Goya, con 'G' de Granada
Así fueron las diez horas a la vera del Martín Carpena para algunos de los granadinos que asistieron a -más o menos- a la gran cita del cine español
El tren salió puntual de Atocha, con destino Málaga. La gente del cine ocupó sus asientos pensando en el gato de Schrödinger: eran ganadores ... y perdedores del Goya, todo al mismo tiempo. Entre las butacas, un tipo tan «nervioso» como «emocionado» lee un libro muy particular: 'Cine Aliatar', de José María Pérez Zúñiga. El lector sonríe cómplice ante la nostalgia ochentera del libro, una nostalgia que comparten todos los cinéfilos que se criaron en Granada. En el tren de la gente del cine, ese lector es el único que puede, de verdad, comprender el viaje en el tiempo. Hay un poema que se titula 'Cinema Paradiso': «Tienes que irte muy lejos, abandonar la ciudad donde naciste, durante mucho tiempo, años, para volver y encontrar tu casa, tu gente, aquel que fuiste».
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Sergio de la Puente cierra el libro de golpe para responder al teléfono. «Llevo sentimientos encontrados -dice-. Empiezo a ser consciente de todo lo que está pasando. Esto ya es un regalazo, pienso disfrutarlo al máximo». Tras colgar, mira a Joan Martorell, su amigo y compañero con el que lleva años componiendo música de cine: «¿Te imaginas?».
A media tarde, en Málaga, un periodista granadino pide un taxi. «¿Seguro que no quiere una barca?», es la tercera vez que le hacen el chiste. Y lo cierto es que la tormenta empieza a parecer un guiño a esa mítica escena de 'El jovencito Frankenstein': «Podría ser peor -decía Igor, al salir de una tumba asquerosa, en la película de Mel Brooks-, podría llover». «A los Goya», pide el periodista. «¿A las qué?», pregunta el taxista. «A los Goya -repite el granadino, pronunciando lentamente-, con 'ge' de Granada». «¿Qué pollas dice?», bromea el taxista, que ha pillado el acento de Puerta Real. «Al Martín Carpena, por favor», concede el periodista.
Pasaban unos minutos de las seis de la tarde y ya había gente arrebujada junto a la alfombra roja. Los primeros en llegar fueron los presentadores, Andreu Buenafuente y Silvia Abril, y su entrada serviría de calentamiento para lo restaba de noche. Así, cada vez que se abría la puerta de uno de los coches oficiales, que llegaban como gotas de un grifo mal cerrado, la pelotera gritaba emocionada: «¡Guapo!», «¡guapa!». Y eso que, la mayoría de las veces, la gente no sabía a quién le gritaba. O peor: no veían nada.
En pleno apogeo del famoseo, un grupo de chicas ríe con nervios: «¿Quién es, quién es?», pregunta una de ellas. «Ni idea -responde otra-, pero yo grito por lo que pueda ser». Al levantar el móvil, deja al descubierto el fondo de pantalla del aparato: un retrato de Federico García Lorca. ¿Granadinas? «¡Sí! ¡Estudiantes! -todas giran la cabeza a la vez hacia la alfombra roja- ¡¿Quién es, quién es?!». Era Asier Etxeandia; la conversación se había terminado.
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Entre el ris-ras de los paraguas, que ya se abrían, ya se cerraban, un tipo vigilaba la entrada del Martín Carpena desde las escaleras. Su cara es fácil de recordar, más teniendo en cuenta lo poco que hace que pasaron los Reyes Magos. Es Fernando, y hace unas semanas hacía lo propio en el Supermercado del Juguete de Granada. «Todo bien -dice-, todo tranquilo. ¡Y que siga así!».
Mientras los nominados accedían al Martín Carpena por la alfombra roja, el resto de invitados entraban por una puerta lateral. «¿Quiénes son esos? ¿Famosos?», preguntaba un hijo a su padre, mientras se comían, divertidos, una bolsa de pipas. «Son los de relleno», responde acertadamente el padre. El relleno comenzó a entrar a las 20.30 horas, una hora y media antes de que arrancara la gala. Poco tiempo a juzgar por la cantidad de fotos que se tenía que hacer la gente por los pasillos, por las escaleras, con el escenario de fondo, con el libreto... Fotos y fotos y vídeos. Los whatsapps salían disparados del Martín Carpena como si fuera Año Nuevo. Los más avispados se acercaron a la barra instalada en el anillo perimetral a por un refresco -no había otra cosa- y unos frutos secos.
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Sobre la gala, ya saben, fue larga. De ahí que la queja más escuchada y repetida durante las cuatro horas de Goya fuera la misma: «Qué horror de sillas». Si se animan a un revisionado de la velada, observarán que los asistentes empiezan a aplaudir con más emoción al final; tiene una explicación: necesitaban ponerse de pie. Urgentemente. ¿Que suben las hijas de Pepa Flores? De pie. ¿Que le dan el Goya a Julieta Serrano? De pie. ¿Que sube Banderas? De pie.
Uno de los primeros premios de la noche fue el de mejor canción original, en la que competía Sergio de la Puente. No pudo ser, pero, oye, puestos a caer derrotados, mejor contra Javier Ruibal y su 'Intemperie', que a fin de cuentas es también parte de Granada. Tampoco se llevó la estatuilla Natalia de Molina, que hubiera sido una alegría. Sí lo hizo 'Buñuel en el laberinto de las tortugas' y casi se escucharon en el estadio los abrazos de Elysa Castro, Paco Alaminos y Chema García. ¡Enhorabuena!
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Al terminar la gala había un cóctel para los invitados a la gala. El lugar del cóctel era el mismo anillo perimetral del estadio, esto es, un estrecho pasillo circular por el que famosos y anónimos se movían como sardinas en lata; como japoneses en un vagón de metro. La comida, escasísima y poca variedad: embutidos, gulas con setas, croquetas y empanadillas. Si hubo algo más, no llegó a todas partes por igual. Incluso la cerveza se agotó y no dio para una segunda vuelta: «Lo siento -decían los camareros-, ya no queda cerveza con alcohol». «Seguro que esto también es culpa de los discursos eternos de los ganadores», bromeaban en la barra.
«Me alegro mucho por Ruibal y también por 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', es una película preciosa»
José Sánchez Montes
En una zona de escaleras, el granadino José Sánchez Montes charla entusiasmado con Javier Ruibal. «Sí que ha sido un poco larga -ríe-, pero ha sido bonita. Y para mí es una alegría ver a los amigos así de contentos -señala al cantautor, que sostiene entre sus manos un Goya-. Me alegro mucho por él y también por 'Buñuel en el laberinto de las tortugas', una película preciosa».
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Conforme la noticia de la cerveza se hace tendencia en el Martín Carpena, el famoseo va buscando vehículos para trasladar la fiesta al Hotel Barceló, donde todos se alojan. Antes de salir, Sergio de la Puente sonríe una vez más, pese a las dedicatorias que tendrán que esperar: «Ha acabado la gala y estoy muy contento de haber llegado hasta aquí. Una primera nominación así es un orgullo. Hubiese sido guay para Granada, pero bueno, quedan más. Es un lujazo tener una nominación».
Cerca de las cuatro de la mañana pocos recuerdan que Marisol, Pepa Flores, compuso para su hija Celia una canción titulada 'Tangos para Granada'. Un lamento de lo que pudo ser y no fue; de lo que no es y, sin embargo, podrá ser: «Corren como el viento, ay Graná te perdí, ay Graná te perdí, ay Graná te perdí... Mi mayor tesoro».
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