Mafalda contra Putin
Al Este del Oeste ·
Cuánto se echa de menos esos tiempos de política aburrida, de diplomacia, de solvencia institucional, en los que uno acertaba al 90% qué iba a ocurrir al día siguienteEl mundo gira tan rápido que da la sensación de que una simple siesta puede volcar el horizonte y convertirlo en un escenario más propio ... de una distopía que del mundo que pisábamos antes de entornar los párpados. Los nuevos modos de vivir permanentemente conectados a la red, que permiten con un click comprar una colección de libros de Agatha Christie y tenerlos en menos de 24 horas en casa no solo ha suprimido el placer coleccionista, saborear el esfuerzo acudiendo a la librería del barrio, elegir entre los títulos y llevar el premio a casa como el que se lleva un Oscar bajo el brazo. También nos han empujado a una cuesta abajo insaciable en la que a cada novedad -nuestra o ajena- debe seguir otra mayor, más voluminosa y rompedora, más hedónica e 'instagrameable', con más 'megustas' en Facebook, con más retuits. Aunque para ello haya que recurrir al disfemismo, a la descripción grotesca o al peor de los términos peyorativos o de los insultos.
En este escenario global de satisfacciones vanales e insatisfacciones productivas, la semana pasada hablábamos en términos bélicos de la situación interna en el PP añadiendo un dramatismo superfluo e incluso otorgándole tintes de madurez a lo que visto con perspectiva es una pataleta infantil de dos políticos surgidos de las canteras juveniles sin más especialización que el organigrama de un partido y con un ego desmedido que a punto ha estado de hacer añicos el principal referente conservador de la democracia liberal en la que España vive -felizmente- los últimos 43 años. Pero estamos en un mundo de cambio, en el que lo que ayer era nuevo hoy huele a naftalina. En lo que la moda es más pasajera que nunca. Tanto que puede durar una semana, dos o tres.
Ayer les informábamos de una encuesta elaborada por la prestigiosa empresa demoscópica GAD3 encargada por una asociación sociopolítica almeriense, Acción por Almería, que da por vencedor a Vox en Almería en unas generales. Y GAD3 no es el CIS. Antes quien teñía de naranja las encuestas era Ciudadanos, ese partido que ahora tan solo pugna por la supervivencia de una opción de centro liberal en un mundo que parece haber pulsado el botón de centrifugado.
Lo normal en una organización del calibre del PP es que la corrupción, presunta o no, no se dirima en ruedas de prensa. Echarla a la cara es pueril, porque es obvio que esa mancha de aceite se agarra a cualquier prenda. Pero además, se ha visto, también es contraproducente. Los trapos sucios se lavan en casa y en la Fiscalía. Y frente al estilo navajero, maqui, y de cuitas detectivescas está la sensatez de quien sigue los cauces legales de la convivencia, también los orgánicos.
Casado, que estuvo hace tres semanas a punto de tumbar al Gobierno por la reforma laboral, ya es casi historia mientras, ahora sí, se estudia si hubo o no una actuación ilegal o inmoral en los contratos de mascarillas de su 'archiene-amiga' Isabel Díaz Ayuso de Madrid. Las reacciones racionales son mucho más lentas que las estomacales porque estas últimas llegan por Amazon.
Así son las cosas:el cambio nos devora, la insatisfacción de los tiempos que procura la realidad material nos deja cierta congoja y a la vez nos procura una amenaza la estabilidad de lo conocido que provoca aún más desazón. Cuando nos acostamos la madrugada del miércoles, el equilibrio global de fuerzas en el mundo impedía imaginar a Rusia, toda una potencia nuclear, invadiendo a un vecino con argumentos tan bizarros y extravagantes, tan propios de la barra de un bar de carretera como los que hemos tenido que leer bajo el cuño del presidente de la Federación rusa, Vladimir Putin: un supuesto Gobierno «neonazi» manejado por «drogadictos» en sus vecinos ucranianos. Es la primera invasión territorial de un país sobre otro en Europa en 80 años, de consecuencias inconmensurables y está sustentada oficialmente sobre argumentos tan pueriles como absurdos.
El genio argentino Quino puso a Mafalda en una situación bastante más solvente cuando la niña gritaba, junto a una esfera terrestre:«Paren el mundo, que me quiero bajar». Cuánto se echa de menos esos tiempos personales y también sociales, de política aburrida, de solvencia institucional, en los que uno acertaba al 90% qué es lo que iba a ocurrir al día siguiente.
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