Un policía local atiende a los medios en el punto desde el que cayó el menor. J. M.

El refuerzo policial de los fines de semana, insuficiente para frenar los botellones en Granada

El Ayuntamiento no cuenta con los 64 agentes que serían necesarios para impedir las reuniones solo en los 32 puntos conflictivos de la ciudad

Javier Morales

Granada

Lunes, 26 de abril 2021

El Ayuntamiento de la capital tiene identificados 32 puntos conflictivos, plazas públicas y calles en las que durante los últimos meses se han registrado concentraciones ... de jóvenes. Entre ellos está el mirador de La Churra, donde el sábado sufrió heridas de gravedad un chico de 17 años que se precipitó desde una altura de siete metros durante un botellón. Pese al refuerzo policial de cada fin de semana, estas reuniones siguen celebrándose, generando molestias por el ruido y la basura.

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Evitarlas –están prohibidas por la ordenanza de la convivencia y por la situación sanitaria– requeriría presencia a pie de 64 agentes en las horas conflictivas, sumados a los que vigilan el resto de la ciudad y controlan los establecimientos de las zonas de marcha. Así lo ejemplifica el concejal de Seguridad Ciudadana, César Díaz. Es una cifra que sería inasumible para una plantilla de Policía Local mermada tras años sin reposiciones. En el turno del sábado por la noche, por ejemplo, hubo 45 agentes de servicio.

El concejal de Seguridad Ciudadana, César Díaz, insiste en que cada fin de semana hay un esfuerzo 'extra' por parte del cuerpo municipal. «Hemos puesto presencia policial permanente en los miradores, pero aun así son muchos, mucha gente y mucha irresponsabilidad», resume. Recuerda que el Ayuntamiento ha incrementado la cuantía de las sanciones –hasta 700 euros– por las fiestas ilegales, y comunica a la Agencia Tributaria los datos de los pisos en los que hay concentraciones que provocan molestias a los vecinos.

En el caso de los miradores, los agentes se encuentran con el problema de que es difícil identificar y sancionar a todos los congregados, que esconden las bebidas o huyen cuando ven que la Policía se acerca. Esta es una de las desventajas de las callejuelas de Realejo yAlbaicín, donde cada fin de semana se repiten las mismas escenas.

Escondido y con vistas

El mirador de La Churra, enclave del Realejo en el que ocurrió el accidente del sábado, no es un lugar de paso. Ni siquiera es un mirador, aunque se le conozca como tal, sino el final de una calle a la que se llega después de subir una cuesta empedrada desde Plaza Nueva o atravesando el laberinto que es el corazón del barrio. Las pintadas que ensucian fachadas y muros viejos en el entorno ya dan una pista, antes de llegar, de que está cerca una de las zonas de moda en la ciudad: con los bares cerrados a las ocho, los jóvenes suben a espacios abiertos de Albaicín y Realejo para echar la tarde-noche. La Churra tiene dos ventajas para ellos: las buenas vistas y que está escondido, por lo que la Policía no puede llegar en coche. De hecho, según vecinos de la zona, los agentes solo pasan por ahí una vez que han recibido varias llamadas alertando del botellón.

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El dron, aparcado a la falta de un permiso

El dron que la Policía Local estrenó en febrero, y que facilitaba el control e identificación en los botellones, está aparcado a la espera de un nuevo permiso. Aunque cuenta con las licencias necesarias para el vuelo, debe disponer de una autorización de videovigilancia que está en trámite. El Gobierno central, a través de las subdelegaciones, es el encargado de otorgar este tipo de permisos. Entretanto, los agentes utilizan el dispositivo para otras tareas.

El problema es fijo en los fines de semana:botellón en la calle Almanzora Alta y pequeñas fiestas en un viejo carmen okupado al que también acceden los jóvenes en Almanzora Baja. Este está ya cerrado por una verja metálica, que, según uno de los residentes de la zona, no ha servido para mitigar el problema. También en la calle del mirador plantearon colocar una valla para evitar la entrada, a lo que se opusieron algunos vecinos y la Consejería de Cultura.

Al acceder, a la izquierda, conforme se llega al final de la calle Almanzora Alta, se dibuja una postal del Albaicín comparable solo con la que se ve desde la Alhambra. No impide las vistas un pequeño muro que apenas si llega a la altura de la cintura. Los jóvenes se sientan en el muro con las piernas colgando hacia la colina vecina, en una posición que en circunstancias normales no entraña ningún peligro.

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En equilibrio

Este llega cuando empieza a hacer efecto el alcohol. No es extraño, según cuentan vecinos de la zona, encontrar a chicos que juegan a mantener el equilibrio caminando sobre el murete o bromean con empujar a sus amigos. Los vecinos han reclamado en varias ocasiones la instalación de una barandilla sobre el pretil de obra, y el Ayuntamiento accedió a ello –según manifiestan– pero nunca llegó a colocarla.

Lo que queda debajo es una caída de casi siete metros a la terraza de un bar. Es el negocio de Mauricio Pérez, que el sábado cerró el local a las ocho –como es obligatorio por las restricciones sanitarias– y a las y media lo tenía todo recogido y listo para salir. Fue a cenar con unos amigos y, a los pocos minutos, recibió la llamada de teléfono de un vecino que le describió la escena, aún con la sorpresa en el cuerpo, con tres palabras que, por suerte, acabaron siendo una exageración: «Se ha matado».

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El chico de 17 años estaba sentado en el muro y, según este vecino que pide no difundir su identidad, bromeaba junto a sus amigos cuando se tambaleó y se precipitó de espaldas. Roberto López, subinspector de la Policía Local, señalaba ayer a los medios de comunicación el punto exacto en el que perdió el equilibrio. Se desplomó y golpeó el saliente que sujeta uno de los focos que iluminan la terraza del local, que quedó doblado tras el impacto. El chico dio contra el suelo y quedó malherido.

Mauricio echó a correr y cubrió en seis minutos un trayecto que normalmente hace en un cuarto de hora. Ya habían accedido al bar un par de amigos y un policía local que le prestó primeros auxilios. Aclara que, en contra de lo que se difundió en un primer momento, los jóvenes no estaban haciendo botellón en su local –algo imposible, pues está cerrado y tiene cámaras– sino en el mirador. Además, no habrá ninguna denuncia.

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Cuando llegó, el chico movió piernas y brazos y podía quejarse del dolor. Los servicios sanitarios llegaron al lugar del accidente y fue trasladado al hospital de Neurotraumatología, en el complejo del Virgen de las Nieves.

Entró a cuidados intensivos ante la gravedad del traumatismo craneoencefálico que sufrió. Finalmente, fue trasladado a planta y no corre peligro.Según informaron ayer fuentes sanitarias, es cuestión de días que reciba el alta.

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Evoluciona favorablemente y podrá contar lo sucedido. No pudo hacerlo Allanah, una adolescente de 16 años que, también tras participar en un botellón, se despeñó por un terraplén junto a la Fuente del Avellano el 19 de marzo. Dos semanas más tarde, la chica irlandesa falleció en el hospital por las heridas fruto de la caída.

En ese punto, por el camino que cruza la montaña en paralelo al Darro, hubo otro accidente similar semanas antes. Un chico y una chica de 18 años se precipitaron por la ladera, y sufrieron heridas leves. Allí, como en La Churra, se siguen sucediendo los botellones cada fin de semana, pese a los refuerzos policiales.

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