«Nos han devuelto la vida»
La reordenación de la red en Nueva Cartuja acaba con los cortes de luz en la zona y permite a un centenar de familias recuperar sus hábitos
Rosario no se anda con rodeos. «Nos han devuelto la vida», asegura. Ella, como un centenar de vecinos de Nueva Cartuja, vuelve a sonreír tras ... más de una década de cortes eléctricos casi a diario. La instalación de tres postes y la reordenación de la red efectuada a comienzos de marzo ha dejado un panorama que a comienzos de este 2024 solo podía soñar. «Darle al pulsador y que se encienda la luz; que los niños vuelvan del colegio sin miedo a no tener electricidad y no poder estudiar... Es que no te haces una idea», celebra.
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Norte sigue sin ver la luz al final del túnel
La historia de Rosario y de los vecinos de Norte es una historia de valentía; de desesperación y valentía. Hartos de estar sin luz, dijeron basta. Fue el verano pasado. «La situación era tétrica en julio. No se podía vivir así. Un día bajamos a la placeta, como hacemos siempre que hay un corte, y decidimos que había que movilizarse. Teníamos que quitarnos el miedo y luchar; y eso hicimos», explica.
Bajo el paraguas de la asociación de Nueva Cartuja, que preside, movilizó a varios bloques para dar a conocer su situación. Juntos colgaron carteles en los balcones y empezaron a contactar con los medios para contar su día a día bajo la pesadilla de los cortes. «No podíamos seguir así», apunta Conchi, otra vecina afectada. Su caso era, quizá, uno de los más graves. Tras superar una grave enfermedad, depende de una máquina que mide sus niveles de azúcar. Sin luz, era imposible saber cuándo debía tomar la medicación o no. «Mi vida depende de la máquina. A veces, de noche me despertaba para mirarla y estaba apagada porque no había luz. No sé cuántas veces he tenido que ir a la sede de la asociación a cargarla...», recuerda.
«La situación era tétrica en julio. No se podía vivir así. Un día bajamos a la placeta, como hacemos siempre que hay un corte, y decidimos que había que movilizarse. Teníamos que quitarnos el miedo y luchar; y eso hicimos»
La situación de Beatriz, otra de las residentes de Nueva Cartuja, era dramática también. Con cinco personas en la casa, una mayor a su cargo, ordenar el día a día con constantes cortes era una misión imposible. «Imagínate el caos para estudiar, el calor en verano sin aire acondicionado y el frío que hemos pasado en invierno. Hasta 72 horas sin luz. Mis hijos me preguntaban cómo se iban a meter en la ducha así. No podíamos vivir ni de día ni de noche... Y los alimentos perdidos. El caos...», cuenta.
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Junto a ella, otra vecina asiente. Ella recuerda cómo tuvo que curar a oscuras a su madre, fallecida recientemente, en muchas ocasiones. «Le tenía que calentar la base de masaje con las manos porque no tenía otra forma. Me acostaba con ella para darle calor. Como tenía todo eléctrico en la casa, tenía que pedirle a mi vecina que me calentara la leche en la hornilla de gas. Menos mal que estaba ella...», agradece.
«Tienen que arreglarlo»
Toda esta indignación se canalizó a través de un grupo de whatsapp y se dirigió hacia las administraciones y Endesa. «Hicimos ver que no podíamos seguir así», resume Rosario. Los vecinos empezaron a trasladar todas las incidencias y mantuvieron reuniones con la compañía para que les ofreciera una solución. «Es que no se entendía. Teníamos nuestros contratos limpios, pero no teníamos luz. Recuerdo que nos reunimos con un responsable de Endesa y le llevamos los cien contratos, las facturas... Después fuimos al Ayuntamiento para lograr todo lo que nos pedía Endesa. No nos movimos hasta que no lo conseguimos», recuerdan.
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A principios de marzo, la empresa instaló los nuevos postes y dirigió la red de los vecinos a otra subestación. Los cortes se acabaron. Los vecinos reconocen que aún se están acostumbrando. «Todavía me da miedo comprar para varios días», reconoce Pepe, el marido de Conchi. «A veces, cuando veo que un anuncio en la tele se congela, me sobresalto. Miro al reloj y veo que da la hora. Entonces respiro... Aún tengo luz», confiesa Beatriz.
«Los que vivimos aquí somos personas normales. No queremos que se criminalice al barrio y los cortes son, ante todo, un problema humanitario. No se puede vivir sin luz. Tienen que arreglarlo»
Todos ellos reconocen que su situación es singular. «Aquí vamos todos a una. Nos conocemos todos. Somos una familia», remarcan. A eso se suma la ayuda de dos personas: Manuel Marín y Elisa Campoy. Son el defensor de la ciudadanía y la alcaldesa del barrio. Su gestión no solo ha sido efectiva, sino sobre todo «humana». «Son nuestros ángeles de la guarda», dice Conchi. «Se han preocupado de verdad por ver lo que estaba pasando aquí. Creo que ellos han sido los únicos en ponerse nuestros zapatos», añade Beatriz.
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Ahora que no tienen cortes, no olvidan la situación que se vive en el resto del distrito y piden más compromiso para solucionarlos. «Los que vivimos aquí somos personas normales. No queremos que se criminalice al barrio y los cortes son, ante todo, un problema humanitario. No se puede vivir sin luz. Tienen que arreglarlo», asegura Rosario.
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