Antonio Puertas lamenta la ocasión de la que dispuso al comienzo del partido. AGENCIAS

Resistencia sin chispa

Mi Rincón ·

El plan del Granada ante el Real Madrid funcionó a la perfección hasta que se encendió la luz de la reserva, pero lo de hacer daño era otra cosa y la sombra de Machís es alargada

Chema Ruiz España

GRANADA

Jueves, 24 de diciembre 2020, 12:53

Sabido es en el mundo del fútbol que aquel que perdona lo paga, y un equipo que comienza un partido indultando, aunque luego no disponga ... de muchas más ocasiones para mostrar clemencia, tiene más probabilidades de cumplir el tópico que cualquier ciudadano de que le toque la lotería -por cierto, más de un granadinista vería ayer el duelo con un pellizco del Gordo de Navidad-. La acción inaugural del encuentro entre el Real Madrid y el Granadasirve para explicar lo que le sucedió al conjunto rojiblanco en Valdebebas: agobió, espesó la construcción rival y propició errores, pero no concluyó frente al arco. A la resistencia nazarí le faltó la chispa que encendiera el fuego de la rebelión ante un cuadro estelar que no brilló.

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Sí la tuvo Marco Asensio, que entró para suplir a Rodrygo después de que el brasileño sintiera una pedrada en el muslo derecho. El balear frotó la lámpara y de ella salieron los mejores minutos del Madrid. Su espuela, traviesa, hizo temblar el planteamiento rojiblanco, pero el poste le privó de su candidatura al 'Puskas' del próximo curso. En la prolongación de dicha acción, Valverde hizo que Rui Silva se ganase el sueldo desde el mismo punto en el que perdonó el Granada. Eran momentos de debilidad en el conjunto nazarí, ya cansado, que concluyeron con un remate picado de Casemiro, un par de cabezas por encima de un buen Vallejo.

A más de un hincha granadino, cobijado del frío frente al televisor, se le repitió en la retina la jugada inicial. Presionó Soldado la salida del balón merengue y Varane se durmió. Kenedy -voluntarioso pero desacertado- cortó el balón, que fue a parar a las botas del punta valenciano, generoso en el área ante la llegada de Puertas. El almeriense debió verlo tan claro que soñó demasiado; envió a las nubes una pelota que quedó en el punto de penalti, franca para besar la red. En el descuento marcó Benzema, fiel a su cita con los nazaríes, pero ya entonces el equipo de Diego Martínez había disuelto su entramado y trataba de hallar el gol del empate con Germán en punta, con más apuro del que sintió Schwarzenegger en la búsqueda del muñeco Turboman en aquella película navideña.

El vigués, cuestionado en la previa sobre cómo frenar al 'nueve', aseguró que la única manera de hacerlo era ficharle, pero en su cabeza guardaba la receta que una vez dio Di Stéfano: «Ningún jugador es tan bueno como todos juntos». El Granada pudo contener durante casi todo el encuentro al Real Madrid porque desempeñó un ejercicio de fútbol colectivo para desarbolar a la escuadra blanca. Juntó sus líneas en una franja intermedia en el campo, con la defensa a diez o quince metros del área por lo general y poco espacio libre por dentro. Así, era complicado que Kroos apareciera en zonas determinantes, que Fede Valverde pudiera sorprender por el interior o que Benzema pudiera pensar. Además, Puertas y Kenedy se adhirieron con velcro a los laterales para evitar situaciones ya vividas la temporada pasada.

El plan funcionó a la perfección hasta que se encendió la luz de la reserva, pero lo de hacer daño era otra cosa y la sombra de Machís es alargada. El conjunto rojiblanco echó en falta al de Tucupita, en casa por lesión, que sigue siendo la principal arma de los granadinos a pesar del despegue de Luis Suárez, sin ocasiones al salir desde el banco. Sea como fuere, el resultado del choque arroja una conclusión: el candado del Alfredo Di Stéfano es el mismo que emplean para cerrar el Santiago Bernabéu desde hace 46 años.

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