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La afrenta rojiblanca sale muy cara
Desde la grada del Benito Villamarín ·
Los dos mil granadinistas sufren la burla bética por el triunfo del Mallorca tras celebrar primero el tanto del Sevilla en el Wanda; la peña 'La Horizontal' lo reprueba luegoFueron varios los partidos que se jugaron en el Benito Villamarín y los más importantes ni tan siquiera tuvieron lugar sobre el césped. Los dos ... mil granadinistas desplazados tenían ya digerida la derrota contra el Betis pero veían a su equipo salvado porque el Mallorca no pasaba del empate frente al Rayo y quedaban escasos minutos para que todo acabase. Algunos seguían mentalmente en la isla, como hacía ocho días. Era una jornada unificada y por tanto de transistores, pues la radio sigue siendo el medio más veloz de todos aunque los partidos se puedan ya ver desde el móvil.
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En-Nesyri devolvió la cuarta plaza al Sevilla en el Wanda y, entonces, una minoría de granadinistas aún demasiado jóvenes y por tanto ingenuos vengaron desde la grada lo que sucedía sobre el césped. El gol de Abdón Prats en Mallorca, tan lejos, devolvió las burlas. Más de uno se llevó una buena lección, no solo de educación sino de prudencia. Cuando se escupe hacia arriba... suele caer hacia abajo. Los cánticos que originaron el conflicto fueron reprobados por la peña 'La Horizontal', y en sintonía por la grada de animación 1931, nada más terminar el partido.
Era inevitable que hubiese rivalidad cuando además de la futbolística se cita la política. La invasión granadina de la capital de Andalucía marchaba con tranquilidad y sin incidentes, con simpatía entre aficiones, cuando antes incluso de que los equipos saltasen a calentar antes del inicio del partido empezó a cantarse «¡Sevilla es rojiblanca!», con más o menos intención por la coincidencia añadida de colores con el archienemigo histórico y vecino. Fue la primera y la única vez, y eso que para entonces había pocos béticos en el Villamarín, que se afease un cántico a los visitantes en su estadio.
La peregrinación hacia Sevilla arrancó a las diez y media de la mañana desde Los Cármenes, con siete autobuses cargados de abonados fletados por el propio club y otro reservado a la peña 'You'll never drink alone'. Hubo cánticos desde bien temprano, aunque unos vehículos fuesen más animados que otros. En el número seis, que hizo hueco a dos reporteros de IDEAL, Jorge y Hugo compartían su ilusión como padre e hijo, miembros de la peña granadinista de Pinos Genil. «Ojalá podamos rascar algo y la fiesta sea completa», desearon. Jorge trabaja en Sierra Nevada y no suele tener muchas oportunidades para viajar, y menos con su hijo. La última vez fue antes del confinamiento, aún en Segunda división, a Málaga. No pudo ser.
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Se llevó un pequeño susto el 'Papa' Francis tras el alto en el camino que hicieron varios de los autobuses en La Roda, donde se aprovechó para hacer una foto de familia y algunos ya desenvainaron sus primeros bengalas y botes de humo. Al volver al autobús, un ángel de la guarda le dio su entrada, con un documento nominativo adjunto, tras caérsele del bolsillo. «De la 'inrritación' me voy a beber una cerveza», bromeó, siempre dicharachero.
La afición del Granada fue tomando Sevilla a partir de las dos de la tarde, cuando la caravana de autobuses llegó al Benito Villamarín. Hubo una división de corrientes desde entonces, pues unos marcharon en busca del Prado de San Sebastián en el que se había fijado un punto de encuentro que no satisfizo a todos y otros se buscaron la vida por su cuenta. Todos terminaron reencontrándose en los aledaños del estadio para recibir al autobús y subir a la grada visitante pronto. Hubo aplausos compartidos para Rui Silva y Jorge Molina como 'ex' de ambos bandos, incluido durante el partido Joaquín por su carisma.
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Aunque hubo intentos por reunir a los granadinistas fuera de la grada visitante, no todo el mundo fue agraciado. El Villamarín se fue animando con una 'banderolada' de niños a lo largo y ancho del campo para recibir a los jugadores tras el homenaje a su equipo de baloncesto por la permanencia en ACB. Una conmovedora interpretación del himno bético precedió el silbato inicial no ya al partido sino a toda una jornada frenética.
El granadinismo procuraba hacerse oír en medio del imponente ambiente bético, con aficionados de tribuna animando como si estuvieran en los fondos. Los goles al cuarto de hora de Muriqi en Mallorca y Juanmi en Sevilla, casi simultáneos, dejó a los hinchas mudos. Los béticos estallaron a la media hora con la diana de Giménez al Sevilla que les daba la Champions momentáneamente, jaleada entre insultos al equipo rival que lleva el nombre de la ciudad, aunque no tardaron en perder la cuarta plaza.
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Todos ponían velas a Falcao en el intermedio para que repitiera en Mallorca el favor de una década atrás en Villarreal, pero fue Pathé Ciss quien firmó un empate que no duró. Una alegría efímera. La salvación será en Los Cármenes o no será.
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