La Criba vuelve al Teatro Ala Oeste con la obra 'Locos de Atar'
La compañía de teatro pealeña aprovechó el fin de semana festivo para homenajear a la mujer con seis monólogos
José Luis González
Cazorla
Lunes, 2 de marzo 2020, 00:38
La compañía teatral La Criba, de Peal de Becerro, volvió al escenario del Teatro Ala Oeste del Cine San Antonio coincidiendo con el fin de ... semana del Día de Andalucía, con la obra 'Loc@s de atar', dirigida por Paco Zaragoza. Un montaje conformado de seis monólogos y dos hilos conductores, representado uno, en la escalera de acceso al escenario, por el alter ego del propio director encarnado por el actor Alberto Plaza; y otro por el color violeta, siempre presente en forma de elemento escenográfico o de vestuario. Todo ello giraba alrededor de una idea, el homenaje a la mujer. Por un lado, desde algunos de sus perfiles más dramáticos y descarnados, pero también –y sobre todo- recordando, con humor e ironía, el papel femenino en el ámbito familiar, laboral o sexual.
No era la primera vez que Paco Zaragoza ponía el acento en el universo femenino. Lo viene haciendo desde hace más de 30 años en La Criba, pero también en el seno del IES 'Castillo de la Yedra' de Cazorla y el grupo de teatro que allí nació, Pecato Veniale. La obra 'Voces de mujer' representaba nítidamente esta apuesta. De hecho, dos de los monólogos de 'Loc@s de atar' se rescataron de ahí. Los otros cuatro son obra de Franca Rame y Darío Fo.
Inicio dramático
Todo comienza con el drama y el infinito dolor de una mujer violada en grupo. La descripción detallada del delito por boca de la propia víctima no puede dejar indiferente al público, que asiste silencioso al ramillete de agresiones sufridas por aquella. Rocío Ortiz borda un papel tan complicado, que culmina al lado de su hermana, la también actriz Sonia Colodro. Cuando ambas se van del escenario no hay aplausos porque, como ellas mismas piden con un cartel, el mejor homenaje a su actuación es el silencio.
El culmen dramático quedó aquí, y así lo anuncia Alberto Plaza. Después llegó la sensualidad, la ironía y el humor. Mucho de esto último tuvo el monólogo de Elena Galiano, que subrayaba la conciliación laboral y familiar. Ello, en la persona de una mujer que conforma un pequeño núcleo familiar con su pareja y un bebé. Los apuros a primera hora de la mañana para cuadrar sus múltiples obligaciones podrían firmarlos muchas de las mujeres que ocupaban el patio de butacas.
En tercer lugar subió al escenario Ana Vilches, la actriz con más tablas de cuantas componían el elenco, también directora de La Criba y de las escuelas municipales de teatro de Cazorla y Peal de Becerro. Con estos mimbres, un extraordinario texto de Darío Fo y el apoyo de Victoria Almansa, no se podía esperar menos de la Vilches que unos deliciosos minutos de sonrisas –también alguna carcajada- y cierta dosis de tristeza, por el reflejo de una mujer maltratada en el lugar que más seguro debiera ser para ella: su hogar.
Y, a continuación, la sensualidad y la sexualidad femenina, y también la masculina, con y sin moraleja. Primero con Mariola Colodro y Eulogio Vico, poniendo en escena la pareja que forman Adán y Eva, tan vestidos como deseosos de penetrar en los infiernos. Después a través del personaje encarnado por José Luis Escudero, siempre imponente sobre el escenario con su voz potente y su dicción perfecta, además de por un rostro que ya comunica antes de que el texto se abra paso desde sus cuerdas vocales. Y, por último, con el pequeño-gran actor que es Julio García, entrando de lleno en la dicotomía sexo-amor, tan sobrevalorada por determinado orden moral, refractario a los placeres del ser humano en general y a los de la mujer en particular.
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