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Rida, en la puerta de su negocio, que sigue abriendo una ventana al mundo desde el corazón del Zaidín. R. L. P.
Recargas de móvil, internet y optimismo

Recargas de móvil, internet y optimismo

Abierto por coronavirus ·

Envío de dinero al extranjero y recargas de internet para seguir comunicados

Jesús Lens

Granada

Viernes, 27 de marzo 2020, 01:36

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Rida mantiene abierto su locutorio, Latin Quito, en el corazón del Zaidín. Bloquea la puerta con un mueble con ruedas. Solo atiende al exterior. El interior está oscuro. Se ven unos ordenadores y algunos teléfonos al fondo, pero está todo apagado. «Abro para que la gente pueda hacer recargas de móvil y enviar dinero a sus países, pero el servicio de locutorio y de uso de ordenadores lo tengo cerrado desde que comenzó la crisis». ¿Y cómo se lo han tomado los clientes? «La mayoría entienden que es por seguridad. La mía, la suya y la de los demás, pero esta mañana ha venido uno que se ha enfadado mucho, por ejemplo».

Rida, originario de Marruecos, habla con calma, serenidad y sentido común. Mucho sentido común. Le pregunto si no tiene algún remordimiento o resquemor por haber cerrado ese servicio, pero tiene claro que no. «Los locutorios apenas se usan ya. A través de whatsapp, por ejemplo, todo el mundo puede estar comunicado. Hay otros métodos de contactar con las familias. Lo siento, pero la seguridad es ahora más importante».

Rida está en contacto directo con diferentes colectivos de inmigrantes, usuarios habituales de sus servicios. «La gente de Senegal sigue viniendo a mandar dinero a su país. Y los dominicanos también», indica.

Aun así, la actividad ha decaído mucho. «Hay clientes que antes venían a diario y ahora apenas lo hacen una vez a la semana. Están todos en casa. Tengo otros clientes, mayores, que no pueden salir. Estoy en contacto con ellos y cada día les llamo para ver si necesitan algo. De momento, están todos bien».

Se acerca una mujer joven. Es Diana. Hondureña de origen, casi toda su familia está en España. Pide un paquete de internet estándar para el móvil. 10 euros por 7 gigas. «Tengo una hija de siete años y usa mucho la red», señala. «Paciencia. Es lo que nos queda».

Rida vive en Cartuja. Un viaje diario de 10 kilómetros a su puesto de trabajo. Su familia se queda en casa. Tanto su mujer e hijos como sus primos. No salen. Y, por lo que sabe de sus clientes, el grueso del colectivo inmigrante de Granada, también. No le consta, por ejemplo, que ninguno haya vuelto a su país desde el estallido de la crisis. «No nos queda más remedio que aguantar, a todos. Por fortuna, no falta de nada en los supermercados, así que, a tener paciencia», agrega.

En ese sentido, Rida sabe y le consta que se ha desencadenado una gran ola de solidaridad y fraternidad entre esos inmigrantes de comparten lo que tienen y se apoyan y se ayudan en todo lo que haga falta. «En momentos tan complicados como estos, también sale lo mejor del ser humano», nos señala.

Rida tampoco tendría problema en cerrar la tienda si las cosas se ponen peor. Tiene músculo para aguantar, no en vano, puso en marcha su negocio en 2007, por lo que sabe cómo gestionarlo durante una crisis larga y penosa. «En el edificio en que vivo hay gente a la que ayudar. No pasa nada por cerrar, llegado el caso».

El coronavirus también ha estallado en Marruecos, donde Rida tiene familia. «Ellos están en Tánger, donde todavía no se ha producido ningún positivo. La gente trata de quedarse en casa. A partir de las seis de la tarde, por ejemplo, cierran todos los comercios».

Al despedirnos, Rida me desea suerte. Y yo a él. Me voy contento. A pesar de todos los pesares, seguimos remando todos en la misma dirección, con fuerza, determinación y coraje.

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