Agustín Rodríguez, en la tienda de alimentación y dulces que ha abierto en Órgiva. JAVIER MARTÍN
Vidas cambiadas

El empresario al que no se le caen los anillos

Agustín Rodríguez ·

La empresa de Agustín jugaba en la liga nacional del sector del espectáculo. Estaba en la cresta de la ola y llevaba un ritmo frenético de trabajo por toda España que la pandemia cortó en seco. Su vida ha dado un giro de 180 grados. Ahora regenta una pequeña tienda en su pueblo, Órgiva, para aguantar el tirón

Viernes, 12 de marzo 2021

Imagina que tu negocio es tu 'hobby', no te importa reinvertir absolutamente todo lo que cobras porque es tu afición, por eso íbamos a más ... y a más». Con esta fórmula, Agustín Rodríguez (Órgiva, 1988) había logrado que su empresa de sonido, ALV audio, creciera hasta el punto de competir en la liga nacional del espectáculo.

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Este empresario hecho a sí mismo, empezó alquilando altavoces para bodas. Euro que ganaba, euro con el que compraba equipos. Primero de mil euros, en los últimos años, de más de 300.000. Agustín se encargaba de poner sonido a los conciertos de los Sanfermines con 30.000 personas en el público o a grandes festivales con artistas como Rozalén o Nathy Peluso... Viajaba por toda España y su ritmo de trabajo era frenético. «Estaba que no había quien me tosiera», recuerda ahora entre risas. La pretemporada de 2020 prometía. «Todo eran buenas perspectivas, íbamos a tope, incluso rechazando fechas para el verano». Tras años de trabajar doce horas al día, de arriesgar, de no tener un fin de semana libre, por fin cumplía un sueño con su empresa en la cresta de la ola... Pero la marea bajó de golpe con el estallido de la pandemia.

Agustín echa la vista un año atrás y recuerda que su primera impresión fue que esto iba a durar menos. Por eso admite que, pese a la preocupación y la incertidumbre económica, no vivió con angustia el parón de los meses de confinamiento. Por primera vez disfrutaba de su hija de dos años sin la vorágine del trabajo o experimentaba el placer culpable de pasarse un día entero del sofá a la nevera.

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Aprovechó además para resolver esos asuntos de la empresa para los que nunca tenía tiempo... y en éstas llegó el verano y los pequeños bolos con los que recuperaba algo de oxígeno financiero. A la vez, en los días de parón, explotaba su talento como manitas y se puso a instalar aires acondicionados. Lo que haga falta para sumar en la carrera por cubrir gastos y mantener a salvo su empresa. Y es que a Agustín no se le caen los anillos. Nunca se le han caído. Ni por ceder el protagonismo en la mesa de sonido para que brille su equipo, ni por ponerse a empalmar cables siendo el jefe, ni por ayudar a sus padres en el invernadero. Tampoco se le van a caer ahora que la vida le ha dado un giro de 180 grados.

El empresario se ha colocado un delantal y ha montado, en el mismo local familiar de Órgiva donde hace doce años comenzó su negocio de sonido, una pequeña tienda de alimentación con la que se busca la vida mientras se reactiva su empresa. Ha pasado de manejar facturas con muchos ceros, a vender palmeras a un euro. Con los anillos bien puestos y mirando para adelante con esperanza. «Toca aguantar el tirón hasta poder volver al negocio por el que tantos años he luchado», resume. Tiene claro que el 'show' va a continuar –debe hacerlo– y cuando lo haga, ahí estará él para volver a ponerle la música.

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