El modelo de Almería
«Nadie habla de una filosofía materializable que redunde en un modelo de ciudad que permita a Almería escalar en la batalla entre urbes»
En 1995, con el PSOEtocado y casi hundido por los escándalos de más de una década de gobierno en Madrid, y con la crisis económica ... postolímpica haciendo de las suyas incluso en Almería, el PP se hizo con la Plaza Vieja en un rosario de victorias municipales como casi nunca jamás se ha repetido. La mayoría absoluta de JuanMegino –aún en las filas del centroderecha nacional– rompían por primera vez en democracia el poder omnímodo que el PSOEhabía adquirido en el sur del país haciéndose con la alcaldía almeriense, pero también con las de todas las capitales andaluzas, incluida Sevilla con Soledad Becerril, la újnica que tuvo que pactar (con el Partido Andalucista) para hacerse con el bastón de mando. La batalla de entonces se sustanció un año después con la llegada de José María Aznar al poder en La Moncloa.
Desde entonces, y salvo el periodo de coalición por la mínima de Santiago Martínez Cabrejas y Diego Cervantes entre 1999 y 2003, Almería se ha convertido en el territorio inexpugnable de la derecha, un espacio fetiche en el que se ha mimetizado con el tejido social hasta conseguir una implantación casi tan irrebatible como lo fue la del PSOEen Andalucía durante cuarenta años.
Casi tres décadas después –veinte de esos años de gobierno ininterrumpido del PP– es una obviedad tan grande como la Alcazaba que los populares consideran Almería una pieza estratégica. Lo demostraron hace ocho años, cuando gestiones al más alto nivel abortaron de madrugada el acuerdo PSOE-Ciudadanos que habría puesto a Juan Carlos Pérez Navas en la Alcaldía. Y lo demuestra el propio planteamiento de la campaña electoral: taimado, calmado y dulce ahora que los sondeos internos de los que dispone la formación parecen augurarle un gobierno tranquilo, con una mayoría suficientemente amplia como para no tener que sentarse a negociar con nadie más que con sus propios concejales.
Se respira cierto aire de triunfalismo en las filas populares. También cierto derrotismo en las socialistas sin tirar la toalla por ello. En algunas ciudades y pueblos se creen en disposición de dar alguna sorpresa de última hora. Y en Almería esperan que la falta de mayoría abra el debate de la ciudad más allá del 28M imbuidos en la rotunda unanimidad de que Almería tiene un problema severo con sus servicios públicos de limpieza urbana.
Sin embargo, y ahí está la sorpresa, nadie habla de una filosofía materializable que redunde en un modelo de ciudad que permita a Almería escalar en la batalla entre urbes en la que se ha convertido el nuevo modelo de metrópolis europeas. Innovación, agroindustria, puerto de nómadas digitales, nodo de culturas. Tras escuchar a los candidatos hablar de qué tipo de ciudad quieren, podemos encontrar en sus discursos la idea de una ciudad más sostenible, verde, limpia, ordenada, conectada y social. Adjetivos con los que nadie puede estar mínimamente en desacuerdo. Y que, convendrán conmigo, pueden aplicarse a cualquier ciudad del mundo.
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