Fallece el sacerdote almeriense Juan Romero Guirado

Juan Romero Guirado fue un sacerdote «entregado y servicial, con una incansable labor pastoral, especialmente en la Casa de Nazaret», apuntan. Su testimonio de fe y su predicación sobre la misericordia de Dios dejan «una huella profunda» en la comunidad diocesana. Por ello, la Iglesia de Almería eleva oraciones «por su eterno descanso, confiando en la esperanza cristiana de la vida plena en el Señor».

El presbítero nació en Vélez-Rubio (Almería) el 8 de noviembre de 1934. Sus padres, Joaquín y Rosa, formaron una familia cristiana y le transmitieron la fe y la devoción a la Purísima, junto a los sacerdotes de aquella parroquia en la que recibió el bautismo. Tras realizar los estudios eclesiásticos en el Seminario diocesano de Almería, fue ordenado sacerdote por Alfonso Ródenas en la capilla de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Almería, el 8 de junio de 1963.

Comenzó el ministerio sacerdotal cerca de su pueblo natal como coadjutor de la Parroquia de Santiago Apóstol de Vélez-Blanco y capellán de la comunidad de Concepcionistas Franciscanas que allí existió. En 1966 fue nombrado de Párroco de Santa María de Nieva y de El Puertecico de Huércal-Overa; al año siguiente se le añadió el encargo de las parroquias de Úrcal y La Fuensanta y en 1968, fue nombrado capellán de la comunidad huercalense de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.

Al año siguiente fue enviado como Cura Ecónomo a Abla, atendiendo desde 1973 las parroquias de Ocaña y Nacimiento, mientras enseñaba Religión Católica en el Instituto de Fiñana. Tras aquella etapa de seis años de entrega sacerdotal, en 1975 fue nombrado por Manuel Casares Cura Párroco de Laujar de Andarax, y Encargado de Paterna del Río y Bayárcal, atendiendo solidariamente con el recordado sacerdote Vidal Fernández Baños las parroquias de Alcolea, Fondón, Fuente Victoria y Benecid, siendo incluso Arcipreste del Arciprestazgo de Berja durante unos meses de 1989. Catorce años caminando en la fe con las buenas gentes de la Alpujarra que aún recuerdan la sencillez, cercanía y celo apostólico de este pastor de almas.

En septiembre de ese año el Obispo diocesano Rosendo Álvarez lo trasladó a Garrucha como Párroco, donde permaneció diez años sirviendo a los fieles con su gran bondad y celo apostólico, recibiendo sucesivamente los encargos de impartir clases de Religión católica en la Escuela de Hostelería de Vera, y en el Instituto de Cuevas del Almanzora, a la vez que, desde 1994, fue Encargado de la Parroquia de Villaricos. En septiembre de 1999 fue destinado a Albox como Párroco de Santa María y Rector del Santuario de Nuestra Señora del Saliente, atendiendo de forma solidaria las parroquias de La Concepción y de Las Pocicas, Llano de los Olleres y Llano de El Espino, así como de Taberno. De 2000 a 2003 fue también Arcipreste del Arciprestazgo del Río Almanzora.

Con generosa disponibilidad recibió del Obispo diocesano Adolfo González en junio de 2003 el nombramiento de Párroco de Gádor, donde siguió viviendo su ministerio sacerdotal con gran dedicación hasta finales de 2010. Residente en la Casa Sacerdotal de Almería, desde 2013 fue confesor de la comunidad de Clarisas de Almería hasta 2023. A pesar de su salud ya quebrantada, siguió colaborando con los sacerdotes que se lo pedían y celebrando la Santa Misa en la Casa de Nazaret.

La espiritualidad de San Carlos de Foucauld y la devoción a la Virgen María iluminó su ministerio sacerdotal hasta el último día de su vida, viernes 31 de enero de 2025, en el que fue llamado a la Casa del Padre tras una breve enfermedad con noventa años de vida y casi sesenta y dos de vida sacerdotal.

Al día siguiente el Obispo diocesano Antonio Gómez Cantero presidió la misa exequial de don Juan en la S. y A. Iglesia Catedral de La Encarnación de Almería, concelebrando un amplio número de sacerdotes, siendo sepultado con su familia en su pueblo natal de Vélez-Rubio, de nuevo junto a la Purísima.