La familia compuesta por Jacob, Vanessa, Jacob junior y Gonzalo, posan en un parque en el Zaidín. JAVIER MARTÍN
Vidas cambiadas

No hay paro que frene la fuerza de la familia

Jacob y Vanessa ·

Salud y trabajo. Su vida se resume en dos palabras. Han visto perder sus empleos y sobreviven gracias al amor de la familia, que puede con el virus y sus consecuencias. Los padres de ambos les ayudan y, mientras sobreviven a la pandemia, tienen tiempo para preparar la Primera Comunión de su hijo pequeño.Será la gran alegría del año

Viernes, 12 de marzo 2021

La vida tranquila y segura de Vanessa y Jacob ha desaparecido con la pandemia. Sus hijos, Jacob junior y Gonzalo crecen con salud y una ... gran sonrisa. Van a sus centros educativos y por las tardes se emplean con el fútbol, el ping pong, la bici y el saco de boxeo. Vanessa y Jacob se quieren más que nunca. Cuando los entrevistas, se miran, se toman las manos y se besan. Cruzan la calle agarraditos los dos. Nada ha cambiado en su amor. Siguen siendo felices. Siguen siendo sencillos y lo que les marca ahora es que son trabajadores en paro. Es lo que sí ha cambiado. La incertidumbre también vive en su hogar. «En casa entraban hasta 2.300 euros al mes», explica Vanessa. «Ahora, tiramos como se puede». Ella y su marido, ambos acaban de llegar a la cuarentena, trabajaban en la hostelería en el Realejo y con la llegada del virus se despidieron de sus trabajos. «Menos mal que decidimos justo antes de la pandemia alquilar nuestra casa en Las Gabias y venirnos a vivir al Zaidín a casa de mis padres», cuenta ahora Vanessa.

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Esta acción les ha permitido, primero, poder pagar la hipoteca de Las Gabias con el alquiler y, además, los padres de Vanessa no les cobran la renta porque ambos se han quedado sin trabajo. «No sé qué sería de nosotros sin nuestras familias», comparten, porque los padres de Jacob también ayudan durante este largo año de pandemia y dolor, de brazos cruzados y de entregas eternas de currículos para encontrar un empleo, en el caso de Vanessa.Jacob, por su parte, sigue en ERTE. Están en paro sí, pero no paran. Son voluntarios en el Banco de Alimentos del Zaidín. «Pero no reparto comida, a mí me toca el trabajo de descargar los camiones y mover pesos», dice Jacob.

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De esta forma, cuando hay excedentes de comida fresca que se quedan sin repartir, vuelve a casa con una bolsa de comida con mandarinas, plátanos, tomates... «Nadie le hace un asco a una bolsa de comida hoy por hoy. Y no están los tiempos para tirarla». La familia de Jacob y Vanessa es un antídoto contra las consecuencias del virus. No ha cambiado ni su sencillez ni su felicidad. Sí han variado, y mucho, sus ingresos. No se ha modificado ni su integridad ni su honradez.

La evolución se ve en su compromiso como padre y madre para que a sus hijos no les falte de nada. Por eso pasaron la pandemia en casa y celebraron todos los cumpleaños con tartas y pasteles, aperitivos y tapas hechos con sus manos. Celebraron el Día de la Cruz y también la Semana Santa. En cuanto se pudo salir a la calle, esta familia tradicional granaína se dirigió al Rocío, «a pedir a la Virgen salud y trabajo». También pudieron, por fin, ver a los abuelos, que habían pasado la covid-19, y se fueron a ver la Alhambra, que les devolvió su belleza nocturna.

Ahora están organizando la primera comunión de Gonzalo, el peque de la familia. Será en las Comendadoras de Santiago, donde Jacob saca a la Virgen de la Amargura. No habrá invitados. Pero estará toda la familia. No se necesita mucho más.

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