Morón y Maroto: 'Enemigos íntimos' en la Almería de la guerra
El enfrentamiento entre el gobernador republicano y el líder anarquista representa la división que hubo en aquella izquierda
Víctor J. Hérnandez
Domingo, 16 de octubre 2016, 00:30
Dos nombres ejemplifican bien el desorden y la división que se vivía en la zona republicana durante la guerra. En Almería, esa división, traducida en ... luchas internas, se concreta en esos dos nombres: el del gobernador civil Gabriel Morón y el del anarquista Francisco Maroto.
Tras el aborto del golpe de Estado y la permanencia en el poder de los republicanos en Almería, la ciudad, como otros muchos puntos de la retaguardia gubernamental, quedó atravesada por diversas luchas intestinas y enfrentamientos de las mismas tendencias que se habían enfrentado dentro de la izquierda durante la República.
Uno de los objetivos principales del gobierno republicano fue sentar las bases para el mantenimiento de un difícil orden en sus zonas de influencia. Un orden que ya se había visto perturbado en los años anteriores, tanto por la actuación de grupos fascistas como de los anarquistas y obreros.
Comité antifascista
En esa línea, en Almería se había asentado el denominado Comité Central Antifascista, encabezado por el socialista Cayetano Martínez Artés, cuya actividad comenzó ya en el mes de julio de 1926, días después de la sublevación militar fallida en la provincia.
Sus integrantes conformaron dicho Comité con el objetivo fundamental de imponer el orden en una zona convulsa y sometida a un poder débil, acechada por la derecha por el fascismo y por la izquierda por el anarquismo. Dos grandes amenazas a las que debían hacer frente desde su fundación.
Un Comité en el que, junto a Martínez Artés, también figuraban los socialistas Ramón García Ramírez de Arellano y Benito Vizcaíno Vita, los ugetistas Pedro Pérez Castillo y Manuel Alférez Samper, los comunistas José Torres García y Juan García Maturana, los anarquistas de la CNT y de la FAI Juan del Águila Aguilera y Juan Fernández Villegas y Ángel Aguilera Gómez, de la JSU.
El Comité no llegó a contener las actuaciones de los anarquistas en esos primeros momentos de la guerra, fruto de las cuales se produjeron actos vandálicos de diversa consideración, los más graves de los cuales derivaron en fusilamientos y asesinatos de personas significadas por su cercanía a la derecha y también al clero.
El poder de Gabriel Morón
El gobierno terminó tomando cartas en el asunto, fortaleciendo el poder de los gobernadores en las zonas en las que conservaba el poder, incluyendo Almería. En el caso de esta provincia, ese poder recayó en Gabriel Morón, un gobernador civil cuya principal misión, encomendada directamente por el gobierno republicano, no fue otra que la de mantener el orden y asegurar los suministros. Una de las consignas recibidas por Morón fue la de mantener a raya a los grupos anarquistas, punto en el que chocó con toda una personalidad de la época, como el mencionado Francisco Maroto, un granadino de 30 años que liderada la denominada 'Columna Maroto'.
Se trataba de un grupo armado que combatió a los sublevados en Granada desde el inicio de la contienda y que actuó también en Almería. Su ideología era la del comunismo libertario y trabajó tanto en la lucha armada como en la divulgación de su ideario por la vía de los mítines y concentraciones de seguidores, llegando a tener una amplia implantación y seguimiento.
En el ámbito de la lucha, logró reunir a unos 300 seguidores armados en sus inicios, pero llegó a alcanzar seis centurias con las que mantuvo duros enfrentamientos con las fuerzas franquistas en Granada, logrando sonadas victorias que fueron celebradas en la retaguardia.
Maroto, el enemigo
En Almería organizó no pocos de sus mítines, en los que se manifestó frontalmente en contra del propio Gabriel Morón, cuya política descalificó, no ahorrando en ataques personales hacia el gobernador civil, reprochándole sobre todo el desarme de los milicianos que le afectaba directamente, aunque también que no ayudara lo suficiente a los refugiados procedentes de Málaga por la denominada 'Desbandá'.
Francisco Maroto llegó a ser hecho preso por orden del Gobierno Civil, acusado de espionaje y de pertenecer en realidad al fascismo, e incluso fue encarcelado en el barco-prisión, aunque posteriormente se le trasladó a Baza.
Su cautiverio desencadenó numerosas y sonadas campañas anarquistas para su puesta en libertad, que sembraban la duda de si el propio gobierno podía terminar provocando su muerte en prisión.
La presión fue tal que fue liberado y se reincorporó a la lucha, aunque finalmente cayó preso de las tropas fascistas y terminó siendo ejecutado a la conclusión de la Guerra Civil. Por su parte, su 'íntimo enemigo' Gabriel Morón se exiló en México, como antes de la República lo había hecho en París. En el país azteca moriría ya sin posibilidad de regresar a España.
La historia de ambos representa a la perfección los enfrentamientos entre tendencias de la izquierda durante la República y la Guerra Civil, que sin duda marcaron el desarrollo de esta.
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