De pinchadiscos a pintor de brocha gorda
Paco Burgos ·
Es uno de los pinchadiscos imprescindibles para entender la escena musical granadina. Le daba para vivir. Pero llegó el coronavirus, los locales cerraron y la música dejó de sonar. Entonces fue cuando rescató sus bártulos de pintar. Ahora se gana el sustento brochazo arriba, brochazo abajo. «Solo sé que voy a seguir con esto mucho tiempo»Paco Burgos recuerda perfectamente las dos últimas veces que pinchó. El 4 de febrero en el Boogaclub y el 27 de junio en el Rocknrolla, ... dos de los garitos míticos de la Granada más mítica. «Me acuerdo incluso de la última canción que puse antes de que se hiciera el silencio, 'In dreams', de Roy Orbison, un tema que habla de sueños, sueños donde no hay mascarillas, ni geles hidroalcohólicos, ni distancias de seguridad», comenta Paco mientras apura un café en una terraza del Zaidín, su barrio. «'In dreams' tiene mucho de simbólico», asegura para el periodista y para sus adentros.
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Y es que el 14 de marzo de 2020 cambió su vida como cambió la vida de 47,4 millones de españoles. Se cerraron los comercios, se cerraron las bibliotecas, se cerraron los parques, los pubs y las discotecas. Y el bueno de Paco dejó de oficiar cuatro días a la semana para hacerlo ninguno. Hasta el verano no pudo volver a la carga. Hasta que se 'impuso' esta nueva normalidad intermitente que no tiene nada de nueva, ni de normalidad. Desde entonces, inédito. Algún disco en casa tomando una cerveza y poco más.
El oficio de pinchadiscos en Granada da lo justo para vivir. Un trabajo que Paco Burgos, nacido en 1977 –pertenece a la 'hornada del punk'–, compaginaba con otros quehaceres como locutor radiofónico o escritor de artículos especializados en música. Es una verdadera enciclopedia andante. Una sabiduría, ganada a base de mucho leer, mucho escuchar y mucho conversar, que bien reflejada queda en sesiones donde no falta un poquito de Chuck Berry, un poquito de Elvis y otro poquito de Eddie Cochran, por citar tres clasicazos del rock and roll, pero tampoco el funky de Kool and the Gang o el soul de Jackie Wilson. Ritmo en vena que triunfa en el Planta, en el Booga o en el Sanatorio de Jaén. «Curraba de lunes a jueves o de jueves a domingo», comenta. «Unas veces acababa a la diez, otras a las once, otras a las doce... y otras a las siete de la madrugada».
Todo esto hasta aquel 14 de marzo de 2020 en que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decretó en consejo de ministros extraordinario el estado de alarma porque la neumonía atípica de la que moría la gente en Wuhan se había convertido en una pandemia de consecuencias insospechadas para la humanidad. El ocio y la cultura –y los que viven del ocio y la cultura– quedaban seriamente tocados y, en consecuencia, a Paco Burgos también le tocó. Y no le quedó otra que reconvertirse. «En 2017 ya me hice el planteamiento de pegarle un giro a mi vida, de buscarme algo para el día y pinchar por la noche de forma eventual». Un proceso que se precipitó con el coronavirus. Y así fue cómo 'rescató' del desván sus útiles de pintor de brocha gorda, una profesión que ejerció en los años ochenta y noventa aprendiendo de su señor padre, don Miguel Burgos 'El Cele', también celebérrimo cantaor. Y en ello está: «Antes se llevaba el gotelé y ahora las paredes lisas, que son más fáciles a la hora de decorar. También se impone el blanco, aunque me piden color para las habitaciones de los niños».
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«Esto ha venido para quedarse», confiesa Paco Burgos respecto a su nuevo 'modus vivendi'. No ha supuesto para él ningún trauma ni ningún 'shock' emocional. «Me gusta», afirma sin titubeos. Brochón hacia arriba, brochón hacia abajo. Un curro que, como él mismo dice, «tiene mucho de físico y mucho de mental». Pero que siempre se hace más llevadero al ritmo de sus admirados Burning. «No tengo ni idea de qué me depara el futuro, sólo sé que voy a seguir con esto mucho tiempo, que me gustaría compatibilizarlo con lo de antes y, llegado el momento, 'carpe diem', compañeros».
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