Carlos V (aquí, entrando a Bolonia), llevaba consigo a 600 personas, más o menos. R. C.

Cuenta atrás para el año carolino

Acaba de cumplirse el 499 aniversario de la entrada de Carlos V en Granada. El quinto centenario de la presencia del emperador es una oportunidad que según el profesor Sánchez-Montes, «no debiéramos dejar escapar»

Domingo, 20 de julio 2025, 23:52

Ha comenzado la cuenta atrás para uno de los grandes eventos históricos que traerá consigo esta década: la visita del emperador Carlos V, elegido pero ... aún no coronado, a Granada. Como recuerda el catedrático de Historia Moderna de la Universidad de Granada, Francisco Sánchez-Montes, uno de los momentos más importantes de la historia de la ciudad. Quizá una oportunidad desaprovechada en su momento, por más que dejara grandes recuerdos, como la iglesia de San Matías o el encargo del palacio que se construyó en la Alhambra y que nunca llegó a ocupar. Pero una oportunidad que, como afirma el profesor, la ciudad no debería desaprovechar en su camino hacia su nominación como Capital Cultural de Europa de 2031.

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El pasado día 4 de junio empezó a correr el reloj. Se conmemoraba el 499 aniversario de la entrada del césar Carlos en la ciudad. Queda, pues, algo menos de un año para organizar una programación acorde con un hecho que el propio Sánchez-Montes califica de «clave». Como tal lo ponderaron las crónicas en su momento. Así lo dice Alonso de Santa Cruz: «El Emperador y la Emperatriz con toda su Corte entraron en la dicha ciudad de Granada a 4 del mes de junio, y fue el recibimiento que se les hizo muy solemnísimo y muy costoso; en especial hicieron los moriscos un juego que llamaban leylas, el cual era muy regocijado para los que lo miraban, pero muy peligroso para los que lo hacían». Con la llegada a los muros de la capital nazarí finalizaron 24 días de penoso viaje desde Sevilla, a través de Córdoba y Alcalá la Real. Cualquiera diría que, con el tiempo que está haciendo en los últimos días, andaba el emperador algo desencaminado cundo le dijo al duque de Borbón, por carta el 14 de mayo del mismo año, «me voy a Granada a buscar el fresco».

Carlos V e Isabel de Portugal, representados por Alonso de Mena en la Capilla Real. R.C.

Huyendo de las epidemias

Más allá de la anécdota, como recuerda el profesor Sánchez-Montes, hay razones prácticas y de peso para el traslado de la corte tras las bodas de Carlos e Isabel. «Sevilla y su puerto planteaba el problema de los contagios derivados de la humedad. Era una mejor opción huir de las epidemias, y también refugiarse en un lugar de clima más benigno frente al calor del estío», asegura. El itinerario de sus majestades se inició el 13 de mayo, y siguió por Carmona, Fuentes, Écija, Guadalcázar y Córdoba, ciudad en la que el cortejo permaneció dos días. Allí, según recuerda el catedrático, parece ser que el césar afeó al cabildo las reformas en la mezquita, ahora mezquita-catedral: «Habéis deshecho lo que era singular en el mundo», fueron sus palabras.

Más tarde, la comitiva paró en Castro del Río, Alcaudete, Alcalá la Real y Santa Fe, donde llegaron el 1 de junio. Durante tres días, la comitiva debió parar en esta histórica ciudad. «Los monarcas se instalaron en la casa de Juana Días, mujer de Antonio Alcalá. Y todo fue un desastre: el Príncipe Elector del Palatinado, Federico II, durmió varios días en el suelo, ya que Granada aún no estaba preparada», afirma Sánchez-Montes. Además, en el interior de la ciudad había una querella muy propia de los 'figurones' que parecen resistirse a desaparecer incluso en el siglo XXI: se peleaban por decidir quién debería dar la bienvenida al emperador. Fue el propio Carlos quien zanjó la discusión, designando para tal cometido al Marqués de Mondéjar.

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El profesor Sánchez-Montes, ante el Arco de Elvira. J.A.M.

Duro fue el trabajo de los aposentadores reales para encajar a la comitiva de 600 personas que acompañaban al monarca, entre la oficial y la 'extraoficial' donde se emboscaban pícaros y prostitutas. Fondas, pensiones, casas particulares e incluso el Monasterio de San Jerónimo –donde se alojó la cámara de la emperatriz– fueron lugares de estancia para la corte. Se compraron telas y ornamentos, se cubrieron los hoyos del camino entre Santa Fe y Granada, se ensancharon calles y se adecentaron la Puerta de Elvira y la plaza de Bibarrambla, cuyos balcones se convirtieron en palcos de un espacio escénico.

Interés

El interés de Carlos en visitar Granada se remonta décadas atrás, y ya aparece en su correspondencia juvenil. «Él diría en su discurso de abdicación que su vida fue viajar, conocer sus reinos, y la significación que tuvo la ciudad de Granada, por la importancia histórica y por la veneración que tenía por sus abuelos, fue inmensa. En pocas ciudades permaneció tanto tiempo como estuvo aquí, y en ninguna mandó construir un palacio como el que se encuentra en la Alhambra», comenta el catedrático.

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La ciudad, conocedora de la merced que se le hacía con la visita real, se volcó: cabildo, maceros, trompeteros, ministriles, estandartes, el alcalde mayor y aguacil mayor, los jurados, contadores… Todos vestidos de naranja con fondo de raso plateado, con ropas costeadas por el concejo, claro. La figura de Luis Hurtado de Mendoza se acompaña con la tropa de 2000 jinetes e infantes con banderas y armas. La Puerta de Elvira, a modo de arco triunfal, recibe a Carlos V. A su lado, ante un altar y un valioso crucifijo, el césar jura defender los privilegios, usos y buenas costumbres de los granadinos. Se cubren a los monarcas bajo un palio de pedrería, con flecos de oro y varales de plata, y por el eje esencial de la Calle de Elvira (la entonces «gran vía») atraviesan la ciudad hasta la Iglesia de Santa María de la O, aún ex- mezquita, donde les esperaba el cabildo catedralicio. Y tras una función religiosa, un 'Te Deum', ya de noche se dirigen a la Alhambra con la ciudad iluminada por hachones. Los mismos que se encendieron el día en que el emperador se perdió volviendo de una cacería, y que tan útiles le fueron para encontrar el camino a la ciudadela. Pero eso es otra historia, que habrá que contar.

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