Pepe y Encarnación agradecen a los sanitarios de la UCI del Hospital San Cecilio el trato dado durante su estancia. ALFREDO AGUILAR

Una UCI de «heroicidad» certificada en Granada

La Agencia de Calidad Sanitaria andaluza reconoció al Hospital San Cecilio por sus Cuidados Intensivos

Chema Ruiz España

GRANADA

Miércoles, 17 de marzo 2021, 00:31

La atención sanitaria del Hospital Universitario San Cecilio es una de las tres mejores de Andalucía. Lo sostienen sus pacientes, como los que este jueves ... se reencontraron con el personal que les atendió durante su estancia en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), y lo acredita el certificado de calidad óptima otorgado por la Agencia de Calidad Sanitaria de Andalucía. Un reconocimiento que obtiene por cumplir más de un 80% de los 101 indicadores analizados, el mejor registro de toda la comunidad en Unidades de Medicina Intensiva; una credencial que ensalza la gestión clínica de su personal, al que los usuarios convalidan la ausencia de poderes sobrenaturales y tildan de «héroes».

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«Es una acreditación que viene a reconocer el esfuerzo que hace un equipo asistencial, en este caso nuestra UCI, para que todos los procedimientos, el qué, cómo y cuándo, se hagan de la mejor manera posible para obtener unos resultados de calidad», señala Manuel Colmenero, jefe de la unidad, quien, no obstante, destaca que esta calificación no llega «solamente porque lo certifique un comité de expertos». «Los propios pacientes, a través de las encuestas de satisfacción, nos lo han mostrado así», sentencia, a las puertas de la sección de Hospitalización, donde cuelga un enorme cartel que recibe a los futuros ingresados que les anticipa el trato que recibirán: «Gracias». «Ha sido una época mala y el certificado ha sido una forma de reconocer que nuestro trabajo está bien hecho, así como demostrar a la gente de fuera cómo trabajamos», agrega María Acosta, supervisora del servicio.

Los sanitarios de la UCI recibieron el aplauso de los pacientes a quienes trataron durante el último año. ALFREDO AGUILAR

El proceso de acreditación comenzó antes de que la crisis sanitaria detonase, según Colmenero. «Teníamos avanzado el primer escalón, pero en esto llegó la pandemia y eso nos ayudó mucho a ordenar todo lo que después vino, porque, en definitiva, ha sido atender a tres veces más enfermos de lo habitual», sintetiza el responsable de la unidad, quien tiene claro que la vacuna es lo que va a evitar una cuarta ola. «Las medidas que tomemos los ciudadanos la atenuarán, pero evitarla en su totalidad solo lo puede hacer la vacuna», insiste. Aunque la unidad parte ahora «de un número considerable de enfermos», las cifras en esta fase, «de meseta», distan mucho aún de las registradas en los picos, cuando los sanitarios se vieron obligados a multiplicar esfuerzos sin permitirse rebajar la calidad.

Quienes mejor lo saben son los que han pasado por sus manos, que, emocionados, vivieron este martes un reencuentro que, por momentos, vieron muy lejos. El murmullo en el hospital era distinto del que suele haber, sin nervios, sin estrés y con lágrimas que no expresaban dolor. Se rompieron los corrillos y un aplauso, pasado el mediodía, sirvió a algo más de una veintena de personas que lograron salir de la UCI para agradecer al personal el trato recibido. «Son maravillosos, son ángeles», coinciden, mientras, desde las ventanas, contemplaban la escena quienes todavía permanecen en el hospital por distintas circunstancias.

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Un abrazo con «el salvador»

Fina Díaz no puede evitar fundirse en un abrazo con Diego de Haro, celador de la unidad. Las palabras del resto denota que no es la única que deseaba hacerlo. Ella ingresó por padecer un cáncer, coincidiendo con la pandemia, y no duda que «Diego es el salvador de la UCI». Ambos conversan de forma distendida. «Es mi trabajo. Son muchos años ya, me quedan pocos para jubilarme, y voy a seguir siendo el mismo, porque no cambia uno. Me siento pagado con hacer mi trabajo y atenderos, con ese cariño. Gracias», expone De Haro. «Nosotros nos vamos queriéndote, eres de mi familia», replica Díaz.

Fina abraza a Diego, a quien considera «el salvador de la UCI». ALFREDO AGUILAR

Por otro lado, en busca del sol porque la brisa refresca demasiado en la sombra, brotan lágrimas de los ojos de Encarnación Sánchez, que no suelta a su marido, José Manuel Martín. «Soy el famoso Pepe», se presenta él, de 71 años, cuya etiqueta justifican los saludos que recibe de buena parte de la unidad. «Me conoce casi todo el mundo –esboza una sonrisa que se le adivina por la mirada–. Es que me he tirado 80 días en la UCI», argumenta. Su esposa, de 68 años, también pasó la enfermedad, pero más leve que él. «Se me murió un nieto, que podría tener ahora 18 años, y eso fue para mí fatal. Sin embargo, esto me lo ha superado. Si él hubiera faltado, yo no sé…», se estremece. Pero el pensamiento es efímero porque solo quieren sonreír, y lo hacen especialmente cuando el personal sanitario les recuerda que ahora queman la rueda de su 'Ferrari' –así conocen al andador rojo de Pepe–.

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«La sociedad no va a tener tiempo suficiente para agradecer a estas personas lo que les debemos», apunta Jorge Durán, el primer ingresado grave por coronavirus en la provincia, hace ya más de un año. «Son, para mí, héroes, superpersonas, no solamente en lo físico, sino en el corazón que tienen», defiende, para aseverar seguidamente que, pese a no desear repetirla, su experiencia fue «más positiva que negativa», gracias al trato que recibió. «He visto a gente que tiene personalidades diversas, como todos las tenemos. Los hay más extrovertidos y más introvertidos, pero todos se entregan al cien por cien a sus enfermos. Yo notaba el sufrimiento que llevaban por dentro», exterioriza Durán.

Con él coincide Rocío Taboada, que, con 34 años, se convirtió en la ingresada más joven del hospital durante la primera ola. «Me he reencontrado con muchos de quienes me atendieron», asegura, con brillo en los ojos, aunque matiza que «con los EPI era complicado reconocerles». «Imagina la alegría y la emoción de ver a todo este equipo maravilloso, que me ha salvado la vida cuando he estado a horas de morir», agradece. El personal sanitario devolvió las palmas, pero nadie se quitó la bata ni soltó los bártulos. No tardaron en girarse y cruzar de nuevo las puertas. Tocaba continuar batallando.

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