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J. A. GARCÍA-MÁRQUEZ
QUESADA
Sábado, 15 de diciembre 2018, 02:16
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El próximo miércoles 19, la Sala Retiro de Madrid saca a subasta presencial más de 500 lotes de pintura, escultura, obra gráfica, dibujos, artes decorativas y mobiliario.
En esta puja, una de las de mayor expectación en el año que termina, destaca por su calidad la serie de arte contemporáneo español e internacional con importantes obras de artistas como Antoni Clavé, Joan Miró, Salvador Dalí, María Blanchard, Rafael Canogar, Manuel Hernández Mompó, Manuel Rivera, Joan Brotat o Benjamín Palencia.
Entre las piezas ofertadas llama poderosamente la atención el cuadro 'El comedor' que Rafael Zabaleta pintó en 1948. Se trata de un óleo sobre lienzo, de 82 por 65 centímetros, que ha formado parte de importantes exposiciones, entre ellas las celebradas en vida del artista en las Galerías Leyetanas de Barcelona (1949), donde presentó 35 óleos y 15 dibujos, y tras su muerte, a título póstumo, por tanto, las desarrolladas en el Colegio de Arquitectos de Barcelona (1965) y en la Galería Biosca de Madrid (1970).
Década de los 40
Con un precio de salida de 32.500 euros, 'El comedor' de Zabaleta se corresponde con sus producciones en la década de los 40, tercera etapa de su pintura, en la que el artista precisa y define con todo rigor su estética plástica. Decenio de gran movilidad entre Quesada, Madrid, Barcelona y, en el epílogo París, el pintor encuentra y conquista su posición dentro del panorama nacional.
El óleo que sale a subasta es representativo de una de las naturalezas muertas de Zabaleta, esa en la que la mesa, aun hallándose en un espacio interior, parece como si metafóricamente estuviese en la lonja de un cortijo, en medio de un cálido paisaje jaenés, y sobre la concepción simbólica de los productos que proporciona la tierra. Con colores sutiles que configuran un maridaje conectado a la naturaleza del paisaje serrano, se trata de un cuadro lírico que tampoco anda exento de un toque burgués, sobrecargado y profuso.
La biógrafa de Zabaleta, María Guzmán, en su libro 'Estudio Catalográfico, Óleos', expresa de la obra que se trata de una pintura intimista, ambientada en el universo propio del autor, cargada de decorativismo, con temática y formas que evocan a Gutiérrez Solana: «Se sirve del espejo para hacer visible lo invisible, en un juego de planos y espacios cuyos efectos y empleos son muy conocidos en la pintura. Para estructurarla Zabaleta divide la tela en dos rectángulos, según la regla de la proporción áurea: El superior los subdivide verticalmente en tres, mientras que en el inferior inscribe un óvalo».
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