La casa granadina de los cincuenta belenes

Tanto es así que varias estancias de su domicilio están dedicadas única y exclusivamente a la causa belenística: un taller donde fabrican piezas de todo tipo;un cuarto donde mantienen un espectacular belén de quince metros cuadrados durante todo el año; nacimientos repartidos por el comedor, por los pasillos... por todas partes.

«Nos dicen que es una pena que esto no sea público, pero lo cierto es que, al final, por aquí no dejan de pasar nuestros amigos, amigos de nuestros amigos, y amigos de los amigos de nuestros amigos», bromea Miguel Ángel Uribe. «Además –agrega– la gente no viene solo en estas fechas, sino que hemos recibido visitas incluso durante los meses de verano y con un calor de justicia». Y es que Mari Carmen, la madre de Miguel Ángel, es la presidenta de la Asociación Granadina de Amigos del Belén, y el propio Miguel Ángel ejerce como secretario de esta entidad, que en estas semanas no da abasto para ayudar a los que llaman a su puerta y para organizar un evento tan importante como los Petra, unas distinciones con las que la Asociación reconoce la labor de organizaciones que han estado en primera línea de batalla contra el coronavirus.

Los Uribe Ruiz han ido haciendo acopio, poco a poco, de verdaderas joyas en forma de belenes de todos los estilos. ¿Qué se puede ver en estos momentos? Por lo pronto, la mesa del salón la han convertido en una exposición de misterios de todos los orígenes, de todas las procedencias y de todos los materiales. Detrás de ellos, un imponente belén napolitano de 1,20 metros de alto por 0,80 de ancho con piezas adquiridas en el transcurso de un viaje realizado por la Asociación a Nápoles. «Nos trajimos tres maletas llenas», recuerda Miguel Ángel. Dentro iban la Virgen María, San José y el Niño Jesús. También un 'zampognaro' (gaitero) y un pastor que se representa en una cueva durmiendo porque la tradición dice que está soñando la escena del belén. La principal característica de estas esculturas, algunas de ellas auténticas obras de arte, es que los cuerpos son de alambre y estopa, mientras que las extremidades se ejecutan en barro y madera. Posteriormente se visten con unos trajecillos confeccionados a medida para otorgarles el mayor realismo.

Aunque el gran belén de los Uribe Ruiz, el que ocupa la mitad de una habitación, está cerca de la entrada, custodiada por un muñeco ataviado como un pastorcillo con dos grandes pines, uno de la Asociación de Amigos del Belén y otro donde se puede leer la siguiente leyenda: 'Soy belenista de corazón'. El belén cuenta con noventa figuras y ciento cincuenta animales. Todos a escala –los más pequeños están situados más lejos y los más grandes, más cerca–. Un precioso paisaje de un pueblo hebreo en miniatura divido en tres arcos donde se escenifican la anunciación a María, el nacimiento, el empadronamiento, la huida a Egipto y la cabalgata de los Reyes Magos.

«Nuestra intención –explica Miguel Ángel– es renovarlo por completo todos los años». Una renovación que no sólo pasa por poner nuevos 'habitantes' pululando entre callecillas, sino por cambiar la fisonomía a partir de una estructura que sí se mantiene fija. Para modificar la orografía utilizan cajas, caballetes y mesas. Diferentes alturas para recrear montañas y valles.

La base del belén es de porexpan, el mismo material que usan para hacer las casas. Se trata de una especie de corcho blanco fácil de cortar para que la figuras queden insertadas de forma que se pueda ocultar el pedestal. Así da la sensación de que los pies están sobre el suelo. El cielo está hecho de pané fino, de forma que pueda ondularse para que parezca la curvatura del universo. Las nubes están pintadas en acrílico y las estrellas son, en realidad, filamentos de fibra óptica. El sistema de iluminación diferencia entre el día y la noche, y resalta los elementos más interesantes y singulares. Un belén que no se arma en un día ni en dos, sino en tres meses. Desde febrero ya trabajan en las novedades de la próxima temporada. El belenista es belenista los 365 días, y los Uribe Ruiz desde luego lo son.

Si sumáramos las figuras de todos los belenes de los Uribe Ruiz, obtendríamos más de dos mil, según las estimaciones de Miguel Ángel. Muchas de ellas están catalogadas. Otras, pendientes. Entre los misterios más curiosos, uno de Cracovia en forma de castillo, una concha de nácar pintada al óleo con la escena de la adoración de los Reyes Magos y uno de Kenia de la sagrada familia en madera de ébano.