Halloween americano vs Halloween granadino

Así lo cuenta quien que conoce a la perfección esta tradición. Calvin Smith, estadounidense, y Valentina Orantes, mexicana, son un matrimonio asentado en el Albaicín desde hace cinco años que ayudan y promueven este desarrollo de Halloween en Granada. Llegaron a la ciudad sin conocerla, por la recomendación de una amiga que estaba realizando aquí el doctorado. Le vendió las bondades de lugar con ambiente «universitario, animado y con mucha historia» y lo escogieron como destino para tomarse un año sabático con toda la familia. Ese espacio de descanso se fue alargando y, con la pandemia de por medio, Granada los atrapó. Sus hijos se encuentran perfectamente integrados en la vida local y su proyecto familiar pasa por asentarse aquí definitivamente. De hecho, Valentina está a punto de estrenar local en el Mercado de San Agustín para acercar la gastronomía mexicana a los granadinos.

Ella cuenta que cuando llegó a Granada ya se encontró que Halloween era muy celebrado aquí. Además, entiende que con los años ha ido creciendo ese interés y arraigo. Pero, ¿hay diferencias entre las tradiciones americanas y las granadinas en lo que a Halloween se refiere? La familia Smith-Orantes cuenta que aún no ha llegado ese nivel de desarrollo de la fiesta en toda su intensidad, aunque va creciendo. El día de Halloween es habitual que las familias americanas se desplacen a una granja para comprar su propia calabaza. La llevan a casa, la vacían por dentro y dan forma a la fachada con una cara que asuste. Luego, la colocan en la puerta de la casa con una vela en su interior.

Tanto en la fachada de las casas como en su interior, la decoración con temática de terror y las luces deben estar presentes. Las familias dedican parte del día a preparar comida siguiendo los ritos más escalofriantes. Salchichas a modo de dedos amputados, el ketchup como si se hubiera derramado sangre en el plato o las calaveras tienen hueco en el menú ese día. Lo que no falta es la «ilusión, el entusiasmo» de todos los miembros de la familia, cuenta Valentina.

Luego, por la tarde, los niños salen a la calle disfrazados para recorrer el vecindario en busca de chucherías bajo el clásico «truco o trato». Cuenta esta familia americana que, para saber a qué casas deben acudir, es habitual que aquellas que cuentan con iluminación en el exterior están preparadas para llenar las cestas de los pequeños. Las que no tienen luces quedan descartadas. O bien aún no están listas o no cuentan con existencias en forma de dulces.

El empeño de varias familias de «guiris», como los llaman la propia Valentina y su marido Calvin, ha derivado en una ruta de Halloween en el Albaicín a la que se han sumado muchos granadinos. Dentro del barrio también es ya tradición el túnel del terror del colegio Gómez Moreno. Los alumnos, que van disfrazados, disfrutan de varios juegos, se pintan la cara y, los más valientes, se adentran en este terrorífico lugar. La recaudación va íntegra al viaje de estudios de los alumnos de 6º de Primaria.

La llegada de Halloween no desplaza al Día de todos los Santos, tradición española que se celebra al día siguiente, el 1 de noviembre. Los mexicanos cuentan con otra tradición que mezcla sus costumbres indígenas con las exportadas por los Españoles a su llegada al continente americano y que ha derivado en el Día de Muertos. Se trata, en ambos casos, de honrar a los muertos, pero las formas varían.

Los mexicanos asumen esta fiesta como un día alegre donde no falta la música, la comida y la bebida. De hecho, Valentina Orantes cuenta que, en su etapa en Estados Unidos, solía reunirse con sus amigas para «hacer tamales» y que sus hijos entendieran y asumieran la costumbre del país de origen de su madre. La tradición señala que los muertos se acercan para reencontrarse con los vivos y festejar juntos. Preparan un altar en el que se colocan, además de las flores de Cempasúchil, esas naranjas que tan populares hizo la película de Disney Coco, la comida y la bebida favoritos del fallecido.

Esta tradición se traslada también a los cementerios, donde es habitual encontrar mariachis acompañando con música una festividad sin tintes dramáticos, todo lo contrario. En Granada también se celebra el Día de Muertos. De ello se encarga la comunidad mexicana en la ciudad, que cada año prepara varios actos para festejarlo, y de paso no perder su vínculo con las raíces y acercar su tierra a Granada.