Vilches responde desde la emoción a 'La geometría del trigo' de Conejero

Tan destacadas consideraciones pudo hacerlas suyas el público que llenaba por completo el patio de butacas del teatro Miguel Hernández. En Vilches, el pueblo natal del autor, director y productor de esta pieza dramática que se gestó sobre el propio escenario del Miguel Hernández -en él tuvieron lugar los primeros ensayos- nadie quería perderse la escenificación de esta obra de matafórico título que acaba siendo un viaje de norte a sur, de sur a norte, que crece al abrigo de la relación que establecemos con el pasado, la identidad y disimilitud con la tierra de procedencia, la transición entre formas de amar.

Joan (José Bustos) y Laila (Eva Rufo), una pareja en crisis, viajan en coche desde Barcelona a Vilches para asistir al entierro del padre del primero del que nunca supo nada. En este cruce del país, y más aun sobre el escenario de las últimas minas de plomo de Jaén, van uniendo las piezas de un relato del que inevitablemente forman parte. Cuando llegan a la tierra rojiza entre olivares surgen otros hombres y mujeres dispuestos a contar su historia: Emilia (Consuelo Trujillo), Antonio (Juan Vinuesa), Beatriz (Zaira Montes) y Samuel (José Troncoso). Los seis configuran un puzzle pletórico en lírica y fuerza que la pareja trata de descifrar para componer la geometría familiar y empezar de nuevo.

El público de Vilches asiste a la ceremonia conteniendo la respiración, sabe que contempla una obra que la crítica ha calificado como fundamental para el teatro español y esa advertencia tan solemne, unido a la complejidad, riqueza y precisión con la que el autor la ha construido, permite a la grada agitar la gastada sensibilidad de la conciencia con los ojos bien abiertos.

La respuesta del público local tiene poco de especial, que así está aconteciendo en todos los teatros desde que el pasado 6 de febrero se estrenó 'La geometría del trigo' en el Centro Dramático Nacional. Lo que tiene de singular la representación en Vilches es que el espectador sabe que esta obra de Conejero tiene un carácter muy personal, está basada en una historia que le cuenta su madre, mujer vilcheña, que retrata la transición, la emigración, los amores secretos, incomprendidos y los dolores que las mentiras provocan. Y todas estas situaciones y sentimientos se manifiestan en el pueblo natal del autor con la cercanía de quien escarba en su relato por las raíces de la tierra.

Sobre el escenario un trabajo actoral enorme, impagable, que permite a las actrices y actores del reparto recoger los cálidos, sinceros y prolongados aplausos del público. La ovación crece cuando aparece el propio Alberto Conejero que saluda desde la emoción y el convencimiento de que su mensaje dramático ha calado en la grada, en su pueblo, y de una manera profunda, apasionada, intensa.