vuelto a vivir».
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