La historia del origen de la Citai y los tres aciertos que la salvaron de la quiebra
La mayoría de los 85 socios iniciales acabaron en la ruina durante la crisis de 2008, que pasó como un tsunami por el recién nacido proyecto
La Ciudad Industrial, Tecnológica y Área de Innovación (Citai), en expansión con grandes proyectos empresariales privados y sede del proyecto científico más importante de España, ... el Ifmif-Dones, es el parque empresarial con más futuro de Granada.
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Su presente ha superado ya, de hecho, las expectativas con las que nació hace más de 20 años, pero el camino hacia el éxito ha estado plagado de obstáculos que a punto estuvieron de abocar la iniciativa al fracaso y que se llevaron por delante a muchas de las empresas granadinas que impulsaron el proyecto. Muchas acabaron en la ruina.
La historia de la Citai empieza en el año 2000 en la Cámara de Comercio de Granada, que entonces tenía al frente al histórico presidente de Covirán, Antonio Robles. La Comisión de Industria de la Cámara, que lideraba el empresario Pepe Manzano, puso en marcha un estudio que concluyó que había necesidad de un suelo industrial de calidad, con parcelas grandes, para que en Granada se instalaran grandes empresas. Y un grupo de emprendedores granadinos se animó a intentar hacer el sueño realidad.
El primer paso fue crear la Asociación Profitegra, que después se convertiría en SL, para dar forma al proyecto con 85 empresarios como los promotores iniciales. Se barajaron distintas ubicaciones y ganó Escúzar por sus garantías de suministro eléctrico, el agua de calidad y la disponibilidad de una gran llanura de cuatro millones de metros cuadrados de terrenos rústicos, que la sociedad compró a propietarios de la zona. Los primeros a precio más económico y los últimos –los que no querían vender– a un precio multiplicado, como suele suceder en todos los desarrollos urbanísticos.
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Los trámites urbanísticos para convertir el suelo rústico en industrial, la aprobación del PGOU de Escúzar y el proyecto de urbanización fueron relativamente rápidos y en 2004 estaban comenzando las obras del Parque Metropolitano de Escúzar que culminaban en 2007.
En sus primeros premios, además de al alcalde de Escúzar, la Citai quiso homenajear a todos aquellos socios fundadores con un reconocimiento que recogió, en nombre de todos ellos, la empresaria Ángeles Orantes Zurita, CEO de La Cueva de 1900, una de las consejeras originales.
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El parque estaba dando sus primeros pasos, aún con obras por terminar y una deuda de 20 millones de euros, cuando el estallido de la crisis económica de 2008, un crash como no se había visto otro antes, pasó como un tsunami por el parque y por sus empresas promotoras, entre ellas las grandes de la construcción en Granada que se fueron a pique en esos años.
«Aquí se invirtieron 90 millones de euros para urbanizar la Citai, todo iniciativa privada 100%, no hubo un euro público. Muchos empresarios lo perdieron todo, por eso reivindicamos el impulso privado que ha movido la Citai, mucho antes de que llegara el acelerador», reivindica el gerente de la Citai, Sergio González. Durante los años en los que en el parque empresarial de Escúzar no se movía ni el aire, la sociedad promotora llegó a presentar preconcurso de acreedores, pero finalmente, gracias al acierto y la gestión de la sociedad, que logró refinanciar deudas con los bancos, que se fueron quedando las parcelas, salieron adelante.
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El consejo que llegó en 2007, presidido por Carlos Infanzón y con los empresarios Luis Torres Morente y Juan Luis Vílchez como consejeros, afrontó el marrón con una idea clara: salvar el parque y evitar que se hundiera la sociedad. Sudaron tinta china pero lograron las dos cosas.
Con la perspectiva del tiempo, el gerente de la Citai tiene claro que hubo tres claves determinantes que lograron salvar al parque de la quiebra. La primera es que compraron la totalidad de los terrenos y evitaron una junta de compensación con distintos propietarios, lo que permitió agilizar el proyecto. La segunda fue escriturar todas las parcelas en 2006, antes de finalizar la urbanización, con el compromiso de la sociedad de finalizar las infraestructuras pendientes. Eso fue determinante para poder trasladar a los empresarios promotores las hipotecas, a las que hicieron frente cada uno con su suerte. Los terrenos de la sociedad estaban libre de cargas.
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La tercera clave fue la construcción de un huerto solar, en el que invirtieron 33 millones de euros, que les reportaba ingresos y la liquidez necesaria para asumir el mantenimiento de la urbanización del parque, lo que evitó que se hundiera en un momento en el que muchos de los propietarios, arruinados, habían dejado de pagar.
«La misma crisis que nos hundió fue luego la que nos catapultó porque los bancos que se habían quedado las parcelas las sacaron a la venta muy baratas y eran una oportunidad, un producto único, suelo en parcelas de grandes dimensiones con todos, listas para construir y con infraestructuras y servicios de gran calidad», rememora el gerente de la Citai. Las grandes multinacionales aprovecharon la oportunidad y el resto de la historia presente ya es conocida. La Citai está ahora preparada para escribir su futuro.
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