«Hemos metido el templo en el salón de casa»
Abierto por cuarentena ·
«El amor estos días va de espacio. El amor, hoy, es mantener un metro de distancia con el de al lado»Jesús Lens
Granada
Domingo, 22 de marzo 2020, 02:49
Me parece una frase tan bonita que no hago siquiera por buscar otro titular. «El templo está cerrado, pero la Iglesia sigue en salida», me dice el sacerdote Gabriel Castillo Jiménez, popular y querido párroco de San Gregorio Bético.
Periodismo y compromiso
En este caso, dejo solo a mi compañero Ramón L. Pérez y no le acompaño. Hablo con Gabriel a través del mismo medio que él está empleando para llevar alegría, consuelo, dicha y esperanza a decenas de fieles: el teléfono. Gabriel es un sacerdote moderno, usuario activo de las redes sociales. En menos de un minuto me habla de un grupo de whatsapp, listas de distribución de contenidos, página de facebook y canal de youtube. Si esto fuera un partido de baloncesto, me vería obligado a pedir un tiempo muerto. Mientras cojo resuello, un consejo: busquen en facebook 'sangregoriobetico'. «Todo seguido y manquepierda», señala Gabriel con humor.
«Hemos metido el templo en el salón de la casa a través de la tecnología», continúa Gabriel. «Lo que más nos afecta desde el punto de vista sacramental es la imposibilidad de ir a misa. Hay templos que abren sus puertas, pero respetando un número máximo de fieles que deben mantener la separación de seguridad. El nuestro es tan pequeñito que no cabría prácticamente nadie. Y decir misa en la carpa que tenemos fuera sería una irresponsabilidad».
Crisis del Coronavirus
Estos días se puede seguir la misa a través de la televisión, la radio y las redes sociales. De hecho, cuando hablo con Gabriel está a punto de grabar su misa diaria, que después envía a través del whatsapp y cuelga en las redes. «La del viernes fue muy especial. Ha fallecido de coronavirus una de las personas de nuestra congregación y resulta doloroso no poder acompañar a sus familiares, abrazarles y confortarles. Quedamos en ver la misa a las 16.30 horas, juntos, para que sintieran el aliento de la comunidad».
A Gabriel le llegan peticiones todos los días para que, en cada misa, se acuerde de diferentes personas. Es una forma sencilla, pero emotiva, de hacer partícipes a todos en el sacramento. ¿Y la comunión? «Tenemos que seguir los preceptos del Papa y disfrutar de la comunión espiritual a través de la que se va alimentando nuestra hambre de Dios».
Gabriel está acelerado. «No sé tú, Jesús, pero yo no doy abasto». No me extraña, a la vista de la cantidad de cosas que hace a lo largo del día. «La parroquia sigue funcionando. Hablo todos los días con muchas personas solas que necesitan conversar. Además, hago de enlace con la residencia de mayores de El Serrallo. Ya no puedo entrar, pero sigo en contacto con los residentes y sus familias».
Más ocupaciones, esta de lo más sorprendente. Creo que me lo dice por mis inclinaciones negro-criminales. «También me siento un poco contrabandista. En la parroquia tenemos un taller de costura compuesto por ocho mujeres que estos días están cosiendo mascarillas de tela. Les ayudan sus hijos, que así se sienten útiles. Es un trabajo en cadena. Yo las recojo en los puntos que tenemos convenidos, las dejo en la parroquia y una enfermera las lleva al PTS, donde son más útiles ahora mismo». Gabriel hace un recordatorio importante: «No estamos encerrados. Gracias a las tecnologías estamos conectados y podemos trabajar, juntos, para que la gente esté mejor, para apoyar y ayudar a los mayores y a las personas que más lo necesitan».
¿Un mensaje para los no creyentes? Gabriel mantiene su filosofía: «que crean en la solidaridad. Creyentes y no creyentes tenemos que creer en el amor y el amor, estos días, va de espacio. El amor, hoy, es mantener un metro de distancia con el de al lado». Y otro mensaje cargado de fraternidad: «Creas o no creas, en la parroquia vas a encontrar a una familia que te tiende la mano». Cuesta trabajo mantener la entereza hablando con Gabriel. En cada mensaje, en cada inflexión de voz, se nota y se siente la inmensa bondad de la persona que está al otro lado del 'hilo' telefónico.
Termino pidiéndole unos consejos literarios y cinematográficos. Ahora es él quien solicita tiempo muerto para pensárselo bien. Al rato, recibo un whatsapp. «Libro: 'Cuando siempre era verano', de Miguel Pasquau. Es una obra que narra la experiencia de cómo en la vida, y a veces con menos resistencia de la esperada, las rocas firmes que parecían inamovibles, se resquebrajan. Tiene una sensibilidad exquisita sobre aquello que nos pasa por dentro. Peli: el musical de 'Los miserables'. Un gran chute de buena música, una gran historia de solidaridad. Y nadie mejor que Víctor Hugo para aprender a conocernos por dentro».
Un auténtico chute de optimismo y positivismo ha sido, para mí, disfrutar de esta conversación. Porque la vida sigue y cuando todo esto pase, «nos cogeremos con muchas más ganas los unos a los otros», concluye Gabriel. ¡Amén!
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