Curro Díaz y Juan Ortega triunfan en la fiesta del 30 aniversario de la alternativa de Ponce
Cortaron dos orejas cada uno de ellos, mientras que el maestro valenciano se llevó una
ÁNGEL A. DEL ARCO
Jaén
Domingo, 18 de octubre 2020, 01:04
Tenía que ser en Jaén, en una de sus plazas talismán, dónde Enrique Ponce, celebrando sus treinta años de alternativa se dio un festín, regalándose ... una gran faena al cuarto de la tarde, disfrutando y haciendo disfrutar al respetable que casi llenó el coso de la Alameda, con el aforo permitido claro está, unas dos mil quinientas personas que pudieron comprobar que 30 años no son nada, si se mantiene la ilusión de un niño y una afición desmedida. Curro Díaz por su parte, se coló en la fiesta, realizando una gran faena, cortando dos orejas, al igual que Juan Ortega que borda el toreo erigiéndose en los triunfadores de la tarde.
El festejo, con muchos alicientes, tenía un protagonista principal, Enrique Ponce. El valenciano, al que hemos adoptado en Jaén, empezó a vivir su tarde de toros a partir de las cuatro de la tarde en una habitación del hotel Condestable, cuando su mozo de espadas, Dani Rosado con un precioso traje palo de rosa y oro, empezó el rito sagrado y la liturgia de vestir al torero. Ponce vive el momento con asombrosa tranquilidad, no molestándole nuestra presencia, hasta en eso es diferente éste torero. Todo medido, fue colocando Dani Rosado todas las piezas del traje de luces, sin prisas pero sin pausa, mientras Enrique Ponce charlaba animadamente, también cantando, viviendo de esa manera el momento siempre difícil de vestirse de torero.
En la habitación de un torero convive la incertidumbre e ilusión de una tarde de toros, también la de los miedos lógicos de tener que jugarse la vida, aunque en el caso de Ponce, al parecer, todos esos sentimientos los tiene dominados o eso parece, pues en su gesto no hay atisbo de preocupación alguna y si, la de una persona consciente del momento que vive, disfrutando de cada segundo y cada minuto, pendiente de que todo quede en su sitio, haciéndose el silencio en el momento de recogimiento al lado de su capilla. Preparado el torero, sale de la habitación con una sonrisa en la cara y con la ilusión de un niño con treinta años de alternativa.
Medidas de seguridad
Los prolegómenos fueron muy bonitos y emotivos, no era para menos, estamos ante un torero histórico que ha tenido en Jaén y en su plaza de toros, un sitio dónde ha podido expresarse en multitud de tardes, regalándonos su excelsa tauromaquia durante tres décadas, un auténtico regalo.
Por la puerta de chiqueros fueron salieron los toros de Victoriano del Río, un encierro precioso de hechuras, muy en el tipo de la ganadería, con kilos y presencia, dando un juego interesante y variado, bravos, encastados y por momentos difíciles. Un encierro que puso a prueba a la terna, muy dispuesta durante toda la tarde.
La tarde estaba preparada para que Enrique Ponce celebrara sus treinta años de alternativa de forma y manera triunfal. Y a fe que la disfrutó el valenciano, desde el primer capotazo hasta el saludo final con la mano en el corazón en señal de agradecimiento ante tantas muestras de cariño.
Con su primero se lució en el saludo capotero. De forma elegante se lo sacó a los medios para rematar de una buena media. Ya se pudo atisbar en esos primeros compases la noble condición del toro, la sosería y las pocas opciones que tuvo el pitón izquierdo del toro. En el tercio de varas se lució el picador José Palomares en una excelente vara.
Se fue Ponce decidido al centro del platillo a brindar la faena, convencido de las posibilidades del toro sobre el lado diestro. Tan decidido estaba que rápidamente se puso a torear sobre el lado derecho en una primorosa primera tanda. De igual guisa siguieron las dos siguientes, aunque el de Victoriano del Río se empezó a parar en mitad del muletazo, cabeceando y protestando ante la muleta de Enrique Ponce. Por el lado izquierdo se puso en una tanda, aunque solamente de probaturas, ya había visto antes las nulas condiciones por ese lado.
Intentó de nuevo remontar la labor, de nuevo sobre el lado derecho, aunque a esas alturas, con el toro ya muy parado apenas si dejó al torero gustarse en un algún muletazo suelto. Terminó su labor con un elegante toreo por bajo. Mató de pinchazo, estocada casi entera algo perpendicular y tres descabellos, sonando un aviso y siendo ovacionado.
Con el cuarto se vivió un momento de gran emoción cuando Enrique Ponce brindó la faena de muleta a toda su cuadrilla, incluyendo a Mariano de la Viña, banderillero de Ponce durante muchos años, que el año pasado tras una gravísima cornada que casi le cuesta le vida todavía tiene secuelas que le impide torear. Un abrazo sentido entre los dos y la emoción a raudales.
Antes, con el capote, Ponce se lució con verónicas de trazo limpio. Le gustó el toro castaño, que tuvo calidad pero escasa fuerza. Sacó Ponce el librillo y con su sabiduría habitual y poco a poco le cuajó una labor de menos a más que terminó por poner en pie a toda la plaza. La lidia de muleta empezó con protestas y terminó entre piropos de un público entregado. Toreo con la derecha, al natural, cambios de mano, trincherazos y dos poncinas en una labor de belleza máxima. Mató de pinchazo y estocada baja, sonó un aviso cuanto todavía estaba toreando y paseó una oreja entre el asombro de un público.
Pellizco de Curro Díaz
Curro Díaz es un torero de Linares que siempre triunfa en Jaén. Ahí están los datos que corroboran lo dicho. Sus actuaciones en la capital siempre están plagadas de esos detalles de torería y pellizco, tan marcados en la personalidad del 'artista' linarense. Y eso gusta mucho aquí, mucho más cuando el ambiente es a favor, algo que ocurrió en la tarde de ayer.
Con el segundo de la tarde, primero de su lote, lo toreo a la verónica de forma ajustada, logrando alguna verónica que levantó los primeros olés de su labor. En el tercio de banderillas se lució el subalterno Juan Carlos García que tuvo que saludar tras dos excelentes pares.
Brindó el linarense su labor al público, empezando por el lado derecho, con su gusto habitual, aunque por ese lado el toro se quedaba corto. Rápidamente el torero se dio cuenta que el lado bueno del toro era el izquierdo, cuajando tandas de muletazos en las que tuvo, a base de aguantar, el mérito de dejar que el toro le llegase muy cerca, arriesgando, aún a sabiendas que era necesario para que el toro terminara rompiendo hacía adelante. Una vez conseguido, le enjaretó naturales de muchos kilates, oro puro del 'artista' de Linares. Perdió los trofeos por una fea estocada, un pinchazo más y una estocada que resultó definitiva. Cambió una oreja por una fuerte ovación por parte del respetable.
Con su segundo, quinto de la tarde, un toro que se movió más que sus hermanos, le cuajó una labor que estuvo impregnada por su torería y pellizco habitual. En la primera parte de su trasteo le cuajó estimables series, alargando los muletazos y tirando de la noble pero poco entregada embestida del animal. Al natural surgieron los mejores momentos, alcanzando cuotas bellísimas en los remates de las series.
Sublime presentación
Juan Ortega es de ese tipo de toreros, grandes artistas como pintores, escritores, poetas, escultores, músicos, se han inspirado, dejando grandes obras que hoy son patrimonio cultural de nuestro país.
El de Victoriano del Río fue un toro muy bonito de hechuras, estrecho de sienes, que no dejó a Juan Ortega lucirse con el capote, aunque con temple y suavidad lo sacó a los medios de forma muy torera. El toro nunca se entregó, anduvo bajo mínimos de fortaleza, se defendió y no humilló. El sevillano que brindó su faena a Enrique Ponce, le realizó una labor de muleta de escaso contenido, poniéndose por ambos lados, aunque sin lucimiento. Todo lo que intenta, lo hace de forma despaciosa y templada, aunque con el primero que lidia en Jaén fue imposible expresar el toreo que lleva dentro. Lo macheteo sin más y lo dispuso para la suerte suprema en la que pinchó una vez, cobrando una estocada que lo dejó listo para las mulillas. Fue ovacionado por su gusto y torería.
Con el último de la tarde bordó el toreo a la verónica, meciendo el capote y llevando muy toreado con los vuelos la noble y enclasada embestida. El quite por 'chicuelinas' nos recordó a los antiguos toreros sevillanos, levantando auténticos clamores en los tendidos.
Se vivió un momento mágico con la faena de muleta. Qué manera de torear, qué gusto, que torería, que calidad, que belleza y qué verdad la de Juan Ortega que nos recordó lo bonito que es la tauromaquia.
Empezó con unos torerísimos ayudados por alto que fue el principio de una obra de arte sublime. Las series de derechazos y maturales, realizados en un palmo de terreno y con la panza de muleta resultaron cumbres. Paró el reloj toreando con una despaciosidad y relajó que la obra no parecía tener fin.
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