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Gabriel, en su taxi, espera la llegada de algún despacho o pasajero. Alfredo Aguilar
Sin viajeros ni turistas, el taxi está al ralentí

Sin viajeros ni turistas, el taxi está al ralentí

Abierto por coronavirus ·

El sector del taxi se alimenta del movimiento y, con Granada paralizada, apenas hay trabajo

Jesús Lens

Granada

Jueves, 16 de abril 2020, 00:59

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Un solo taxi he cogido desde que comenzó el confinamiento. Y la experiencia resultó extraña y surrealista. Atravesar Granada de noche en uno de los días fuertes de la Semana Santa y no encontrar un solo vehículo en las calles es uno de esos momentos que no podré olvidar, perfecto epítome de lo que supone el confinamiento y la cuarentena.

Gabriel es uno de los taxistas granadinos que estos días ve el tiempo pasar en las paradas de la ciudad, sin apenas hacer servicios. Charlo con él a eso de las doce y media del mediodía y le pregunto por cuántas carreras lleva esa mañana. «Una. Exactamente a las 9.40 am», me confirma tras comprobar el registro. ¿Y el importe? 5 euros. Teniendo en cuenta que Gabriel lleva en la calle desde las 8 de la mañana, calculen ustedes.

«Salimos en días alternos, de acuerdo con las instrucciones del Ayuntamiento. Una semana trabajo tres días y la siguiente, cuatro». Así las cosas, a Gabriel se le ha caído la facturación en más de un 90%. «En concreto, lo de la Semana Santa ha sido dramático. De un año a otro hemos pasado de 100 a 0».

Lo habitual de las paradas de taxis granadinas es que haya un mínimo de cinco coches esperando. Ahora solo hay dos, uno por cada emisora de radio. «Estamos en las calles porque somos un servicio público y no tenemos más remedio», señala Gabriel.

Le pregunto por uno de los gestos habituales de los transeúntes a la hora de parar un taxi, levantando la mano mientras se asoma a la calzada. Gabriel sonríe con la misma expresión que si habláramos de los extintos dinosaurios o de animales fantásticos como el unicornio. «El taxi vive del movimiento. Del movimiento de gente. Del movimiento del aeropuerto, la estación de tren o la de autobús. Del movimiento de los hoteles, de los turistas. Ahora no se mueve nada ni nadie».

Justo en ese momento entra por radio un despacho. Me despido apresuradamente de Gabriel tras pedirle el número de móvil para poder seguir charlando por la tarde. Lo primero que hago al reanudar la conversación es preguntarle por el servicio. «Bien. Del Zaidín a la Gran Vía». ¿Y cómo se dio el resto de la jornada? «Estuve en la calle hasta las 16.30 horas y solo hice otros dos servicios». Cuatro carreras en más de doce horas de curro. ¡Uf! El viaje más largo de estas semanas fue para llevar a una pasajera hasta Santa Fe. «Es una pena el vacío de las calles y de la autovía. No llega uno a creérselo», señala Gabriel, que está en contacto con los compañeros del sector y con la gremial para tramitar algún tipo de ayuda.

«No hay quien se aclare con los préstamos ICO. Hasta tres tipos de interés diferentes me ha ofrecido mi gestor. Y lo peor es que así solo aumentamos el endeudamiento», se lamenta Gabriel, convencido de que esto va para largo.

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