El «mejor equipo» de María Pérez sonríe: «Se nota que ha sufrido, pero ha disfrutado. Es solo el principio»

Pasaban pocos minutos de las nueve de la mañana cuando Noe Morillas arribó a casa de su cuñado, Manuel Pérez. «Estaba más nerviosa ayer», aseguró la esposa de la marchadora de Orce. Un par de horas antes había recibido el último mensaje de la atleta antes de pelear por las medallas en Sapporo: «Somos el mejor equipo». Se refería al que forman ambas, junto a los familiares que arropan a María Pérez. Un mantra que acompaña a la marchadora desde que se casó en octubre, pese a que la pandemia no permitió que hubiera ceremonia. Un apotegma con el que la pareja compitió en otra carrera de larga distancia durante los últimos meses. «Pasé la covid al principio de la pandemia, cuando no sabíamos qué iba a pasar. También, parte de mi familia. A final de año, me encontraron un sarcoma y, entonces, ha sido una situación personal bastante complicada», detalla Morillas.

En la casa esperaban ya Manuel Pérez, la hermana de Noe, Nani Morillas y la pequeña Ada, que jugó durante buena parte de la mañana con sus abuelos, Enrique Morillas y Encarnación González. Se unieron Tania, su otra hermana, y Nayra Martín, su pareja. Todos se sentaron en torno a tres mesas juntadas frente al televisor, esas que más tarde sostuvieron sus nervios. Se llenaron de dulces, churros y bebidas, como invitaba la hora, aunque el apetito se cerró pronto. Arrancó la prueba y comenzó el análisis.

«La veo a tope, no se la ve para nada cansada. Va lanzadísima», indica Nayra, muy satisfecha de los primeros pasos de María Pérez. El inicio había sido prometedor: la granadina se aferró a las tres atletas chinas, las favoritas, y se instaló en el grupo de cabeza para evitar que se desmarcaran. Todos estaban expectantes frente al televisor. «Es tan competitiva que siempre sorprende, incluso a su propio entrenador, a cualquiera de nosotros, a todos los que la conocemos. Entonces, la tensión es por verla, pero, sobre todo, por no saber qué va a hacer esta vez. Siempre hace algo», indica Noe. Interrumpen los demás «¡Mírala!», cuando el rostro de concentración de la marchadora de Orce aparece en pantalla.

La inquietud se entremezclaba con cierta confianza. «María ha sabido focalizar la experiencia de este último año para hacerse más fuerte. Yo la veo más fuerte que nunca; eso es lo bueno que tiene ella. Luego, como cualquier otra persona, tiene sus preocupaciones. Yo sé que lo ha pasado mal, pero ha cogido esos sentimientos y los ha encauzado para sacar fortaleza psicológica», sostiene su esposa, convencida de que esa lucha compartida contra el sarcoma propició que tuviera «un año brutal a nivel de competiciones nacionales». «Yo he estado con ella, pero a ella le ha tocado en esta ocasión estar conmigo. Se trata de eso, de apoyarse mutuamente. No de ser fuertes, porque parece que te lo piden y te lo exigen, tanto en el atletismo como en este tema, y eso no depende muchas veces de nosotros, pero sí el estar juntas y poner todo lo que estuviese de nuestra parte. Y ella lo ha hecho», resalta Morillas.

La pequeña Ada, mientras, cambia de brazos, de sus abuelos a su madre. Su tía, en Sapporo, se exprime. «No se separa de las chinas ni de la italiana», se congratulan, cuando aún resta más de la mitad de la prueba. «¡Quinta va ya!», exclama Enrique Morillas. «Ese quinto puesto no es representativo aún», responde Noe, a quien replica nuevamente su padre: «Pero ya está ahí». En otra vuelta, entra tercera. «¡Que lo paren ya!», pide Nani entonces.

La tensión hizo enmudecer el patio de la casa de Padul a partir de la hora de competición. «Ahora viene lo serio», avanza Enrique. Palmisano estiró la caravana y a los suegros de María Pérez les comenzó a faltar patio para caminar. Cada amonestación se celebraba como si fuera un peldaño más hacia la medalla. «¡Venga, vamos!», se animan.

La pugna entre la atleta granadina y Liu Hong en la última vuelta elevó las pulsaciones en la familia. Reconocieron el mérito de Antonella Palmisano, Oro olímpico y con ventaja con respecto a sus perseguidoras, y lamentaron que no se sancionara a la colombiana Sandra Arenas, que acumuló tarjetas pero se hizo con la Plata. Ocho segundos dejaron a María Pérez con una medalla de un chocolate «un poco amargo», como confesó la granadina posteriormente a su familia, en una videollamada. «Hoy la suerte no ha acompañado», lamentó. «Ha sido fantástica, como sabemos, como siempre. Está 'enfadadilla' porque se le ha escapado el Bronce», avanzó a la familia unos minutos antes Jacinto Garzón, su entrenador.

En la casa de Padul quedó un sabor agridulce que no privó del festejo por la marca. «Bueno, vamos a la piscina a celebrarlo», propuso Manuel Pérez. Todos le siguieron en el chapuzón, con la ilusión de pensar en lo que puede venir en futuro: «En los próximos, no hay quien le quite la medalla».