Los superpoderes de Chorrojumo
El proyecto de la capitalidad cultural debe servir para recuperar y potenciar recursos y enclaves que Granada tiene históricamente descuidados, como el cerro de San Miguel, el Sacromonte o la Vega
El jueves acudo al bar de Eric, donde José Enrique Cabrero graba –con público– la primera entrevista de 'Granada Suena', un proyecto con la Fundación ... Unicaja que pronto publicaremos. Cuando Eric se cansó de cerrar bares, decidió abrir uno; lleno de fotografías de sus amigos 'colgaos' –como cualquier cuadro en las paredes–. La vida queda en evidencia entre el surrealismo y el disparate. «Los bares son un centro de inteligencia que fabrican gilipollas», suelta Eric. Tampoco hay que descartar que alguno viniera fabricado de casa. José Enrique le pregunta por los superhéroes de Granada y el batería da el nombre de Chorrojumo; aquel gitano al que Fortuny descubrió en una fragua del Sacromonte y pintó de goyesco para convertirlo en el 'rey de los gitanos'. Alguien que se ganaba la vida camelándose a los turistas para sacarles una moneda a cambio de una foto. «Eso eran superpoderes», dice Eric.
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Chorrojumo tiene una estatua a la entrada del Sacromonte; que una noche de hace más de veinte años serraron por los pies. En otra parte del mundo, dejarían flores o un martillito de plata.
MALDICIÓN DE LA ABUNDANCIA
La llaman la paradoja de la abundancia: aquellos países que tienen grandes recursos naturales se desarrollan más lentos que otros donde apenas tienen nada. Antes de leer la teoría del economista Richard Auty, una mañana de julio, en La Herradura –todavía con las distancias a las que obligaba el coronavirus–, Gregorio Jiménez me hizo un razonamiento parecido. «Un vecino de Granada es alguien que se levanta, compra el IDEAL, mira la Sierra y dice 'para qué quiero más'. Ese es el gran problema. Es una ciudad embelesada en su historia, sus capacidades, que no ha tenido que luchar por nada porque cuando se levanta tiene tres millones de visitantes sin moverse de la cama. Coge una ciudad como Almería, que ha levantado las piedras para buscar una gota de agua».
Puede que en Granada se frustren los proyectos por falta de determinación; que estemos entre pasmados y perplejos por la abundancia; que no se valoren suficientemente los recursos que cualquier otra ciudad habría convertido en referentes turísticos o en foco de desarrollo y riqueza. Por ejemplo, el Sacromonte, donde la mayoría de los granadinos solo suben para pasear a las visitas y recordar aquel trasnoche en el Camborio o la tarde que le leyeron la buenaventura. Hay ciudades que sin la zambra de la época morisca; con menos tablaos; sin bienal en septiembre; sin la peña más antigua de España, donde la colina roja hace de fragua y la Torre de la Vela de yunque; y sin las cuevas gitanas, han alcanzado fama internacional como cuna del flamenco. Y hasta compiten por la capitalidad cultural.
La candidatura granadina de 2031 debe ser también la oportunidad para recuperar el Sacromonte de siempre; que es la única manera de preservarlo para la posteridad. En intento que regresa permanentemente –siempre incompleto– en las últimas dos décadas; el tiempo que lleva en continua revisión el plan especial del Albaicín. Anuncios para mejorar el acceso al Sacromonte y recuperar el entorno de la Chumbera, probablemente, haya tantos como campañas electorales. Se llegó a colgar la recuperación de un plan de excelencia turística hace quince años.
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UNA ESTRATEGIA
Hace algún tiempo que se fragua un movimiento para encargar un plan estratégico para Granada. En el empeño está Raúl Berdonés, que tiene en el foco al Sacromonte como uno de los entornos a potenciar de esta ciudad. Hay también músculo financiero detrás. Ese documento tendrá entre sus prioridades reflotar tres lugares a los que históricamente no se les ha sacado todo el partido posible; intentos que la mayoría de las veces han fenecido en la redes de la burocracia o por falta de consensos.
Se trata del Cerro de San Miguel, aquel lugar del que hace dos décadas abominaban algunos porque el gran atentado patrimonial de esta ciudad era una muralla que había que tirar; y que ahí sigue, y premiada.
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También la Vega, tan nombrada como pervertida. Donde hace veinte años se anunció un central park que después se convirtió en el emblema de la celebración del Milenio; aquella efeméride que se desinfló hasta el ridículo. Ese pulmón verde de más de 500 hectáreas se dibujó entre la capital, Huétor Vega, Cájar, Ogíjares y La Zubia. La Junta llegó a encargar los estudios en el año 2010. Hasta hubo una exposición con maquetas y paneles en la sede de La Normal. Sería curioso recuperar aquel expediente y saber cuánto costó. Lo mismo que el estudio informativo que encargó Gaspar Zarrías para el tren a Motril.
Y el tercer pilar de ese futuro plan estratégico de Granada será el Sacromonte; con la Abadía y la potenciación de la Chumbera como espacio cultural.
NUEVA FASE EN SEPTIEMBRE
El éxito de la candidatura de la capitalidad cultural está en el camino, en el legado que deje. Habrá merecido la pena si se utiliza como argumento para afrontar proyectos e ideas permanentemente aparcadas. Ya ha servido para incorporar nuevos espacios para la ciudad. En breve se concederá la licencia y empezará la adaptación del edificio de Rey Soler por parte de la Fundación Unicaja; un contenedor –qué palabra más impertinente– donde habrá exposiciones itinerantes y quizás alguna estable de relumbrón. A partir de septiembre tiene que experimentar un acelerón la candidatura. Abandonar el entorno cerrado de la élite universitaria y salir a la calle. Se está preparando un gran acto el 22 de septiembre de dimensión provincial. Será una foto única.
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Hay que convencer a quienes tomarán la primera decisión en diciembre. Con la misma habilidad con la que Chorrojumo seducía a los turistas con su sombrero de catite. Con sus superpoderes.
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