Entrevista a María Pérez
«Me impactó la repercusión que tuve al volver a la rutina; aún compruebo que fue real»«La gente a mi alrededor me dice que no me doy el valor que tengo, pero es que esa es mi esencia», se encoge la marchadora bicampeona del mundo
María Pérez atiende a las televisiones nacionales y autonómicas antes de que anochezca en el polideportivo de Bola de Oro que ahora lleva su nombre ... y a continuación toma asiento en la grada interior del pabellón para conversar con IDEAL. «Querría haber recibido estos homenajes antes pero era imposible. No podía estar en todos los sitios a la vez y los recibo ahora, cuando más los necesitaba y después de estar tranquila con los míos. Todos los granadinos conocemos estas instalaciones deportivas y que todos los partidos políticos pensaran en mí me parece muy especial, y más aún con la foto de cuando fui campeona del mundo por primera vez», agradece la marchadora.
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Todavía reconoce que le cuesta ser consciente de lo que consiguió en Tokio, donde revalidó su bicampeonato del mundo para sentarse en la misma mesa que Carl Lewis, Usain Bolt y Mo Farah como la primera mujer en ella. «Cuando me lo dijeron, me abracé a la jefa de prensa de la Federación mientras lloraba porque solo quería hablar con mi familia. Nunca me gustó que me comparasen, ni me importó la historia, más allá de superarme a mí misma. A las ocho horas de aterrizar en Madrid me fui a México, y en vacaciones desconecté del teléfono, pero al volver a la rutina me impactó la repercusión que tuve pese a que yo misma le quitaba peso», refleja.
María Pérez comprueba de vez en cuando que su hazaña fue real. «Al seguir en activo, la rueda no para y ya pienso en las próximas competiciones. La gente a mi alrededor me dice que no me doy el valor que tengo, pero es que esa es mi esencia. No es fácil mantenerse en la élite pero soy feliz y encontrar ese punto cuando ya lo tienes todo te hace disfrutar mucho más», subraya.
Parece impensable, pero la bicampeona del mundo volvió a marchar dos días después de revalidar también su título en la prueba de 20 kilómetros. «Al aterrizar en México me puse sobre un tapiz para cansarme y dormir por el 'jet lag' y lo hice a once kilómetros por hora; si lo hiciera ahora, me partiría las piernas», ríe. «Creo que ahora tardaré un poquito en volver a hacerlo. Apenas estoy empezando a entrenar y ya tengo unas agujetas que me muero. Ya voy haciendo travesías por Granada, corriendo y andando, hasta la Alhambra incluso», cuenta, aunque de momento prioriza «tranquilidad, descanso y paz mental». Por lo pronto avanza que compartirá concentraciones con su buena amiga y rival italiana Antonella Palmisano tanto aquí como en el extranjero, tras haber compartido algunos bailes con su abuela durante su propio recibimiento en el país transalpino.
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María Pérez marcha ya hacia los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 2028, consciente de que antes deberá pasar por el Europeo de Birmingham y un nuevo Mundial en Pekín. «Jacinto (Garzón) me dice siempre que me he ganado la libertad de elegir lo que quiero y lo que no quiero hacer, pero por ahora hablamos más de los niños que entrena y del día a día que de mí», bromea sobre su entrenador, que trata de convencerla para que siga sus pasos en el futuro. «Me gustaría que me entrenase Antonella también primero, pero por ahora solo pienso en dejar el atletismo por ser madre. Como entrenadora sería exigente porque querría dirigir a alguien en la élite tras vivirla; me parece muy arriesgado, aunque le echaría una mano a Jacinto encantada si me lo pidiera», matiza.
Guinda en Los Ángeles
La marchadora espera ya la estatua que el Ayuntamiento de Orce le ha prometido junto a su casa-cueva familiar. «A mí me gustaría que la pusieran en la rotonda a la entrada, por si tengo que trabajar cuando me retire», ironiza, con la ilusión de que la vean tanto su sobrino Abel como su bisabuela María, cuya salud le dio un susto el pasado verano. «Al ver sus fotos en IDEAL tras el cuarto puesto en los Juegos de Tokio le prometí una medalla y ya tiene dos; si llega la de oro individual, sería la guinda del pastel», anticipa.
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